4. La boda

4 1 0
                                    

Llego el día de la boda de Miguel, quedaban tan sólo unas horas para que diera el sí quiero, a la novia misteriosa.

- No se como puedes casarte. *Le dijo Sergio a Miguel*

- ¿Por que no?

- Te vi a noche, o sea eres un cabrón. Aún no se por que te casas.

- Por que esta buena y gana pasta. ¿Contento?

- Perdón que interrumpa esta conversación, pero a pesar de que eres mi amigo, debo decirte que no deberias casarte por eso, pero si es lo que quieres te apoyo, al fin al cabo ni conozco a tú futura esposa, pero Miguel algún día se dará cuenta de lo cabrón que has sido. Pero bueno como amigo a mi me tendrás.

- ¿No se apoya a una tía que no se conoce? Por que es nuestro amigo el que esta haciendo algo que esta mal. ¡Venga ya!

- ¿Y si ella hace lo mismo? *Le respondí a Sergio*

- La mató. *Dijo Miguel muy serio*

- Pero no se sabe si lo hace. Paso de esta conversación. Yo me voy a sentar ya para ver este espectáculo. *Sergio dicho esto salió dando un portazo*

- No debería sentarte tan mal, tu haces lo mismo. Me voy ya al juzgado con Sergio, te veo ahí.

Llegamos al juzgado, y tomamos asiento, eso si antes estuvimos tomandonos unas cervezas y hablando de lo que realmente pensabamos de todo esto, y de que lo apoyariamos.

- Tío de verás me entra ganas de decirle todo a la podre.

- Sergio, no se que es mas importante si la amistad o no traiciona mi forma de pensar respecto a esto.

- Hay que ser fiel a uno mismo ¿No?

- ¿Y a los amigos?

- Vale es complicado esto. Kefrem odió esta boda y me odio a mi por no pararla.

- No se como Miguel esta tan tranquilo.

Empezó a sonar un hilo musical, Miguel miró hacia la entrada, y yo volví la cabeza para ver a la misteriosa novia, lucía un vestido crema, me recordaba al vestido de la bella y la bestia, era similar a ese, lo se soy un chico pero tengo muchas primas y me han echo ver muchos dibujos de princesas, a lo que iba, el pelo lo tenía recogido en un moño, y el velo tapaba su rostro. Cuando llego a mí altura senti que me miraba, pero cuando quise ver mas allá del velo volvió la cara, me quedé tal y como estaba, sin saber quien era esa mujer con la que se casaría mi amigo, uno de mis mejores amigos. Llegó a la altura de Miguel y él le echó el velo hacía atrás.

- ¡NO JODAS! *Me levante de la impresión diciéndolo demasiado alto sin querer*

Toda las personas que estaban esperando el enlacé me miraron. Yo no pude hacer nada mas qué mirar a mi amigo que me agarraba el brazo para sentarme.

- Me tengo que ir.

- Kefrem, es Miguel no le hagas ese feo.

- Es ella.

- Para esta boda no seas imbécil. *Dijo levantándose*

- Es mi amigo, me gusta su casi mujer.

- Él no la ama joder.

- ¡KEFREM ¿ESTAS BIEN?! *Grito Miguel*

- Tengo que irme, adiós.

- ¡TIO, ESPERA! *Miguel corrio atras de mi y me paro antes que pudiera salir* ¿Que te pasa?

- ¿Por que no me dijistes que tu novia era la de la revista?

- ¿Que dices?

- La chica que te enseñé en la peluquería.

- Ni la vi amigo. ¡Espera! ¿Te gusta mi novia? ¡Que cabrón!

Sin esperarmelo recibí un buen puñetazo de mi amigo.

- Miguel, vete al carajo, se acabó la amistad. *Comencé a caminar hacia Beatríz* Sí te casas con este individuo, que sepas que no vas a caber por la puerta de las astas que tienes. Y no estoy hablando así por que me gustes, si no por que tengo pruebas y puedo enseñartelas. Ahora dicho esto me voy con mi conciencia bien tranquila.

Comence a caminar hacía la puerta, justó a cruzar el umbral de la puerta, se oyeron unos tacones caminar hacia mí.

- ¡Espera! Por favor, espera. *Me agarraron unas finas manos del brazo, haciéndome detenerme* ¿Por que dices eso?¿Que tienes? Kefrem dímelo.

- Fotos de hace unos días, de hace unos meses. Y cualquiera de nuestros amigos puede decirte que nunca nos hablo de ti.

Beatríz con lágrimas en los ojos me apartó a un lado y corrió hacia la salida de aquel juzgado. Me quedé quieto viendo como se iba, mis piernas no reaccionaba, hasta que desapareció de mi vista, pero para ese entonces tenía un puñetazo en la mandíbula, todo fue tan rápido, que no puede racionar, no hasta que recibí una patada en el costado. Hasta ese momento no lo agarre del cuello, sintiendo la dificultad al pasar la saliba y viendo como su cara resflejaba no tener aire. Lo tiré al suelo de un ágil movimiento y corrí hacía la salida. Pero ya no estaba, comencé a caminar hacía la casa de Diandra, para recoger a mi hijo Rodrigo y tomarme un helado con él, él es la única persona en el mundo que me tranquiliza, que me hace sentir paz. Y la necesitó para no matar a Miguel a puñetazos limpios. Y para no hundirme por una mujer.

La NoviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora