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<<SEGUIREMOS AMPLIANDO>> Esas palabras resonaron en su cabeza más veces de las que quiso que pasara. El último año no se habían reportado ni más ni menos asesinatos o delitos que incluyeran asesinatos, de lo común. Algunos pocos eran medianos robos, estafas importantes, deudas de apostadores que se resolvian en un par de segundos. Eran pocas las mujeres asesinadas en Manhattan, al menos por un motivo concreto - o eso quería creer ella - Tomó su calma y el poco aliento que le quedaba de aquella tarde fría y poco prometedora, y se echó a caminar. Lo hizo despacio y sin prisa, como quien no toma cuenta del tiempo ni su alrededor, caminó dejándose caer sobre sus propios pies, como un fantasma que hace oleadas de aire lo suficientemente evidentes como para dejarse ver; lo cierto es que nadie lograba verla realmente.

El atardecer llegaba a su fin cuando Kate se percató de algo inusual: la puerta de su vivienda estaba abierta. Era lo suficiente neurótica con esas cosas como para haber cometido ese desliz. Con cuidado, se escabulló lentamente puerta dentro, tanteando el aire, como quien intenta reconocer su propia morada tras un corte de luz. Sintió el ruido del grifo de la cocina y vaciló un instante, acto seguido realizó el gesto de quien considera tomar un objeto, pensaba defenderse. Se aproximó lentamente mientras sentía que la tensión se adueñaba de todo su ser, un aire caliente le recorría la garganta, sentía sed. 

-¡¡¡Kate!!!- dijo Michaels, con una amplia sonrisa - Espero no te moleste, Lila me dio una llave y quise darle una sorpresa

- Lila no se encuentra - repuso ella, y mientras se secaba el sudor de la frente con una manga, soltó - No ha venido por aquí en todo el día, salí en su búsqueda pero no di con ella, llegué a pensar que estaría contigo en alguna parte -

Él la miraba detenidamente, como si esperara una respuesta de su parte. - Ya va, salgamos nuevamente en su búsqueda - dijo poseído por una gran ataraxia. Kate dudó por el estado de sus agotados pies, pero la seguridad de aquel hombre parado frente a ella ciertamente la motivó. Tenía unos ojos decididos y parecía ser de esos hombres que ven la vida como un reto. También la había pasado mal en sus tiempos, pero le gustaba pensar que todo era mejor desde que conocía a Lila.

La familia de Lila se había desentendido de ella hacía ya mucho tiempo, y su única amiga era Kate. Por ende, la idea de encontrarla en casa de alguien más le resultaba sino imposible, muy difícil. Ya se había cerciorado de que no se tratara de una simple demora en una tienda, por lo tanto había llegado a un punto medio de nerviosismo y estrés. Sostenía en una mano una taza de café recién preparado, y al parecer éste la calmaba, porque siquiera reparó en que Michaels se había servido de los ingredientes para preparárselo.

- Toma, te ves alterada - exclamó

- Preocupada - repuso ella. El café se encontraba justo a la medida y fue en ese momento que se percató de algo: Michaels sabía cómo le gustaba el café. Se mantuvo en silencio mientras terminaba de beber su taza. <<Michaels sabe mucho sobre mi>> pensó.

50 lunas negrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora