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Prólogo


  La canción Blow Your Mind (Mwah) de Dua Lipa sonaba a través de los altavoces del equipo de música de Violet Moore, mientras que los adolescentes de la urbanización, muchos de ellos ya ebrios, bailaban pegados unos a otros al ritmo de la música.

  Rebeca Campbell intentaba hacerse paso entre la multitud para poder llegar a su grupo de amigas. En una mano llevaba, como podía, 5 copas y en la otra, una botella de champán que Violet y ella habían encontrado en la bodega del señor Moore mientras buscaban algo de alcohol de calidad para su grupo de amigas.

-¡Aquí está!- exclamó Violet, levantando la botella de Dom Pérignon sobre su cabeza.

-¿Estás de broma?- dijo impresionada Rebeca.- Esa botella cuesta más de 40.000 libras. Tu padre se dará cuenta de que ha desaparecido una botella así.

-Deja de decir idioteces, Becca.- le contestó irritada la morena.- Mi padre ni siquiera bebe. Te lo dije el otro día. Desde que mi madre le amenazara con llevarle a un centro de rehabilitación después de que volviese a llegar borracho a casa hace dos semanas, no ha olido ni el pollo a la cerveza de la abuela Moore.- habló en tono burlón.

-Nunca hemos bebido algo tan caro. ¿Y si no nos gusta? Puede ocurrir.

  Las dos amigas se miraron y rompieron a reír por la pregunta, un tanto estúpida, de Rebeca.

  Violet y ella se conocieron cuando la primera se mudó a la urbanización con cinco años. La madre de Rebeca siempre fue una persona muy amable, educada y pelota (sobre todo pelota), y siempre que alguien se mudaba a la zona era una necesidad para ella presentarse e invitar a cenar a los nuevos vecinos. Los Moore no iban a ser la excepción, claramente. Las dos niñas congeniaron inmediatamente al momento de verse, pues que Rebeca invitase a alguien a su casa del árbol era muy poco probable.

  -Perdón.- exclamó una chica pelirroja cuando chocó contra el cuerpo de Rebeca, quien todavía se hacía paso entre los jóvenes. Le brindó una sonrisa restándole importancia y siguió su camino.

  Cuando llegó junto a sus amigas, Ashley, un año menor que las demás chicas, guardaba su paquete de tabaco en el pequeño bolso de mano que siempre llevaba con ella.

-¿Otra vez tú fumando, enana? Ya no recuerdo las veces que te hemos dicho que para las niñas pequeñas como tú fumar es terrible.- bromeó Catherine. Su melena roja como la sangre le llegaba por debajo de los hombros, y cuando pasaba por su lado alguna chica que llamase su atención, tenía la manía de enrollarlo entre sus dedos. Todos los chicos del instituto babeaban por ella, pero solo su círculo más íntimo conocía su verdadera orientación sexual. Y sus conquistas, claro.

-Que te jodan.- le respondió Ashley, mostrándole su dedo corazón. Expulsó el humo de su boca y se volvió a llevar el cigarrillo a sus labios pintados de negro. La verdad es que el negro le quedaba muy bien, y hacía destacar sus ojos azules y su pelo rubio y brillante como el Sol. Tenía diecisiete años, pero una mente brillante. Por esa razón, le adelantaron un curso y había conseguido graduarse ese mismo año junto a las demás chicas.

-Se te van a achicharrar las neuronas y vas a dejar de ser un cerebrito si sigues fumando tanto.- habló ahora Margaret. Siempre bromeaban sobre cualquier cosa que Ashley hiciera, y la mejor en las bromas era Maggie. Sus padres se mudaron desde Sudáfrica hasta Londres cuando ella era solo un bebé. Lo que destacaba principalmente de su cuerpo, era el pelo afro que, lo más probable, era que hubiera heredado de su madre biológica.

  La más joven iba a protestar, pero Violet la interrumpió.

-¡Por fin!- exclamó.- Ya era hora de que aparecieras con esa delicatessen.- habló refiriéndose a Rebeca.

trust no oneWhere stories live. Discover now