III

409 51 33
                                    

- ¡Era él, Alfred, te lo juro! – Damian podía jurar que veía como el gato rodaba sus ojos, juzgándolo loco – No me interesa que no me creas, gato estúpido, ¡llegaré al fondo de esto con o sin ti!

Las siguientes horas Damian se preparó física y mentalmente para el enfrentamiento final, que intuía sería esa noche.

Al caer el sol, estaba preparado, había puesto en orden sus armas y sus pensamientos, sólo su corazón seguía agitado... deseaba y temía el encuentro... tenía que hablar con él, necesitaba entender... convencerlo... traerlo a casa... a casa...

La luna apenas se intuía en la oscuridad de Gótica cuando una serie de dagas llovieron sobre la azotea de la Torre Wayne, mientras una segunda sombra se posaba sobre ella.

- ¿Listo para tu muerte, Batman?

- Esta noche nadie morirá, y mucho menos yo, Grayson.

- Talon

- tt ¿eh?

- El nombre es Talon. Grayson está muerto, ya te lo dije – mientras se quitaba la máscara.

Al instante ya estaban trenzados en la lucha, golpes volaban y hojas cantaban, mientras peleaban Batman trataba de razonar con el enviado de la Corte de los Búhos.

- Vamos, Grayson, sea lo que sea con lo que te retiene podemos arreglarlo. Regresa a casa.

El Talon ni siquiera se molestaba en responder, estaba totalmente concentrado en la tarea que le habían asignado: terminar con el Demonio-Murciélago.

- Grayson... Richard... Dick... déjame ayudarte, puedo salvarte... juntos podremos...

En medio de la pelea, Damian vio por un momento como los ojos de hielo del Talon se quebraban convirtiéndose en los ojos de su hermano: azules y limpios como el cielo.

- No, Dami y no hay salvación. Ayúdame. Mátame. Es la única manera, libérame de ellos.

En ese momento los ojos volvieron a tornarse de hielo y ataca ferozmente otra vez, dispuesto a matarlo de una vez por todas. Casi por puro instinto de supervivencia, Damian, por una vez hizo lo que se le pedía y se lo ordenaba, atravesando el cuerpo de su hermano con su katana.

El hielo de sus ojos volvió a derretirse un instante, antes de quebrarse y quedar vacíos, fijos, con una sonrisa de agradecimiento y dolor.

- Gra... ¡Grayson! Lo siento, lo siento... quédate conmigo, por favor, no me dejes de nuevo, hermano, te necesito, quédate... por favor, Dick, quédate esta vez...

Gracias, Dami suspiró la brisa del amanecer a su alrededor.

De Aves y MurciélagosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora