Prefacio.

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.Prefacio.

—¡Solo eres una maldita perra! ¡No tienes a nadie!—Gritó Hayley—. Le harías un favor al mundo si desaparecieras de aquí, de hecho, nadie te extrañaría ni te recordaría.

Krystal simplemente lloraba, no podía hacer nada al respecto, le atemorizaba responderle y que la situación empeorará.

—Y-yo... no te he hecho nada como para que me grites—Habló la joven, perdiendo la poca dignidad que le quedaba.

—No, no has hecho nada, ese es el problema, ¡no haces nada en este mundo!

Hayley empujó a Krystal, encerrándola así en el pequeño cubículo del baño de mujeres. Krystal no paraba de llorar, estaba asustada, harta, desesperada. Golpeaba las fuertes puertas de metal que le impedían salir de aquel desesperante espacio.

Pasaron así segundos, minutos, horas.

Fue el conserje quien la libró del estrecho cubículo, en el que estuvo las dos últimas horas de clase. Sentada en el retrete en el que tantas personas habían estado, sin poder hacer nada por culpa de su inseguridad.

Sus lágrimas habían cesado, pero si observabas con detalle su rostro, podías ver el seco rastro de estas. Su pequeña nariz estaba roja de tanto llanto.

Apenas salió de ahí, corrió lo más rápido que pudo hacia su casa, nadie la perseguía, nadie la buscaba, pero sentía la necesidad de correr para llegar a un lugar en donde se sintiera segura, sin estar asustada, sentirse libre...

Como siempre, sus padres nunca estaban en casa, lo cual la incitaba a hacer algo para acabar con su sufrimiento.

Las palabras de Hayley la habían afectado; desde ese momento pensó que las palabras de esta eran ciertas.

Krystal no tenía amigas, no era popular, tampoco era una nerd.

Solo era una más del montón.

Después de estar sumida en sus pensamientos, Krystal se dirigió a su habitación, su refugio. Aquel pequeño espacio que estaba decorado con pintura rosa, en donde colgaban unas zapatillas de ballet, ese espacio en donde no importaba que sucediera, ella se sentiría en paz, fuera de las burlas, fuera del bullying...

Abrió su mesa de noche, en donde se encontraban pequeñas láminas de metal.

Estaba decidida; no quería seguir siendo víctima de insultos a su persona, golpes, agresiones.

Tomó la primera que estaba a su alcance, respiró hondo y... empezó.

Con cada corte que hacía en su piel, podía sentir como se libraba de sus problemas.

No le importaba que le doliera, no le importaba nada, lo único que parecía importarle, era que el mundo se olvidara de ella.

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Hola!

Sé que está historia no tiene muchas visitas...

Pero, no sé sentia la necesidad de desahogarme... y pues, he aquí yo.

Espero llegar pronto a las 100 vistas...

¿Me ayudan?

KrystalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora