El quinto hombre en mi vida que me falló fue... mi padre de nuevo.
Y lo cuento como algo nuevo porque yo pensé que había cambiado. Me creí que las personas pueden cambiar. Me creí las mentiras que me decía. Me creí que realmente los hombres podían cambiar, a pesar de todo.
Sin embargo, le acaba de dar otro golpe a mi madre y le ha dicho insultos que si yo hubiera estado ahí, lo mataba.
Mi exterior es impasible pero por dentro soy un volcán, un huracán y una tormenta a punto de estallar.
El odio nunca muere, solo se acumula. Y lo que siento por él... me siento como si fuera a explotar.
Ya me lo había imaginado antes si volvía a pasar. Pensé: "voy a encerrar en su cuarto a mi hermano, voy a hacer lo que no pude hacer cuando era niña y la que le voy a dar el golpe soy yo. Le voy a decir todo lo que he estado concentrando en mí. Le diré cómo me arruinó". Pero no estaba. Así que le pegó a mi madre y mi hermano escuchó. Justo como no quería yo que pasara.
No estuve ahí para detenerlo.
Estoy escribiendo esto en mi cuarto después de ver a mi madre llorar y contarme todo, porque he sido su confidente desde hace años y todo su odio me lo ha pasado a mí.
Estoy enojada porque a pesar de ver sus ojos llorosos, sé que le va a perdonar. Yo no sé si pueda hacerlo.
Mi madre me dice que no me case con alguien como él, que no deje nunca que nadie me limite, que me case con alguien que me trate bien y me sea fiel. Qué cruel chiste.
Si he sido sexualizada y objetivizada desde pequeña, los hombres a quienes más amé me han roto el corazón, me han engañado y aunque no me han dado ni un solo golpe, me han dicho palabras que me han marcado y que me definen.