Aliados I

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Todo ser humano ha experimentado en algún momento el miedo, es una emoción que todo ser viviente conoce, es lo que nos mantiene alerta de lo que hay a nuestro alrededor, aunque para muchos representa una debilidad esta puede detonar una fuerza oculta en cada uno de nosotros. Sobrevivir eso será lo único que importara.

-Estoy cansado de esto Scott-

-En cuanto obtenga la muestra podrás abrazar tu almohada de nuevo... solo afloja un poco más las piernas-

-me duele... ¿realmente tienes que hacer esto ahora?-

-necesito muestras frescas, así que deja de quejarte y afloja un poco-

No era la primera vez que Scott me usaba de conejillo de indias para sus experimentos pero eso no evitaba que me sintiera incomodo o avergonzado. Desde que nací tuve que permanecer oculto, mis primeros años de vida fueron restringidos por las paredes de mi hogar. Mi padre y mi hermano mayor dedicaron muchos días en perfeccionar una droga que permitiera a los omegas de la familia ser temporalmente betas. Cuando escuche sobre el orden que regía la colonia no entendí a lo que se referían; jamás había salido al exterior por ende no comprendía las preocupaciones de mis padres y hermanos. Sin embargo cuando mi padre me pidió ser voluntario en los experimentos de Scott acepte sin dudar, deseaba ser útil, poco sabía yo lo que me esperaba, desde pequeñas descargas en áreas de mi cabeza, hasta extracción de fluidos de partes que no deberían ser tocadas, ni siquiera por mis propios familiares. Scott alegaba que necesitaban muestras para aplicar la droga, debían de tener un control hormonal, asegurándose que no existieran efectos secundarios. Si todo salía bien aplicarían "el Supresor" no solo a la familia sino también a otros omegas refugiados. Cuando experimente mi primer celo, lograron tener resultados favorables. En mi cuarto día cuando mi calor era mas intenso mi padre me introdujo el prototipo de la droga. Solo sirvió por unas horas antes de que el calor se intensificara. Después de varios intentos logramos dar con un resultado permanente. Algunos amigos de mi padre se encargaron de obtener químicos y hormonas del centro de investigación. Y en una semana tanto Scott como mi padre produjeron suficiente supresor para ocultar a los omegas refugiados, sonaba como un buen plan, de no ser por alguien quien nos delato. Perdí a mis hermanos, mi madre y por poco a mi padre. Solo puedo recordar el sonido de las pesadas botas sobre el techo en mi cabeza, el frío de mi piel contra el sistema de ventilación, aquel sonido crujiente en mi cabeza y mis manos aferradas a mi única salvación y ultimo rastro de supresores. Ese día mi padre se sumió en una completa depresión y comenzó una obsesión, trabajo por largo tiempo, de no ser por el general Vargas lo más seguro es que hubiera colapsado dejándome como todos los demás. El día en que cruce la puerta de la casa sentí como si un gran peso caía en mi espalda, era tiempo de continuar con el trabajo de mi padre.

El camino de regreso resulto más fácil de lo que creí, durante todo el trayecto nos topamos con varias escuadras de soldados alfas, la noticia de la muerte de uno de ellos alerto a la colonia, mi corazón no paraba de saltar cada vez que escuchaba el sonido de las pesadas botas contra el suelo, necesite de todo mi valor en demostrar ignorancia ante lo que ocurría a mi alrededor.

Finalmente llegamos a la gran casa Vargas, todas las luces se encontraban encendidas lo cual era buena señal. Lentamente Alfred se acerco a la puerta, su mano temblaba un poco, y ciertamente debería, fue en ese instante que me di cuenta de mi mano sujetando la suya con fuerza. Me sentí avergonzado y molesto por dejar que mis instintos tomaran el control. Cuando la puerta se abrió un preocupado Roma nos miraba de los pies a la cabeza, aun con la chaqueta del uniforme de Alfred en mis hombros trate de no caer ante su mirada furiosa en cuanto se dio cuenta del olor impregnado en mí.

-¡Maldito perro!- grito Roma antes de estampar su puño en la mejilla de Alfred, el cual no pudo escapar del impacto

Pronto me vi en medio de una lucha donde Roma se encontraba sobre Alfred y no paraba de repartirle golpes en la cara.

DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora