Tercera parte.

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Me giré sobre los talones y la ilusión murió en el segundo en que lo hice.

—No recuerdo que este sea el camino a tus clases de música, ¿adónde crees que vas, Julieta?

Sobre los hombros de mi padre pude ver a mi madre mirarme con decepción y a Sofía sin poder mirarme a la cara, con la cabeza gacha. ¿Acababa de ser traicionada por mi mejor amiga?

—Contéstame. ¿Esperas a tu Romeo? —carcajeó cínico cuando intenté soltarme, pero su agarre no cedió. Fue entonces cuando vi a Louis aparecer detrás del edificio de la plaza.

—Lo siento, papá. —fue lo único que dije antes de hacer acopio de todas mis fuerzas para golpearlo después con mi rodilla en su entrepierna, lo que lo hizo soltarme sin más remedio.

Aproveché que él estaba encorvado y vulnerable para darme prisa y cruzar la calle. Corrí hasta allí, Louis, que por fin me había visto me miró con una sonrisa. Luego, una mueca de horror se hizo paso en todas sus facciones.

—¡Julieta, cuidado! —exclamó.

Pero ya era tarde. Segundos después un chirriante sonido sonó a mi lado y me sentí arrollada por una fuerza descomunal, cayendo después con un golpe seco al suelo.

Lo siguiente que oí fue el grito de mi madre, el murmullo de la gente y alguien arrodillándose a mi lado, mientras todo lo que veía era blanco y mi cabeza retumbaba. Lo cual era lo único que sentía, el resto de mi cuerpo aparentaba haber desaparecido.

—¡Julieta! ¡Julieta, abre los ojos! —su voz. Era la voz de Louis lo que me mantenía consciente en mi interior, a pesar de que todo lo demás me empujaba a dejar de luchar por estarlo. Lo oí llorar y si aún quedaba algo de mi corazón, acababa de romperse, porque no podía hacer nada para remediarlo. Se acabó. Yo me acabé.— No te rindas, nena. Hoy es nuestro día, vamos a conseguirlo. Tenemos que caminar de la mano, ¿recuerdas? Y vamos a hacerlo hoy, aguanta, te pondrás bien lo prometo.— Un suspiro fue lo siguiente que oí.— Tu mano está fría, vamos Jul, no te vayas, te amo. Tienes que quedarte conmigo, por favor. —ni siquiera lo sentí coger mi mano, pero sí cómo esa sensación de sueño se apoderaba de mí.

—¡Apártate de mi hija, Tomlinson!

—¡No! —lo que oí parecía alguien forcejeando, luego unos labios chocaron con los míos. Podía sentir el roce de ellos.— También tus labios están fríos, aunque sé que estás oyéndome, nena. Todo va a salir bien, ¿vale? Todo se pondrá bien. No puedes dejarme, no ahora. —me pareció sentir humedad en una de mis mejillas, pero no eran mis lágrimas, eran las suyas.— Yo te amo, Jul. Te amo.

Si algo de mí quedaba vivo se hinchó de felicidad con aquello, pero se desvaneció, todo se desvaneció. Ya no había tiempo, así que reuní el aliento que pude para responderle.

—Ojos mirad por última vez, brazos dad vuestro último abrazo, y vosotros, labios, puertas del aliento, sellad con legítimo beso la muerte fatal.

Y con ese susurro mi último latido.

| ... |

Narrador omnisciente.

La lápida fue colocada sobre la tierra donde yacía el cuerpo de su amada, Julieta Guerini , y a él ni siquiera le estaba permitido dar su último adiós. Allí, de pie bajo un árbol, despedía el que debía haber sido el comienzo de una nueva vida juntos. Quién sabe lo que podrían estar haciendo ahora de haber sido otra su suerte; caminar de la mano como ella quería, besándose, en tren a otra ciudad, o simplemente sentados bajo un portal en otro de sus constantes tira y afloja sobre citas de la obra de Shakespeare tan parecida a su historia.

Pero lo único que vivía ahora es la falta de la persona que más amaba en el mundo. ¿Vivir? Nadie diría que este chico estaba vivo si sintieran en vacío que hay en su interior, el cual se desinflaba todavía más con el derrame de sus lágrimas.

La rosa azul que llevaba en la mano, provocando con sus espinas heridas en sus dedos, sería su despedida cuando quedasen solos en aquel cementerio. Porque él sabía que era su favorita, aunque también conocía que una rosa de ese color significaba el olvido.

Y él jamás sería capaz de borrarla de sus recuerdos, a ella, que lo había enamorado con una simple mirada cuando llegó a su instituto, con nombre peculiar y una historia por detrás, a la única que lo había enseñado a olvidarse de pensar en los obstáculos de su relación, a ella de piel suave y un cuerpo que encajaba con el suyo como piezas de un mismo puzle.

Y ya no estaba a su lado.

Unos metros más allá, una chica llora desconsoladamente. Ella es la culpable, ella la mató al traicionarla y esas palabras jamás abandonarán su mente. La muerte de Julieta es mucho peor de lo que creyó que pasaría si contaba sus planes a sus padres. Esperaba que la devolviesen a Londres, o le impartiesen clases en su casa sin dejarla salir, pero su plan había fallado hasta tal punto de encontrarse con un ramo de flores blancas entre las manos llorando la última despedida.

Y lo único que había pretendido es que fuese feliz.

La vida de muchos terminaba hoy allí, y cuando la última flor, la de su amado, fue puesta sobre su tumba no había vuelta atrás. La trágica historia de dos amantes separados por sus familias llegaba a su fin en el mismo momento en el que podría haber comenzado.

La mañana ahora nos trae una paz sombría, el sol, dolorido, no muestra su rostro. Salgamos, y hablemos de estas tristezas, unos verán perdón y otros castigo, pues nunca hubo una historia de más dolor que esta de Julieta y su Romeo.

Romeo y JulietaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora