Desperté en la misma cama.
Sólo fue un sueño, no me había fugado.
Seguía aquí.
Siempre seguiré aquí.
-Emma -me llamó Matías-.
Le miré frunciendo el ceño, nunca me hablaba.
-Te vas a lastimar -me advirtió-.
Dirigí la mirada a mi brazo, estaba clavando mis uñas en él, ni si quiera me di cuenta.
Rápidamente aparté la mano y unas gotas de sangre se deslizaron por mi muñeca.
Matías observaba espectante el recorrido de las gotas.
-Es impresionante -mencionó sonriendo-.
Definitivamente este chico estaba pirado.
PI PI PI PI PI
La alarma comenzó a sonar, debe ser la hora de la cena.
La puerta se abrió automáticamente y Matías agarró mi mano.
Salimos de la habitación lentamente y nos dirigimos junto a cientos de personas al comedor, y nos sentamos donde solíamos hacerlo 4 veces al día, todos los días.
Había una silla vacía a mi lado. Faltaba Jack, ese chico estaba loco. Siempre guardaba los cubiertos en sus bolsillos y reía siniestramente mientras hablaba solo.
No sé qué habrá sido de él.
Dirigí mi mirada a la puerta principal, por la que un chico entró apresuradamente.
El chico de la sala de espera.
Estaba aquí.
Miró por toda la sala hasta que nuestras miradas se cruzaron, sonrió, y caminó hacia mi mesa.
-¿Está ocupado? -preguntó mirándome fijamente-.
-No -murmuré-.
Asintió y se sentó a mi lado.
Esto comenzaba a ser interesante.
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Sacadme de aquí, por favor.
Teen Fiction-No grites -susurró en mi oído-. Nunca debí de haberle obedecido.