Ethan: embarazo no deseado

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A veces pienso que fui un embarazo no deseado. Mis padres se quedaron conmigo y me mantuvieron por pena, porque para lo demás,... ni siquiera se han preocupado por mi, ni se han molestado en saber que me gusta, que quiero ser de mayor, que clase de amigos tengo,... nada de esto les interesa. Pero mejor, no sabría como explicarles que se me da de pena relacionarme con la gente y que apenas he tenido amigos a lo largo de estos años. 

Seguro que les hice un favor yéndome a estudiar a la universidad. Recuerdo cuando dejaron en la estación y el abrazo que me dieron apenas fue un abrazo. Desde entonces los he vuelto a ver en contadas ocasiones y apenas les he echado de menos, acabé la carrera y estoy trabajando en lo que más me gusta y no sé si ellos lo saben. Por suerte, son tan rematadamente tontos y tan poco saben de mí, que no tienen ni idea que me gustan los chicos. Sí, me gustan los chicos y es algo que nunca llegué a imaginar que pensaría. 

Pero el hecho es que no sólo me gustan, si no que me encantan. Sus clavículas, sus pezones, el ombligo, la curva de la cadera. Sus brazos fuertes, las manos grandes. El culo marcado y esas piernas peludas. Me pasaría horas observándolos, pero no hablaría con todos, seguramente porque no me atrevería y ya me cuesta suficiente hablar con uno. Y con ninguno tendría una relación larga. No creo en esas cosas como enamorarse de alguien y pasar una vida feliz y próspera a su lado. 

Una vez tuve un supuesto amigo con el que eso era real. Tener una relación con él fue un sueño, pero me acabé dado cuenta que las relaciones sirven de más bien poco cuando se acaban. Quizá por eso mi mentalidad cambió tanto en tan poco tiempo. No tengo pensado enamorarme de nuevo, nunca más. Aunque a día de hoy, pese a que no esté ya enamorado de él, aún le quiero.

Cinco años más tarde, miro a la hija de Mateo y me pregunto si ella se sentirá igual que yo en algún futuro, si sentirá que fue un embarazo no deseado. Yo, quien odiaba a los niños y que me hubiera conformado con vivir con dos gatos y un perro ahora no podía evitar sentir cariño por esta criatura. Quiero que se sintiera querida por su familia, mucho más de lo que sentí que me quisieron a mí.

Pero cuando le veo a éj cogerla en brazos no parece él y me doy cuenta de que es real, que la quiere, tanto como la hubiera querido su madre. Tanto como me gustaría quererla yo. Quizá más de lo que yo le quiero a él. 

Una vez se separan y Judith entra al colegio, Mateo se me acerca de nuevo a mí y me da la mano. No puedo rechazarla. 

-Me recuerda un montón a mi hermana -me dice mientras sigue observando como los niños se dirigen a la puerta. 

-Mejor que sea como tu hermana a que sea como tú -le digo riéndome.

El sonríe, aquella sonrisa inconfundible sigue siendo solo suya. 

Sigo sin entender porque le quiero tanto, quizá porque su sonrisa me recuerda a mi adolescencia, a esos primeros besos, a esas primeras noches junto a él. Cuando me acuerdo de eso, los peores momentos quedan en el olvido.





Las razones por las que te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora