Capítulo 3.

42 2 0
                                    

Mi tía, Aurora, me condujo a través de la casa. Una pequeña casa de paredes rosadas, rodeada en el exterior por flores perfectamente cuidadas de diversos colores. Habitaciones pequeñas la formaban, un lugar acogedor que podría enamorar a cualquiera con sólo mirarlo.

Aunque todo era totalmente diferente a mi antigua vida lo agradecía, haber recorrido medio país y vivir en un tranquilo pueblo era lo mejor. No podría soportar vivir en la misma casa, ni encontrarme con la misma gente que sentiría pena de mí, aquí empezaría de cero, sin que nadie supiera lo sucedido a excepción de mi tía que por suerte nunca sacó el tema.

Después de despertarme en la cama del hospital me habían llenado de pruebas y la policía a preguntas, querían saber hasta el más mínimo detalle de lo que había sucedido así que se lo conté, guardándome para mí algunos pequeños detalles, cómo el color de ojos... el rojo brillantes que había estado en cada uno de mis sueños. También me guardé el hecho de que se movían sobrenaturalmente rápido y que en cuanto abrí los ojos pude ver las auras que rodeaban a las personas, una especie de remolinos de colores que rodeaban a cada una de las personas que se encontraban a mi alrededor, y con el tiempo y con ayuda de Internet logré descifrar, al menos desde mi punto de visto, lo que cada color quería decir.

Mi tía me dejó en la habitación, disculpándose por tener que ausentarse debido a un problema en el trabajo. Una habitación pequeña, pintada en colores pastel. Una cama doble con sábanas y almohadas tan muñidas que tuve que hacer un esfuerzo por no tirarme sobre ella. Justo en frente una mesita con un pequeño ordenador y una estantería llena de libros. Al lado una ventaba bastante grande que dejaba entrar los rayos de luz solar, con cortinas a juego con las sábanas de la cama. Y al otro lado un enorme armario que ocupaba gran parte de la pared, para mi sorpresa repleto de ropa de mi talla. A un lado una puerta de madera llevaba a un acogedor baño con lo esencial, incluso un neceser lleno de maquillaje que seguramente no usaría muy a menudo. Con todo esto sólo podía sentirme más que agradecida por el  esfuerzo de mi tía. 

_______________________________________________________.

Los días pasaban y aunque sabía que algún momento tendría que salir de la casa no me encontraba con fuerzas de hacerlo. No por miedo, pues si alguien me estaba buscando daba igual donde me encontrara, sino porque la facilidad para conocer a gente que tuve tiempo atrás se había desvanecido o al menos la había ocultado muy dentro de mí. ¿La razón? No quería seguir perdiendo a gente en mi vida. Con todo lo sucedido había teníado que dejar a muchos amigos atrás, ni quiera tuve el valor suficiente de despedirme de ninguno de ellos. Tampoco de visitar la tumba de mi madre, aquello era lo que más me dolía. 

Pasaba los días sumergida en ridículos libros de amor todos ellos con final feliz, libros que un tiempo atrás me emocionaban y soñaba que tal vez algún día encontraría a alguien así, pero ahora había despertado de mi sueño y por fin era realista. Aunque podía ver el aura de las personas y sabía que aquellos dos hombres no eran humanos no creía para nada en esas historias. Y sí, suena cínico pero es la verdad. Lo único que creo es que estoy completamente loca, un trauma debido a la sucedido o algo por el estilo o al menos eso era mucho mejor que afrontar que los hombres lobo, los vampiros y las hadas vivían entre nosotros. 

La tarde era calurosa, hacía tiempo que no veía una tarde así, aunque encerrada en aquel hospital sólo me había deprimido más. Cogí uno de los libros de la estantería, siquiera me fije en el título, tampoco me importaba. Era la primera vez que salia, un pequeño jardín se estendía hasta llegar a la acera, flores adornaban todo aquello a excepción de un pequeño camino de piedra y un círculo con dos hamacas, una pequeña mesa  dos sombrillas altas cerradas por una enorme cinta. Dejando el refresco sobre la mesa me tumbé en una de las hamacas sin molestarme en abrir la sombrilla, quería disfrutar del contacto del calor sobre mi pálida piel. Mis largas piernas llenas de pequeñas pecas todavía tenían algún que otro moretón. Mis brazos al descubierto dejaban ver los numerosos pinchazos que me habían dado a lo largo de mis días en el hospital, y en mis muñecas dos círculos rosados en forma de pulsera debido a las cuerdas y el daño que habían hecho en ellas. Solté un leve suspiro negándome a pensar de nuevo en aquel día y me sumergí en la lectura. 

Habían pasado las horas y yo seguía en la misma posición a esepcción de que mi largo pelo pelirrojo ahora se encontraba en un alto moño y que la sombrilla lucía abierta debido a que mi tía se preocupaba por mi piel. El sol había disminuido pero el calor seguía en el ambiente, dejé el libro a un lado para dar el último trago de mi bebida ya acabada y me incluné adelante, descansando la espalda. En aquel momento un estraño cosquilleo recorrió al competo mi columna adentrándose en mi cuerpo hasta mi corazón el cual se aceleró. Una sensación que nunca antes había experimentado. Miré a mi alrededor para encontrarme con la mirada de un hombre, más bien un adolescente de mi edad, tal vez algo mayor. Sus ojos oscuros, casi negro se clavaron el mis ojos azules provocando un escalofrío más. Mis labios se entreabrieron y cuando estaba apunto de decir algo desapareció. Aturdida me dejé caer de nuevo sobre la hamaca, cerrando los ojos para olvidarme de aquella escena, todo estaba en mi mente, me recordé una vez más, pero aquellas palabras no servían de nada, no podía quitarme de la cabeza aquel chico, el cosquilleo que estaba segura que él había provocado. 

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jan 16, 2014 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

El deseo de sangre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora