Capitulo 1

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Sentí el sudor correr por mi espalda mientras lo único que oía era el latido de mi corazón en mis oídos y la danza flameante de golpes provocada por la lucha que llevaba a cabo.
Catriel me veía con ojos hambrientos mientras embestía por la derecha con una patada que esquive lanzadome al piso y girando sobre mi hombro para evitar el segundo golpe que acababa de lanzarme. Me puse de pie en un santiamén y le lance el puño justo a las costillas izquierdas, siempre había dejado esa zona desprotegida, había aprendido sus puntos débiles al observarlo entrenar durante años con Nadir, nuestro instructor de combate cuerpo a cuerpo.
Generalmente me ponían a combatir con chicas, Karenina mi mejor amiga era una de las mejores, estábamos en la élite desde hace ya unos años; sin embargo seguían sin enviarnos a una misión.
Un golpe en la pierna izquierda me hizo salir de mis pensamientos mientras veía borrosamente cómo caía al suelo y en ese instante la luz se fue. Una oportunidad.

Me levante de un salto sin hacer ruido y prendí llamas brillantes en las puntas de mis dedos para buscar a mi enemigo. Catriel. No se veía por ninguna parte, di un paso para atrás, sentí que el tacto de algo duro y húmedo, que subía y bajaba.
Catriel.

En un rápido movimiento apague las llamas y me escabullí dejando una pierna estirada para cuando el caminara cayera. Sonó un golpe. En cuestión de segundos estaba con las rodillas a los lados de sus piernas y mi mano izquierda sosteniendo las suyas sobre su cabeza.
Nuevamente hice aparecer las llamas y pude ver su rostro. Sus ojos negros como la noche me veían con suspicacia y media sonrisa bailaba sobre sus labios.
Eso me irrito.

-¿por qué sonríes?- dije levantando una ceja mientras hacía que las llamas crecieran amenazantemente sobre mi mano.
- ¿Cómo no hacerlo? Tengo una chica sexy sobre mí y estas que ardes, literal. - dijo dejando salir una risita baja.

- Pero te gane, odias perder. Te sometí, no puedes estar feliz... A menos que..- los hechos comenzaron a conectarse en mi cabeza y las llamas crecieron alarmantemente mientras acercaba más mi rostro al suyo y con ira escupía en su rostro.

- Oye, está bien, está bien- dijo volteando el rostro, provocando que su mandíbula se marcara aún más y los músculos de su cuello y hombros se tensarán- solo quería tenerte cerca ¿acaso es eso un pecado?- dice saliendo fácilmente de mi agarre que sostenían sus manos y posándolas inocentemente con las palmas abiertas frente a mi, eso me molestó más ¿cómo carajos pudo soltarse tan fácil? Odiaba la manera en que su fuerza me superaba.

- No soy quién para decidir qué es un pecado o no, pero es un juego sucio; si sigues con tus juegos no me ayudas a mejorar- dije al momento en que me ponía de pie y apagaba las llamas, a los segundos la luz volvió.

- Ya, bueno pues, perdóname-respondió mientras se paraba y se sacudía el polvo inexistente de su camiseta, observe el movimiento con atención; los músculos de sus brazos se marcaban con cada movimiento que él hacía y su duro abdomen ni se inmutaba al recibir los golpes que descuidadamente Catriel les proporcionaba.

- Solo apague las luces, no es para tanto. Tomemos un descanso ¿vale? - ofreció mientras estiraba su mano hacia mi. Me quede de pie viendo su mano mientras recuerdos dolorosos se revivieron en mi mente.

- Catriel... Sabes que no puedo... Yo...- mi voz de apagó. Baje la mirada y sentí como un mechón de cabello me cayó sobre los ojos. Oi unos pasos y sentí sus brazos alrededor mío.

- Eleni, yo sé por lo que has pasado; pero no tiene que ser igual con nosotros- me tomo de la barbilla y levanto mi rostro, podía ver sus ojos negros brillando en deseo y ternura; con un movimiento suave tomo mi mechón entre sus dedos y lo coloco detrás de mi oreja.

- Cariño, yo no te dejaré. Atravesaré el mundo con mi puño con tal de volver a tu lado- acercó su rostro al mío hasta que compartimos el mismo aire- y siempre lo haré. Y me besó, fue un beso dulce, una promesa.
Yo sabia los riesgos que se corrían al ser uno de nosotros; cada que alguno salía en una misión si volvía o no era algo incierto. Tomarle cariño a alguno de ellos era peligroso, no sabias cuando sería la última vez que los verías. Desde pequeña había crecido entrenando para salir algún día en una misión, aprendiendo a controlar mis poderes y cuerpo. En la isla eran pocas las personas que no los tenían. Todos los que nacíamos aquí, los teníamos.

Balas perdidas Where stories live. Discover now