KM.45
Ni siquiera la luna en esa noche fría había salido a acariciar su rostro, sus cansados ojos seguían buscando en el infinito manto negro solo una estrella que le devolviera la cálida esperanza y la sensación de que todo estaba bien, pero, solo escuchó el silbido del viento... susurrando desolación. Aquel hombre, de edad mediana y de cabellos canos, se encontraba parado, en medio de la solitaria carretera; esperando un encuentro que debió ocurrir hace tantos años. Sintiendo el peso de la culpa por lo que actualmente estaba ocurriendo. Observó por un instante, sus zapatos, cubiertos de polvo, mientras seguía de manera inquieta moviendo su pie izquierdo, dibujando líneas y círculos en el suelo. Dejó de pensar por un instante en el tiempo, pero no podía disimular su ansiedad. ¿Cuánto más esperaría?, – su reloj de muñeca señalaba las 11:54 pm de la noche. Sentía que el frío calaba su cuerpo, le sudaban las manos por el nerviosismo que lo embargaba; Se abotonó el abrigo evitando que pasara el incómodo viento y... ,¡siguió esperando!.
Todo se había suscitado unos cuatro días antes, cuando, Maritza, que había llegado recientemente a esta ciudad, había quedado con su único hijo, Frank, de 16 años de edad, en encontrarse en una determina agencia de transporte, para luego seguir viajando. El tenía la costumbre de viajar a las montañas, cada vez que salía de vacaciones en la escuela, esta vez, Maritza quiso acompañarlo, pero su trabajo la retrasó, por ello, él tomó la delantera; Sonó el celular. Era Frank; el autobús en que llegaba estaba cerca y deseaba alegremente avisarle a su madre su llegada:
–¡Aló Frank!..., ¿dónde estás, hijo?
–¡Mamá, el autobús está acelerando demasiado!... ,¡por favor deténgase tengo que bajar!– gritaba, asustado el muchacho.
–¿Hijo, dónde estás? Respondió Maritza, preocupada.
–Estoy llegando a la Av. Cooper; ahí donde nos íbamos a encontrar– replicó; Frank, alarmado
–¡Aló...Aló, hijo! –la comunicación se cortó en ese momento.
Maritza, salió desesperada buscando el autobús que pasaría en cualquier momento. El vehículo pasó a toda marcha como si se le hubieran vaciado los frenos, y por unos segundos pudo ver a su hijo golpeando con sus manos violentamente, la ventanilla de aquel autobús... ¡El trataba de escapar!. Y por momentos le gritaba algo, pero era imposible escucharlo con tanto ruido del tránsito. El rostro de aquel adolescente reflejaba pánico.
En vano, la angustiada madre corrió desesperadamente tras el vehículo hasta verlo desaparecer. Buscó a un policía entre la multitud de personas que caminaban por la avenida y al encontrarlo lloraba desconsolada mientras decía nerviosa... ¡Ayúdeme por favor... a mi hijo lo han secuestrado!
Las autoridades la llevaron a la comisaría más cercana. Se tomó nota de lo ocurrido y se asentó la respectiva denuncia de la desaparición del menor; luego, investigaron a la agencia de transporte, pero informaron que ninguno de sus autobuses habían llegado a su terminal ni pasaron por la Av. Cooper, a la hora en, que ocurrieron los hechos; más aún ninguno de sus vehículos llevaba la palabra "IMPLORA" de color rojo, en el chasis lateral, como lo había descrito la señora; Además, se preguntó a muchas personas que trabajaban cerca de la zona, si habían visto un autobús de esas características, pero nadie daba razón de aquel hecho, las autoridades advirtieron a la desconsolada madre que seguirían con las investigaciones del caso y la pondrían al tanto si tenían alguna noticia.
Pero el corazón de una madre no se queda impávida ante la menor desgracia de un hijo. Ella siguió haciendo las averiguaciones del caso de manera particular, iba seguido a la empresa de transporte en que habían acordado encontrarse, con la esperanza de ver a su hijo de regreso o buscaba por los alrededores de la zona aquel autobús de color azul, con la palabra "IMPLORA" escrita en el misterioso vehículo. Habían pasado 14 días de la desaparición de Frank. Cansada de buscar alguna señal que le diera la esperanza de entender qué estaba sucediendo; decidió marcharse a su hotel a descansar de tanta tensión iba a salir de esa caótica avenida que sólo le traía malos recuerdos. cuando de repente mientras secaba sus lágrimas con un suave pañuelo, se acercó a ella, una anciana, cuyos cabellos blancos brillaban como la plata; éstos estaban recogidos graciosamente por un moño negro, en el cual se apreciaba un hermoso bordado de flores lilas; parecía que el viento por ello no se atrevía a despeinarla, sus arrugas estaban impregnados de la experiencia de su larga vida y su mirar irradiaba ternura, llevaba en su brazo izquierdo un canasto de paja donde había acomodado diversas frutas que ofrecía a los pasajeros de aquel terminal; eso le proporcionaba algunas monedas para sobrevivir.
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MACABRA ...¡VERDAD!
Misteri / ThrillerMacabra...¡Verdad! El doctor Steven Breken y el ex convicto Spencer ingresan a una vieja taberna conocido como el "Tugurio", tratando de disipar sus problemas personales, sin presagiar que sus vidas están a punto de cambiar, con sólo escuchar las m...