Capítulo único.

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LuHan tenía una pequeña casa en medio del bosque que le daba una vista preciosa de la fábrica de Santa, donde todas las mañanas podía observar el humo proveniente del fuego que salía por la chimenea hasta perderse en la nebulosa.

Siempre pensó que vivir en el Polo Norte sería algo fantástico, como si de un cuento de hadas se tratara y ahora que lo recordaba, no sabía exactamente cómo había llegado al lugar de sus sueños.

Podría ser que aún estuviera dormido y todos sus alrededores fueran producto de su infantil imaginación que solo deseaba sentir el calor del invierno abrazarle y arrullarle entre sus brazos; o podría ser que solo decidió olvidar su verdadero lugar de origen.

El chico de cabellos dorados buscó sus guantes y una bufanda de color rojo que combinara con su suéter de lana, se colocó un gorro del mismo material sobre su cabeza, dejando que los mechones de su flequillo cayeran sobre su frente, llegándole a las pestañas.

Se mordió el labio y suspiró, haciendo un lindo mohín.

Podía parecer un enfermo mental, uno que estaba bastante mal de la cabeza pero LuHan no podía acabar con esa ansiedad de ver al chico de tez pálida ni un solo día.

¿Estaba flechado? Sí. ¿Estaba enamorado? No podía asegurarlo por una simple razón: Jamás había entablado una conversación con el chico por más de dos segundos en la vida real.

La primera vez que lo vio fue mientras hacía un par de compras en el mercado con el dinero que ganaba como mesero en uno de los restaurantes del pueblo.

El hombre lo había cautivado solo con una sonrisa y cuando lo sujetó para ayudarlo a levantarse de la fría nieve había sentido que se derretía lentamente con el tímido contacto de sus palmas.

Por las noches, sus sueños se llenaban de una brillante mirada que le dejaba embobado una vez más y, anhelante, esperaba con paciencia que el chico se acercara y le hablara de la magia que rodeaba sus días.

En una ocasión, soñó que caminaban juntos por el bosque mientras la nieve caía sobre sus cuerpos y, por extraño que pareciera, el castaño había logrado congelar los copos de nieve, convirtiéndolos en formas diferentes que adornaron las ramas secas de los árboles.

Ante su mirada de asombro, el castaño le acarició la mejilla lentamente con su índice y confesó: el viento es mi posesión más preciada... E incluso podría congelar tus labios y devolverles su calidez entre los míos.

Y ¡bam!

Se había despertado con la respiración agitada y el rostro caliente. Solo había sido su traidor subconsciente que le había jugado una mala pasada.

El rubio se puso sus botas y tomó las llaves de su casa, abrió la puerta y se encaminó hacia el taller de Santa pues, hacía unos cuántos meses había descubierto que el chico trabajaba ahí.

No sabía su nombre, su edad o su procedencia pero ahí estaba él, acechándolo por una de las ventanas que le permitía ver el interior de la enorme casa.

El chico estaba batallando con un juguete mientras en su cabeza llevaba el típico gorrito rojo navideño con una bola de algodón en la punta.

El rubio siguió observándolo hasta que el otro hizo girar un tornillo en la espalda del muñeco de madera, al fin viéndolo caminar sobre la mesa.

«¡Vaya! Mi chico de navidad es aún más impresionante que antes» pensó LuHan y sonrió.

Pero cuando devolvió la vista hacia el hombre que le gustaba, éste ya no estaba...

Parpadeó un par de veces antes de reaccionar y mover sus ojos por toda la habitación en busca del castaño.

—¡Oh! Alguien desapareció. —habló una voz a espaldas del rubio, logrando que se diera la vuelta.

Winter HeatDonde viven las historias. Descúbrelo ahora