Capítulo 2.

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Llevaba varios días tirada en una cama, bastante cómoda a decir verdad. Gente entraba y salía de la habitación, sus voces totalmente desconocidas para mí. Varios días después del incidente creí escuchar la voz de mi tía, la hermana de mi madre, pero mi cerebro que encontraba tan entumecido que tal vez sólo fue cosa de mi imaginación. 

Una semana después seguía tumbada en la misma posición, hacía días que intentaba moverme, decir a la gente que entraba y salía que estaba bien. Pero mi cuerpo no reaccionaba, ni siquiera uno de mis dedos. Aquel día me habían pinchado varias veces, tenían la esperanza de que con aquellas medicinas volviera a la vida, pero por muchos medicamentos que metieran en mi cuerpo yo me sentía exactamente igual. 

La puerta se abrió de nuevo, en aquella ocasión unos zapatos de tacón se paroximaron a mi cama. Aquella persona cogió mi mano apretándola con fuerza, mandando una descarga por todo mi débil cuerpo. Podía escuchar su respiración tranquila, dejó escapar un suspiro antes de comenzar hablar en un idioma totalmente diferente al mí. Pero aquella voz me llenó de esperanza, era mi tía, desde luego que lo era. Aunque era raro no me importaba que hablara en otro idioma, tal vez sólo me lo imaginaba, incluso me estaba imaginando que era ella... tal vez de verdad estuviera muerta. La voz de mi tía cesó, provocando que mi corazón se alterara, quería seguir escuchándola, estaba harta de estar sola. Mi mano quedó liberada, hice un gran esfuerzo por moverla, por volver atrapar la mano de aquella persona pero nada sufeció. Una labios húmedos tocaron mi frente antes de volver a escuchar los tacones salir de la habitación. Después de eso no tardé mucho en sumirme en un profundo sueño. 

Los días habían seguido pasando después de aquella visita. Ahora menos personas entraban en la habitación, pasaba días sin compañía y cuando alguno de los médicos se decidía a entrar podía sentir la pena en su voz cuando me hablaba. Podía sentir como todos se daban por vencidos, creyendo que nunca me volvería a recuperar. Pero yo estaba bien, estaba viva. 

Cuando pensaba que aquel día nadie vendría a verme la puerta se abrió. Un médico mayor, el que más me visitaba se acercó a mi cama. 

- Hola, Lyra. ¿Cómo te encuentras hoy? - aquello me tranquilizaba. Podía escuchar como jugaba con los aparatos provocando molestos ruidos en mi cabeza. - Tienes que recuperarte... no tienen muchas esperanzas contigo Lyra... quieren desconectarte de las máquinas... 

Eso fue todo lo que logré escuchar ¿desconectame? Si me desconectaban todo se acabaría... querían matarme. Mi corazón se aceleró casi podía sentir que se me saldría del pecho en cualquier momento. Podía hacerlo, podía moverme. Me concentré en uno de mis dedos, eso sería suficiente. El dolor apareció en todo mi cuerpo, un dolor que hasta entonces no había existido. Parecía que mi cabeza fuera a explotar, pero valía la pena intentarlo. Al final mi dedo anular se movió, mandando una descarga de dolor a todo mi cuerpo y con ello mis ojos se abrieron de golpe. 

El deseo de sangre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora