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Conozco ese momento. Lo he vivido más de un millón de veces. ¿Sabes lo que es sentir la más absoluta felicidad? Yo sí lo sé, ojalá tú también. Querría describírtelo, contarte cómo en ese instante puedes sentir el mundo a tus pies. Todo brilla, tú brillas. Tienes la sensación de que toda esa felicidad no cabe dentro de ti, de que tienes más de la que necesitas, y la dejas escapar en forma de sonrisas. Y quieres contagiar al resto del mundo, y te sientes capaz de hacerlo. Hasta tu voz es distinta, sale en forma de melodía. Una melodía casi perfecta, que a menudo se ve sorprendida por esos tonos agudos que coloca la emoción. Y no andas, porque quién querría andar teniendo el don de volar. Y subes, subes cada vez más alto, hasta que no puedes más. Y te posas lentamente, al borde de un precipicio. Qué pequeño se ve todo desde arriba, qué poderosa te sientes. Pero sabes que el suelo está más cerca de lo que puede parecer desde ahí. Sabes que esa distancia se recorre en muy pocos segundos, porque lo has hecho otras veces. Sabes que no debes quedarte, porque piensas demasiado en el miedo que te da caer de nuevo. Tienes tanto miedo, que casi deseas tirarte para no tener que pensarlo más. Pero aguantas, aunque sabes que es ineludible. Y ya no te sientes tan grande. Sabes que han podido contigo otras veces, sabes que el enemigo siempre espera su momento, ese momento de vulnerabilidad en el que un solo soplido te empuja hacia lo inevitable. Y ese soplido llega. Y lo temes, aunque ya lo hayas vivido un millón de veces, aunque conozcas mil formas de chocar contra el suelo. Mientras caes sientes miedo, toda la felicidad se esfuma. Ya solo sientes angustia y desolación. No sé si sabías lo efímera que puede ser la felicidad. Cuando el primer centímetro de tu piel toca el suelo, sientes una descarga más de un millón de veces sentida, y sabes lo que viene después. La soledad, el hastío. El "nunca podré ser feliz". El "esto no tiene arreglo". El "¿cómo pude pensar siquiera un momento que había una oportunidad?". El llanto, la desidia, la desesperanza. Ojalá nunca lo tengas que sentir. Y a pesar de todo al cabo de un rato, te incorporas lentamente, y te calmas. Porque un millón de caídas no evitan el daño de la siguiente, pero consiguen hacerte saber que esa vez, también te levantarás...

Frases 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora