¿Eran mis pircings? ¿Mis tatuajes? ¿Mis ojeras kilométricas? ¿El puñetazo en el pómulo izquierdo?
No, aquello no podía ser, había borrado, eliminado, aniquilado todo resto de mi personalidad de mi anatomía.
¿La ropa quizás? Imposible. Me había iba vestida como ellos, con el mismo uniforme, iba disfrazada de niña pija. Incluso había logrado imitar la voz y la postura: no había diferencia entre ellos y yo.
¿Entonces qué? ¿Qué parte de la historia que me había inventado no era creíble? Lo ha había planificado todo. Lo había revisado todo millones de veces. ¿Qué había hecho mal? ¿Cuál había sido mi fallo? ¿Por qué todo el mundo me miraba?
Desde que había entrado en la clase hasta la hora de la comida había tenido todos los ojos puestos en mí.
Aquello me había desestabilizado tanto que no había sido capaz de entablar conversación con nadie. Lo que ahora me iba a costar la comida en solitario.
Suspire resignada. Esto era mucho más difícil de lo que me esperaba. Pensé que viniendo al instituto recuperaría los años de juventud que me habían sido arrebatados, pensé que podría vivir todos los momentos que un adolescente tiene que vivir para formarse como persona: los botellones, el primer cigarrillo, el novio, la primera vez, las amigas traicioneras, las que pierdes por el camino, los secretos embarazosos que salen a la luz .Para ser una persona en la sociedad. Una persona normal.
Por lo visto estoy desentrenada. Estoy en desventaja. Supongo que tendré que conformarme con los marginados del colegio que vienen hacia aquí, supongo que al haber accedido con una beca no podré habitar en el centro de esta pequeña ciudad, me tendré que conformar con la periferia.
Descartadas entonces las fiestas privadas en las mansiones con piscina, las tardes de compras en tiendas donde los precios tienen tantos ceros que desenfocan la vista, los novios ricos a los que robarles dinero entre "caprichito y caprichito".
Me quedan las migajas del gran pastel: el alcohol barato comprado en los chinos, los pircings hechos sin autorización de los padres como forma de rebelión, las charlas filosóficas a modo de consolación al ver que no queda nada más a lo que aferrarse.
Bueno en fin, habrá que joderse, ¿no?, llevo demasiado tiempo entre bastidores como para negarme ahora a entrar en acción, a tener un papel (aunque secundario en esta sociedad), llevo demasiado tiempo siendo un perro desamparada durante noche lluviosa en medio de la calle.
Así que esbozo mi mejor sonrisa y saludo a mi plaza en la sociedad con un sencillo y directo: "Hola".
Oigo el estrepitoso ruido de las sillas chirriando: se están sentando junto a mí en la mesa.
Antes de que pueda analizar lo que significa este acto una chica del grupo: una con el pelo negro esboza una agradable sonrisa antes de hablar:
-Hola, soy Ginebra, encantada de conocerte.
Aunque su amiga haya tomado la iniciativa, ninguno de los demás integrantes del grupo me dirige la palabra, tengo ocho pares de ojos mirando expectantes, todos y cada uno de mis movimientos. Por una vez que puedo degustar una comida decente, me la están fastidiando.
-Soy Trip - termino diciendo para cortar el incomodo silencio en el que nos hemos sumido.
-¿Y qué clase de persona eres Trip?- pregunta la otra chica con los mismos rasgos que Ginebra, gemelas.
-¿Qué pregunta es esa?
- ¿Eres una niña mimada o una becada-me pregunta uno de los chicos?, tan rubio que parece albino.