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Pasaron unas semanas, hacía cada vez más calor y ya solo faltaban unas dos semanas para la Navidad. Una tarde en el club escuché que Matías estaba en la ciudad y no pude evitar volver a pensar en Luna. Recordé que había dicho que me avisaría cuando su hermano volviera para organizar un reencuentro, pero ahora dudaba que lo hiciera. Al día siguiente tuve que pasarme por la redacción para buscar un cheque con los pagos por mis primeros trabajos. Estaba saliendo cuando me choqué con Luna.

-Lo siento... Luna, hola, ¿Cómo estás?

-Hola, no es nada. Yo bien, salí a comer y perdí la noción del tiempo, ahora llego tarde...- parecía apurada y algo nerviosa.

-Bueno, suerte entonces. – me hice a un lado para dejarla pasar y seguir mi camino.

-¿Nadia? – me llamó. -mi hermano está en la ciudad, seguro hace una reunión con amigos o algo, ¿te llamo y te aviso?

No estuve segura de si había sido una pregunta o una afirmación, pero igual le contesté:

-Sí, seguro. Nos vemos.

Ella sonrió y entró a la redacción.

Dos días después recibí su mensaje:

"El sábado a las 10 en nuestra casa, si sigue este calor es fiesta con pileta"

Después me enteré que Claudia y otras de las chicas también habían sido invitadas. Aparentemente, Matías tenía ganas de reunirse con viejos amigos de la secundaria y el club. Tenía verdaderas ganas de ver a Matías después de tantos años, pero no me emocionaba tanto el reencuentro con mis compañeros de secundaria o del club. Las cosas habían cambiado mucho desde ese entonces, o al menos así lo sentía yo. Claudia si estaba realmente entusiasmada y no dejó de hablar de tema hasta que llegó el sábado. Nos juntamos con las chicas antes de ir y fue imposible que mi salida con Luna no fuera tema de conversación, hasta ese momento sólo Claudia conocía los detalles.

-¡Por Dios, Nadia, no puedo creer que te hayas comido a Lunita! – No sabía si Marina estaba sorprendida o emocionada por lo que acababa de contarles. – Tenés que hablar con ella, seguro pueden arreglar las cosas y quien sabe...- me codeó entusiasmada y todas se mostraron de acuerdo.

-No sé chicas, sigue siendo la hermana de Matías.

-Matías se fue y no te habló en años, no le debés nada. – insistió Rosana.

Llegamos a la reunión y era realmente una fiesta. Hacía calor así que muchos estábamos en la pileta. Había comida y por sobre todo mucha bebida. Cuando saludé a Matías parecía que ya hacía rato que venía bebiendo.

-¡Nadiaaaa! ¡Qué bueno verte, amiga! – me abrazó efusivamente. A mí también me alegraba verlo, a él y a varios de los chicos. Nos conocíamos del club y algunos incluso habíamos hecho la secundaría juntos. Terminamos sentados en una especia de ronda, recordando viejos tiempos.

Luna también estaba en la fiesta, pero se encontraba con otro grupo más alejada. Reconocí a algunas de las chicas y chicos que iban a la escuela en su curso. De Fabián ni rastros. Cada tanto la miraba y ella a mí, pero nuestra interacción no pasó de un saludo a la distancia. Desistí de intentar hablar con ella esa noche y me dediqué a disfrutar de mis viejos amigos.

La pasé realmente bien, las cosas no habían cambiado tanto. Es decir, sí, todos habíamos cambiado, cada uno con su vida, su trabajo, algunos incluso ya con familia. Pero nuestra relación parecía ser la misma de siempre. Como muchos aun jugaban se fueron temprano, había partido al otro día. Para los dos de la mañana sólo quedamos Claudia, Ramiro, un amigo de Matías que no conocía, yo y Luna. Sus amigos también se habían ido.

El calor era insoportable, incluso a esa hora. Me metí en la pileta para refrescarme y luego me senté en el borde con los pies en el agua. Mientras charlaba con los demás, observaba a Luna charlar con el amigo de Matías al otro lado de la piscina. Estaba preciosa con su bikini. El chico hacía chistes y ella reía. Varias veces me descubrió mirándola y yo apartaba la mirada y fingía interés en la conversación. Quería encontrar la oportunidad de hablar con ella. Mientras tanto, el chico intentaba captar toda su atención. En un momento lo vi acomodarle un mechón de pelo detrás de la oreja, demasiado contacto para mi gusto, sentí una punzada de celos. ¿No se suponía que era lesbiana? ¿Por qué coqueteaba con ese chico?

-Juguemos un partido, somos seis justo, podemos hacer tres contra tres. -Matías interrumpió mis pensamientos con su propuesta.

A todos les pareció genial. Matías había colocado dos aros de básquet bajos, uno a cada extremo de la pileta. Separamos los equipos: Matías, Luna y yo contra Claudia, Ramiro y el amigo de Matías. Enseguida se puso competitivo, en especial entre Matías y Ramiro. Yo marcaba a Claudia, ambas nos empujábamos y saltábamos una arriba de la otra. Luna forcejeaba con el amigo de su hermano que parecía disfrutarlo. Claramente no era jugador de básquet, no era muy alto, apenas un poco más que Luna, pero tenía buen cuerpo. Por otro lado, Luna me ignoraba siempre que podía, sólo recibía la pelota si venía de parte de Matías o si yo misma la recuperaba. La situación me estaba fastidiando, así que decidí que ya era demasiado tarde para mí y anuncié que tenía que irme. Por suerte, también a Claudia le pareció que era hora de irse.

Fui a la habitación de invitados dónde habíamos dejado las cosas para cambiarme, no quería volver en el auto con la malla mojada puesta. Ya me había quitado la parte superior cuando alguien entró.

-¿Ya te vas?

- ¿Luna? – me apresuré a cubrirme con la toalla. -Sí, sí... es tarde.

- ¿Te gusta Claudia? -me miraba fijamente a los ojos.

-¿Qué? Noooo.

-Pero te acostaste con ella.

-Sí... bueno.... Pero eso fue hace mucho... Luna.

-¿Te gusto yo?

-¿Qué? – Ahora la tenía parada frente a mí, muy cerca. Me perdí en sus ojos, eran de un color miel claro y me miraban con tal intensidad que me impedía moverme.

-¿Te gusto?

Asentí. Me gustaba, había estado mirándola toda la noche, no había dejado de pensar en ella desde la noche del boliche. Sí, me gustaba.

Luna no dijo nada y posó sus labios en los míos. Correspondí a su beso con ganas, tomé sus caderas y la pegué más a mi cuerpo, ella pasó sus brazos por mi cuello y profundizó el beso. La toalla con la que me cubría cayó al suelo. Luna me besaba casi con desesperación y de un momento a otro abandonó mi boca para dirigirse a uno de mis pechos.

-No, Luna. -la detuve- acá no.

-Llevame con vos. – me miró con los ojos brillosos mientras apretaba con fuerza mis manos.

-¿Qué?

-Quiero irme con vos, Nadia.

-¿Ahora? ¿qué le vas a decir a tu hermano?

-Que me vas a alcanzar a lo de una amiga, no sé, no importa, pero llévame con vos, por favor. – pidió.

-Está bien. – acepté.

Su rostro cambió ante mi respuesta y me dedicó una sonrisa de agradecimiento, luego bajó su mirada y recordé que estaba prácticamente desnuda ante ella. Me apresuré a tomar la toalla para cubrirme nuevamente y la escuché emitir una risita.

-Me cambio y vuelvo. – dijo y volvió a dejarme sola en la habitación.



Esto sigue, Gracias por leer!!!

Encestó en mi CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora