Prólogo.

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Atravesó las grandes puertas de madera, parecía hecho de mármol. Aquel joven no parecía tener más edad que yo. Su piel era como el color de la nieve. Vestía una ropa que solo había visto en pinturas antiguas de la clase de historia, no parecía de esta época.
Yo estaba observándolo, no faltaría mucho para que la lluvia llegara a nosotros. El hombre cuyo rostro desconocía buscaba desesperadamente algo por todo el umbral. En la pequeña habitación no habían muchos lugares dónde ocultar algo, habían un par de muebles antiguos a lo lejos, y una chimenea con un fuego intenso para mantener aquel oscuro lugar alumbrado y caliente. El joven buscó en cada recóndito lugar de la habitación. El siseo constante de la lluvia y el viento sobre el techo no aminoraba jamás, hasta que se convirtió en un ruido de fondo, aquel misterioso joven estaba desesperándose. Fuera podía sentirse el granizo caer, «no me quedaba mucho tiempo» repetía sin parar, «debo encontrarlo, no les puedo fallar, no yo» siguió con su búsqueda, sin éxito.
Trataba de ayudarlo pero no me escuchaba, sabía que era solo una mala jugada que me hacía mi mente, tenía mucho tiempo que me ocurrían este tipo de cosas, pero esto era diferente, se sentía real, podía sentir el frío y el miedo de aquel joven, escuchaba con claridad el granizo fuera.
El joven volvió hacia la pequeña chimenea y sonrió. avanzó feliz, había encontrado lo que había estado buscado. Abrió los grandes ventanales e intentó apagar el denso fuego, pero fue imposible, intentó lanzar agua del exterior pero la vieja chimenea se negaba a matar el fuego que en ella vivía, y lo comprendió, no quedaba nada más por hacer, sudando, miró el intenso fuego y cerró los ojos con fuerza mientras metía las manos en el intenso calor, sorprendido, al ver que no le hacía daño el fuego buscó dentro de las vivas llamas, encontrando un sobre. El joven, sacó de las llamas un viejo sobre de pergamino, debía mantenerlo lejos y protegerlo de los peligros y salió de la habitación. Lo seguí a través del mal tiempo, caminó por la oscuridad un largo tramo, caminamos por el pasto mojado y sobre el viento atroz. El joven estaba hecho un júbilo, al parecer lo que buscaba era de mucha importancia, caminábamos a prisa, tenía que hacer grandes esfuerzos por no resbalar por el lodo que formaba la tierra y la interminable llovizna. A lo lejos, brillaban un par de luces, el joven caminaba aún más rápido directo hacia aquellas resplandecientes luces.

Las luces provenían de una taberna, al lado de esta habían algunas viejas carrozas, aquel desconocido se aproximó al porche decidido a atravesar el umbral. Cuando ambos entramos a aquella taberna habían muchas más personas, todas bebían alegremente y vestían ésas ropas antiguas que veía en pinturas históricas, la taberna era aún más antigua que la vestimenta de aquellos hombres. La iluminación eran únicamente múltiples velas en las mesas, La mayoría de aquellos hombres llevaban el cabello largo e intensas barbas, a algunos de ellos les colgaba por el cuello un collar incluso más brillante que la luz emanada por las velas.

El chico que seguí parecía estar buscando a alguien en específico -miraba en todas direcciones posibles- y se alegro de ver al tabernero.

-Busco a un hombre - le dijo el chico al tabernero, situado detrás de la barra - me dijeron que tú podías ayudarme.

El tabernero, un hombre alto y con una barba tan larga como él miró al chico directamente a los ojos.

-Imposible, no puedo ayudarte.

- Necesito encontrarlo - replicó

-¿Quieres un trago? - el tabernero lanzó un tarro con algún tipo de licor barato -necesitas entrar en calor -dijo mirando su ropa empapada por la lluvia.

El joven lo miró con ojos suplicantes.

-Necesito hablar con él - insistió - me dijo que me ayudarías a encontrarlo, él lo prometió.

-Es fácil hacer promesas cuándo no está tu vida en peligro -el tabernero estaba nervioso pero se negaba a mostrarlo - no le gusta que lo molesten.

El joven comenzaba a impacientarse, descubrió su pecho y en el colgaba un piedra luminosa como el de los demás hombres que bebían alegremente en la taberna, pero el de él no era sólo de un color, brillaban 8 colores diferentes.

El tabernero se asombró al ver tal piedra en el pecho de aquel joven.

-¿Dónde lo has conseguido? -el tabernero palideció- eso, significa que... No, me niego a creerlo, no, tú no ... Eres tan joven.

-Soy yo -confirmó el joven- el rey me confió la piedra en persona, ahora, por favor -insistió nuevamente- necesito verlo.

-Por ahí hubieras comenzado muchacho, pero no puedo molestarlo, -hizo una mueca- no puedo si no lo encontraste aún.

-Lo he encontrado -confirmó.

El joven debía entregar el sobre, era su deber para con el rey, debía salvar el reino del mayor peligro, la oscuridad que se propagaba con rapidez.

-Él único que puede ayudarte
está en el bosque, por allí -señaló con el dedo hacía la pequeña ventana -tienes que ir ya -el tabernero parecía realmente preocupado - ésas malditas sombras ya deben saber que lo tienes.

El joven salió a toda prisa, sin decir nada más al viejo tabernero, ignorando a los hombres que bebían sin saber lo ocurrido. Era una noche oscura, la más oscura que yo había visto. El bosque era aún más oscuro y tenebroso, se sentía el peligro en el aire, incluso parecía que los árboles se preparaban para lo peor. Cada paso que daba estaba bien visualizado.

El único ruido era el de las pequeñas ráfagas de viento y el ulular de las aves.
Corrieron rápidamente.

-Llegas tarde -murmuró una voz en la oscuridad- las sombras no tardaran en llegar -aseguró la voz.

-No pueden llegar a ella -aseguró el joven - debemos protegerla.

-Dámela -dijo la voz en la penumbra- la entregaré yo, tú ya haz hecho tu trabajo. Y, ella estará segura, nacerá cuándo sea oportuno.

El joven dudó pero era verdad, su trabajo había concluido y sabía que el nacimiento de ella no dependía de nadie, pasaría cuándo fuera necesario.

En ese momento se encendieron miles de metros del bosque, todo se iluminó. El hombre de la voz misteriosa quedó al descubierto pero no se veía su rostro totalmente, llevaba una capucha. sólo se veía su barbilla nívea, el hombre tomó el extraño sobre de las manos del joven.

-¡Corre! -le gritó al joven - y no te detengas.

Sin dudarlo el joven corrió con miedo en sus ojos, el hombre corría atrás de él.

-Ella no tardará, debe saberlo y debe gobernar su reino, el rey morirá algún día y sólo ella nos salvará -la voz del hombre era agitada por correr- la profecía lo dicta, ¡Nacerá con los mortales y salvará Ovitte!

El joven no entendía nada pero no pregunto a que se refería, solo corría por su vida. El fuego se intensificó y el joven resbaló. El hombre no se detuvo a ayudar al joven solo gritó mientras se alejaba;

-No puedo ayudarte más, si me detengo moriremos los dos.

El hombre se alejó con el sobre dejando al joven. El fuego se aproximaba y era fuego verdadero, sabía que su muerte se aproximaba e intenté, desesperadamente ayudarlo. Lo intenté levantar pero mi mano lo atravesaba, intenté de nuevo pero fue imposible.

Las llamas fue lo último que vio el joven.

«El clima de hoy no será favorable, recomendamos salir abrigados, hay pronostico de lluvia » decía el noticiero matutino y me alegré, sólo era un mal sueño.

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⏰ Última actualización: Jul 09, 2019 ⏰

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Ovitte: La reina perdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora