Segunda parte.

2.1K 51 6
                                    

Alcancé un paraguas del colgador y abrí la puerta de golpe, haciendo a las cortinas volar hacia dentro por la brisa, dejándome como panorama a Louis intentando que un cacho de maceta volviese a encajar en su sitio.

—¡Joder, Louis! —bajé el paraguas.— Casi haces que te mate a paraguazos.

—Buen plan para esta noche, sí. —me guiñó un ojo y escondió el trozo de porcelana entre las hojas dela planta.— En fin. —se acercó a mí a paso rápido y me rodeó la cintura con los brazos, caminando hacia delante, lo que me hizo retroceder hasta estar ambos dentro.— Estás radiante como siempre, Julieta. ¿Me dejarás esta noche ser tu Romeo? —su frente, pegada a la mía, sus ojos todo lo que yo podía ver, su sonrisa justo en frente de la mía.

—¿Sólo esta noche? —él me besó hasta que ambos caímos sobre mi cama. Me miraba en la oscuridad y sentí un enorme vacío en el pecho cuando me di cuenta de que jamás podríamos estar juntos en público, que no podría pedirme salir, tampoco podrá llevarme al altar algún día. Cualquier cosa de pareja que llevan a cabo las personas del siglo veintiuno.

—Hey, preciosa. ¿Qué pasa? Te has apagado. —salió de encima de mí y ambos nos sentamos apoyados en la pared.

—Deberías irte. —dije y abracé mis rodillas. Él alzó mi barbilla y me hizo mirarlo.— Mis padres podrían entrar en cualquier momento.

—Salieron a casa de los Henry. Había una cena por el compromiso de sus hijos, lo sé porque mis padres también van. He estado esperando a verlos salir con el coche para subir. —casi sonreí.

—Eso significa que hoy va a haber guerra en vez de fiesta. —Louis carcajeó y pasó un brazo por mis hombros.

—Ahora dime qué te pasa, Julieta. Tu pena también es la mía. —aprecié su apoyo aunque no estaba de ánimo para citas de Shakespeare. Y entonces lo miré a los ojos.

—Te quiero, Louis. —admití.— Y no podemos estar juntos por una tontería que ni siquiera creemos. Quiero estar contigo ¿sabes? Quiero que seas mío, —me moví hasta estar frente a él. — y yo ser tuya.

—¿Me quieres Julieta? ¿Con mis citas, mis constantes chistes malos y todo mi ser infantil? —se hizo el sueco.

—Con todo eso y más, Lou. —me incliné para besarlo y él me correspondió con sus manos en mi cintura, inclinándome hacia atrás.

Terminé tumbada en la cama, con él a horcajadas sobre mí. Sus besos se desviaron por mi mandíbula hasta mi cuello y los botones de la camisa se desprendieron a medida que sus labios iban recorriendo mi cuerpo.

La primera prenda de ropa cayó, y con ella todas las demás. Tanto la suya como la mía adornaban ahora los pies de la cama mientras podía sentir su piel rozándome, sus labios besarme y sus manos acariciarme.

—Te quiero, Julieta. Y nadie podrá impedir que tengamos nuestro final juntos.

Separó con cuidado mis piernas y se colocó entre ellas, para luego adentrarse en mí lentamente. Pegó su cuerpo al mío y me sujeté en sus hombros, ahogando mi agitada respiración en sus labios.

El cuerpo de Louis embistiendo contra el mío rápidamente consiguió que necesitase ahogar los gemidos en su cuello para no ser descubiertos por cualquiera de los cuidadores de la casa. Y él hizo lo mismo en el mío, así que mi corazón empezó a latir desbocado al sentir el hálito salir de entre sus labios.

El clímax me hizo explotar, cerrando los ojos y gimiendo en alto, así que él tuvo que cubrirme la boca con sus dedos, o nos meteríamos en problemas.

Disminuyó la velocidad antes de dejar de embestir y al salir con lentitud de mi cuerpo se dejó caer a mi lado para abrazarme. Y yo me acurruqué en su pecho mientras besaba mi frente.

Romeo y JulietaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora