Halloween

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El maravilloso Halloween, la época de los dulces y disfraces. Los jóvenes salen para cometer divertidas travesuras y llenar sus barrigas con azúcar, los adolescentes hacen fiestas alocadas con mucho alcohol, los demonios surgen de sus recónditos escondites en las sombras para unirse al mundo de los humanos.
Sock estaba listo para ser uno más en la multitud, después de tanto tiempo podría sentir que era una persona: todos podrían verlo, haría interacción con desconocidos, mataría algunas ardillas, ¡y sería tangible! Esperaba ansioso a que anocheciera, la ansiedad lo dominaba por completo y lo demostraba volando frenéticamente por toda la casa de su compañero humano.
—¿Podrías quedarte quieto un segundo? — preguntó Jonathan mientras se acostaba en el sillón, esta festividad siempre se volvía una locura en su ciudad. Sus padres le habían obligado a decorar el jardín y el exterior de su casa para crear un ambiente tenebroso (curioso pues ni siquiera estarían esa noche para ver el fruto de su esfuerzo), todo lucía listo, el tazón de dulces estaba lleno junto a la puerta y listo para ser entregado; el rubio creía que sería un Halloween común pero estaban muy equivocado.
El pequeño demonio se detuvo de golpe al pasar por la sala, tenía los ojos muy abiertos como si hubiese olvidado algo importante, sucesivamente se agarró la cabeza y comenzó a murmurar: “¡No, no, no!”
—¿Qué diablos contigo Sock?— El castaño se abalanzó sobre él y tomando sus hombros comenzó a sacudirlo violentamente.
—¡Acabo de olvidarlo completamente! —exclamó. — Ya regreso, los disfraces están en la cama, no olvides ponerte el tuyo.
Esperen, ¿había preparado disfraces? Y más importante: ¿A dónde estaba yendo con tanta desesperación? Subió hasta su habitación con tal rapidez que ni siquiera sintió los escalones bajo sus pies, el demonio había desaparecido y sobre la cama había una bolsa de papel. Claro que también había notado el desorden, normalmente sólo habían un par de prendas en el suelo pero ahora parecía que alguien -ya sabemos quién- había abierto cada cajón y revuelto hasta encontrar lo que quería. Decidió no darle más vueltas al asunto, ya le preguntaría que había pasado más tarde.

Entre tanto, en el infierno más precisamente, Napoleón tocó la puerta de la oficina de Mephistopheles un par de veces aguardando respuesta. ¿Se podía tocar en el infierno o debía pasar sin más? De cualquier manera, esperó hasta que escuchó el “adelante” y ocultó una pequeña caja con un listón tras su espalda.
—Oh, ¿Qué tal, Sowachowski? — Saludó, sin levantar la mirada ya que la tenía fija en unos papeles y en la pluma que iba y venía en su mano izquierda.—¿No deberías estar disfrutando Halloween?
—¿Qué hay de usted? Todo el mundo está disfrutando…— se acercó y tomó asiento, el paquete seguía detrás de su espalda y agradecía internamente que su jefe no le estuviera prestando tanta atención.
—No tengo tiempo para eso, notarás que estoy ocupado— respondió. — Pero no has bajado hasta aquí sólo para eso, ¿verdad?
Maxwell mordió su labio inferior mientras pensaba las palabras correctas, estaba un tanto nervioso pero sentía que estaba por hacer algo bueno. Algo en el agujero de su pecho -ya que no tenía corazón- le incentivó a continuar con su plan; tomó aire y comenzó:
—¿Sabe? Hace mucho tiempo, mi abuela me había comentado un par de paranoias sobre religión -que ella creía- y me dijo que no debíamos festejar Halloween porque era… El cumpleaños del diablo.
Mephistopheles levantó la mirada, Sock se había puesto de pie y extendía un regalo hacia él. El mayor sólo pudo pensar que fue una de las acciones más dulces e inocentes que pudo cometer un demonio; dudoso tomó la caja y la abrió sin mucho misterio. El obsequio sin duda alguna lo había sorprendido pues era un gorro de lana junto a un par de guantes.
—¡Feliz cumpleaños!— exclamó el pequeño mientras estiraba los brazos.
El Príncipe de las tinieblas se había quedado estático, era el primer regalo que le daban después de toda una eternidad y eran nada más y nada menos que prendas de invierno. ¿Quién en su sano juicio usaría guantes y gorra en el infierno? Estábamos hablando del pozo de fuego con el horrible calor; claro que la dulzura de Sock no había previsto eso.
Rompió en carcajadas, realmente era una situación bastante extraña. Su primer regalo, hecho por uno de sus trabajadores más incompetentes, era algo que sólo tendría de decoración; pero nunca se lo diría, cuando fuera al mundo humano lo haría con su obsequio puesto sólo para hacerlo feliz unos segundos.
—Me encanta— murmuró más para sí mismo, cuando la risa había cesado.

—Sock, ¿en dónde te habías metido? — cuestionó el rubio apenas lo vio llegar, había extrañado su presencia y quería divertirse con su único amigo. — Los niños del vecindario ya se fueron a dormir así que comienza la noche adulta.
—¿Qué es la noche adulta? — preguntó sonriendo, ver a su Johnny con esas orejas y cola de perro era lo mejor del mundo. Claro que el mejor aquí era el demonio pues él mismo había elegido tan espectaculares disfraces.
—Ya sabes: todos los mayores se reúnen afueras de sus casas, ponen una barra, hacen bebidas… Pueden alocarse un rato— respondió; mientras hablaba ayudaba a su amigo con el disfraz, al parecer el pequeño se mostraba reacio a quitarse la gorra para ponerse las orejas falsas pero tras un arduo trabajo (y muchos golpes) logró convencerlo de que así quedaría mejor.
Napoleón no podía envidiarle nada a nadie, o al menos así lo veía el joven Combs. Pues tenía un cuerpo bastante envidiable, delgado como el de una señorita pero lo suficientemente robusto como para mostrar su masculinidad, una piel suave sin granos, ¡Y esas piernas que combinaban tan bien con su falda! Quizás su mayor defecto era su cabello, tan desordenado y rebelde como su propia personalidad, pero aún así le gustaba y el tener esa clase de pensamientos le hacían sentir un tanto… Extraño.
—Vámonos de una vez, Sock.
—¡Voy detrás de ti!— exclamó, cerrando la puerta de la casa. Estaba a punto de experimentar algo demasiado nuevo como para un adolescente inexperto como él.
Al salir, el castaño se encontró cientos de adolescentes y adultos en disfraces un tanto “reveladores” casi eróticos, parecía que la noche sacaba lo más salvaje de su cuerpo. La calle estaba cerrada, había una gran mesa con bebidas en el centro por lo que Jonathan se atrevió a tomar dos latas de cerveza y caminar con su amigo.
—Nunca había probado una de éstas— comentó el menor mientras abría la suya, la acercó a su nariz para sentir el aroma y comprobó que olía bastante extraño pero quizás su sabor era mejor.— ¡Sabe tan agrio!
—Esa es la idea— rio.— Debo suponer que es tu primera cerveza, ¿no es así?
Siguieron caminando hasta que la muchedumbre se perdió tras su avance, se internaron en un pequeño parque rodeado de árboles. Tenían un ambiente de profunda intimidad, y era la primera vez que estaban solos; ambos se sentaron en los columpios -aunque fuera bastante cliché no habían más lugares-
—¿Sock, a dónde fuiste antes?— preguntó Jonathan; le dio otro trago a su cerveza. Sus cejas se juntaron en una expresión de interrogación y preocupación, el demonio sintió enrojecer al sentir toda su atención.
—Yo… Fui a darle un regalo a una persona— acarició la lata entre sus dedos, se sentía como un niño por lo que hizo.
—Nunca me has dado un regalo a mí.
—¡Lo lamento!— Parecía como si hubiese hecho algo malo, y en su mente era así. ¿Cómo compensarle? Siempre le ha estado fastidiando con el tema de: “suicídate”, “¿Por qué no te matas?”, y así.— No tengo nada que darte, Johnny.
  —Yo creo que sí.— No vamos a culpar al alcohol de esto, todo el asunto fue voluntario en sí. Jonathan tenía un profundo y oscuro secreto que implicaba una feroz fantasía con el demonio, noches que parecían eternas donde soñaba con probar esos bellos labios, días donde sólo mantenía la mirada en él. ¿Estaba enamorado? Probablemente ¿Le gustaba? Sin duda alguna ¿Funcionaría a largo plazo? Desde luego que no.
Pero no le importó saber que era prohibido, se dedicó a aprovechar cada segundo que le proporcionaba esa noche maldita. No tenía mucha experiencia al besar, pero junto a él se sentía el rey del mundo; así se besaban las parejas, los jóvenes amantes. Al separarse, la luna alumbró el reflejo de una lágrima que se deslizaba en el rostro de Sock, parecía una perla en un rostro tan joven y perfecto.
—Jamás había besado a nadie— dijo. Había tenido bastante miedo, ¿cómo saber si lo había hecho bien?
—¿Qué se sintió?— preguntó el rubio.
—Fue el tipo de beso que me hizo saber que nunca había sido tan feliz en mi vida— volvió a besarlo; sin soltarlo un momento se levantó de su lugar hasta quedar frente a él.— Ven, chico lindo. Tengo que hacer un par de cosas antes de que la noche acabe.
Tomando su mano, lo llevó a donde los árboles los cubrieran; su boca inexperta se aventuró en probar un estilo distinto, su lengua tímida pero decidida comenzó a mezclarse con la de su contrario saboreando el gusto alcohol que había quedado de las bebidas.
El joven Combs Estaba fascinado, tomaba con fuerza la cintura de su amigo con la intención de no querer separarse nunca más. Estaba embriagado de felicidad, con suavidad su mano derecha acarició la piel bajo la camiseta no sin antes quitarse el molesto guante del disfraz, un escalofrío recorrió el cuerpo de Maxwell pero no quería parar, luego no habría tiempo.
Comenzó a morder la delicada piel de su cuello, el pequeño emitía gemidos ahogados, la lengua del rubio bajó hasta su clavícula dejando leves marcas de amor. Sock se sentía tan avergonzado, y aún más cuando sintió una mano en su entrepierna que acariciaba todo sobre la ropa; se aferró a él, hundiendo su cabeza en su hombro mientras lo dejaba sacar y masajear su pene.
—Ah, mgh… Jo-nathan— gimió. La mano recorría todo el tronco, acariciando y oprimiendo con delicadeza la punta, ejerciendo tal rapidez y fuerza que Sock creía que explotaría en cualquier momento. Para su suerte, se detuvo antes de que pudiese correrse; Jonathan se alejó con una sonrisa, al parecer también quería un poco de diversión.
El joven demonio había visto un par de películas de contenido adulto, lo que estaba por hacer era algo demasiado nuevo ¡Apenas si había dado su primer beso! Aún así lo iba a satisfacer, todo sea por su Johnny-Honey.
Tomó el miembro del mayor con cuidado, con timidez le dio una lamida en la punta como si estuviese con un helado. La calidez de su boca era un martirio para el rubio quien apenas podía contenerse de tomar a Sock del cabello y empujar más adentro. Esas miradas que le dedicaba mientras tenía su pene dentro eran exquisitas; pero no quería acabar así, deseaba hacerlo suyo.
Lo separó -aunque su cuerpo gritara que no lo hiciera- se sentó en el suelo, su miembro erecto aguardaba ser atendido por el trasero del menor. El castaño se quitó los pantalones y cuando estaba por deshacerse de la falda su pareja le interrumpió, ¿era un pervertido por eso? Tal vez, pero no iba a dejar pasar la oportunidad de verlo saltar sobre él con esa faldita.
Sowachowski se sentó entre su cadera, con las piernas separadas y con nervios tomó el miembro del mayor introduciéndolo en su estrecha entrada; pequeñas lágrimas salieron ya que realmente le dolía, miró a Jonathan buscando consuelo y él le dio una caricia en su mejilla.
—Relájate.— tragó saliva y esperó a que la incomodidad se fuera; comenzó a moverse de arriba abajo, la sensación se estaba transformando, haciéndolo agitar su respiración. Muy pronto los gemidos no podían dejar de salir, se agarraba de los hombros del mayor para impulsarse; las frentes de ambos estaban perladas de sudor y excitación. Volvieron a besarse, demostrando el deseo que cada uno sentía por el otro y las tristeza por darse cuenta de que tal vez tendrían que esperar un año más para volver a sentirse el uno al otro.
—Ahh Jo-Ah…Nathan, te-te quiero— no dejó de moverse rápido hasta que se vino, ensuciando a ambos con su esencia, Jonathan gemía bajo sujetando las caderas de Sock hasta que él también estuvo listo. Se arreglaron en silencio, su primera vez había sido extraña, desesperada y llena de sentimientos. Era hora de volver a casa, el demonio quiso tomar la mano de su amado pero sólo la traspasó, los dos se miraron con algo de tristeza.
Halloween había terminado.

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⏰ Última actualización: Dec 28, 2016 ⏰

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