"Por que Yuuri los amaba a ambos, en igual y justa medida"
OT3; Viktorx YuurixYuri
Advertencia: Contenido adulto.
Créditos por la imagen a quien le corresponda, edición de portada realizada por mi.
Concursando en #PremiosKatsudon2018
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—Ah, Yurio
Lo llama así para tentarlo, sabe que ocasiona en su amante. Odia que gima para él un nombre que no le corresponde, en realidad, Yuuri no está seguro al cien por ciento que desprecie el llamado, más bien, prefiere oír que gima o grite sunombre; porque el ruso continúa brotándole con acento japonés así hayan pasado más de 5 años y eso de alguna forma enciende al rubio. Es retorcido, ambos lo saben, pero es un gusto compartido puesto al japonés también le fascina la forma en que su nombre brota de los labios ajenos.
Katsuki sabe ha tocado la tecla correcta cuando las grandes manos lo toman con renovada fuerza por la cintura y la pelvis que le embiste hace más duras sus acometidas. Debe admitirlo, le gusta su ímpetu juvenil. Le gusta que muerda tras su nuca al tiempo que gruñe con ese tono disconforme y excitado que ocasiona sienta una corriente eléctrica bajar desde donde los dientes han dejado su marca hasta donde la espalda pierde el nombre. En realidad, más que nada, a Yuuri le gusta todo de él. En un inicio no todo fue miel sobre hojuelas; pero el pasado ya está pisado, con sus 21 años Yuri es un adulto en toda regla. Pasó de ser ese adolescente menudo, frágil y bajo en estatura a un hombre de rasgos definidos, adultos, maduros, alto, y, para el regocijo del ego del menor, sobrepasó en altura a Viktor. Era sólo un centímetro, sin embargo, eso lo enorgullecía y, alegaba, aún le faltaba por crecer.
El ruso detiene abruptamente sus movimientos dejando tras esa acción sólo la respiración, agitada, contra la nuca del moreno, Yuuri jadea, se estremece, y luego voltea el rostro para cuestionar con la mirada al menor. Lo recibe una sonrisa torcida acompañada de unas esmeraldas oscurecidas por el deseo... sonríe de igual modo. Plisetsky se yergue en su posición con un brillo renovado en la joya de su mirar, travieso, alza la palma diestra abierta para dejar contra el glúteo a su alcance un golpe sordo, le sigue uno igual, luego otro, cada uno de ellos secundado por un delicioso grito ahogado de sorpresa y placer por parte de su compañero. La nalga está enrojecida y aunque en ocasiones anteriores con ello quedaba conforme, hoy no, no mientras Yuuri se niegue a bramar abnegado en placer su nombre como corresponde.
Pero se niega y sólo oye la respiración agitada de Katsuki ahora que le ha dado un respiro tanto de los embistes, como de las nalgadas. Lo siente estremecerse bajo su cuerpo y eso le fascina, se relame los labios viendo como los ojos pardos le observan con atención, expectantes a su próximo movimiento. Plisetsky en esos años ha crecido, madurado de diversas maneras, lo mismo sucedió con el japonés: se ha convertido en un monstruo erótico. Sigue siendo ese muchacho dulce, amable, bondadoso, cordial e inocente, es así la mayor parte del tiempo, eso hasta que la pasión toca su puerta, es ahí cuando se transforma en esa bestia seductora. Sabe que se niega a darle lo que busca sólo para provocarlo y ese juego le gusta tanto como al moreno.
Su mano derecha delinea el enrojecido glúteo, recibiendo un suspiro y luego oye un gemido escueto cuando las uñas de esa misma mano se entierran en la piel dejando allí nuevas marcas. Yuuri contornea las caderas, anhelante, instando al otro que vuelva a moverse recibiendo sólo el bosque frondoso de su mirada cargada en petulancia. Eso aún no ha acabado. Fuerza a su amante a detener el movimiento de cadera con la misma mano que apresaba la nalga y esta vez es la zurda la que vuelca su atención a la otra sentadera para igualar en color ambas. Nuevamente una letanía de jadeos y gemidos se oye en la habitación, en esta oportunidad más agudos y con eso sabe está cerca de conseguir su objetivo. No es hasta que se dedica con ambas manos a dejar golpes secos al mismo tiempo que estruja la piel y fuerza los pulgares a hacerse espacio junto con su miembro que sabe ha ganado.