Parte 1

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«¡Emma, date prisa!» gritó Regina a una Emma encerrada en el baño, mientras ella acababa de ponerse sus tacones.

«¡Ya salgo!»

«Después soy yo la que siempre tarda»

«Porque es así, cariño...» replicó Emma desde detrás de la puerta

«¡Emma, llevamos diez minutos de retraso! ¿Quieres que tu madre....¡Santa Madre de Dios!» Regina no pudo acabar su frase porque al girarse se dio de frente con Emma apoyada seductoramente en el marco de la puerta.

«¿Decías algo?» preguntó indolentemente la rubia.

«¿Quién eres tú y qué le has hecho a mi Emma?»

Regina abrió y cerró la boca un par de veces al ver a su rubia en la puerta. Emma estaba deslumbrante. Su esbelto y musculoso cuerpo estaba vestido con un traje azul eléctrico de estilo griego que se amoldaba a sus estilizadas curvas como anillo al dedo y llegaba justo por encima de las rodillas. Por la parte de arriba, el vestido era asimétrico, dejando al descubierto su hombro derecho, mientras que el otro era cruzado por el único tirante de la prenda. Nada llevaba al cuello, era inútil, porque ninguna joya igualaría el brillo que esa noche iluminaba sus ojos aguamarina. Y esa gran melena dorada, en la que Regina adoraba enredar sus dedos, estaba recogida en un perfecta trenza que rodeaba la parte alta de su cabeza para después caer un poco por su nuca. Y para completar semejante imagen divina, la rubia se alzaba en unos zapatos de la misma tonalidad que el vestido, aunque con menos tacón que los de Regina. La rubia no quería caerse, era un torpe con ese tipo de calzado, y tampoco quería acomplejar a su mujer por su tamaño.

Durante unos segundos, Regina se perdió en esa celestial imagen, y solo volvió a la realidad cuando oyó la voz de Emma llamándola.

«¿Regina?»

«Ehm»

«¿Estás bien? ¿Acaso no te gusta?»

Regina la miró con esa mirada oscura cargada de deseo y de lujuria que hizo estremecerse a Emma desde la punta de los dedos de los pies hasta el último cabello de su cabeza. En dos largas zancadas, la morena estaba en su frente, invadiendo su espacio personal, y con su mano aferrando su cintura.

«¡Oh, Emma! Quiero arrancarte ese vestido con los dientes y no dejar que salgas de esa cama en toda la noche» Emma no podía sentirse más orgullosa del efecto conseguido. Se había vestido así únicamente para ella «Recuérdame por qué tenemos que celebrar mi cumpleaños con tus padres y con medio pueblo» dijo una Regina cada vez más excitada, mientras deslizaba sus labios por su oreja, bajaba por su cuello y seguía por el hombro desnudo de Emma. Esta también estaba a punto de flaquear, pero no podía, había gente esperándolas, entre ellos, su hijo, y además no quería adelantar acontecimientos.

«Porque dijiste que querías cambiar...»

«Ah, eso. La puedo demostrar mañana...» seguía insistiendo Regina, bajando sus manos por la musculosa espalda de Emma «Hoy quiero que seas mía, quiero celebrarlo solo contigo, matarte de placer...»

«Y porque se lo prometiste a Henry...»

«Henry...Está bien» dijo con desgana la morena mientras retiraba sus manos de la sedosa piel de la rubia, porque si continuaba tocándola no saldrían de casa.

«Y además...podrás desenvolver tu regalo a la vuelta» le contestó Emma con una sonrisa maliciosa y seductora que dejó a Regina más intrigada.

«¿Qué tramas en esa cabecita?»

«Ah, ya lo sabrás» decía Emma mientras iban bajando las escaleras para salir de la casa y dirigirse al restaurante donde todos las esperaban.

«Emma, no estoy contenta» dijo de repente seria la morena. Emma se detuvo y miró a su mujer con miedo pensando que había dicho o hecho algo que la había herido.

Inesperada sorpresaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora