EPÍLOGO

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Después de que Derek se llevó a Leonor, me dediqué a conseguir otra esmeralda, tuve que matar a muchas personas, y poco a poco los aullidos se hacían más pesados. Me acostumbré a la oscuridad del lugar y tuve que aprender a defenderme, a buscar un lugar donde pasar la noche y descansar, a casar y al sabor de la comida cruda.

Esto era peor que una jaula, era el infierno mismo, y necesitaba salir de él, sentía que poco a poco iba perdiendo la cordura, y que nunca regresaría con Leonor.

Un día, oí un grito y corrí a ver que era, al llegar me escondí detrás de una pared. Una chica estaba debajo de un tipo enorme, la vi y salí del escondite, el tipo me vio y no le importó, siguió golpeando a la chica.

—¡Ayúdame! —gritó la chica.

—¿Tienes una esmeralda? —le pregunté y saqué mi cuchillo esperando que me dijera que sí para poder matar al tipo. La chica se quedó callada, y empezó a llorar con desesperación.

—Lo siento, sin esmeralda no hay trato. —le dije, me di media vuelta, guardé mi cuchillo y me alejé corriendo, los gritos de la chica se iban haciendo cada vez más suaves, mientras más gritos los iban cubriendo. Aquí aprendí algo, no ayudes a nadie y si ayudarás a alguien, te debes de asegurar que la recompensa valga tu vida.

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