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Me desperezo a medida que dejo escapar un gran número de bostezos mientras me muevo por la libreria.

Pongo el cartel de Abierto, enciendo todas las luces y pongo la calefacción, que tardaba bastante en ponerse a funcionar debido a la gran cantidad de años que tenía, pero a pesar de ello funcionaba y con eso me valía.

Agarro mi taza de café caliente y la acuno entre mis manos, aún congeladas, cuando me siento tras el mostrador. Aún es algo pronto pero ya veo el mismo panorama de cada día; madres con sus hijos, otras tiendas siendo abiertas, el sol saliendo poco a poco y... El mismo chico de ayer está sentado en el mismo lugar donde apareció por primera vez frente a mis ojos. Le observo discretamente a través de la ventana y aguanto mis ganas de acercarme y preguntarle su nombre. Lleva una chaqueta larga con varios bolsillos donde guarda sus manos y un gorro que tapa hasta la mitad de su frente, aunque lo que más llama mi atención no es su ropa sino su posición.

¿Qué haría ahí sentado, sin más? ¿Le habría pasado algo? ¿Acaso estaría viviendo en la calle? No, no creo que fuese eso. Su ropa estaba limpia y a pesar de que estaba delgado, no parecía que pasara hambre. Entonces, ¿qué hacía por aquí? También cabía la posibilidad de que ni siquiera me hubiese dado cuenta y que llevase algún tiempo viviendo en este sitio, pero me extrañaba esa opción, puesto que sin duda no era el tipo de chico que no llamase la atención. Tenía algo, algo que sin duda atraía.

Se mantiene sentado y observa a los pequeños pájaros y comienza a seguir con la mirada a las cada vez más personas que salían por las calles.  Sus rasgos son dulces, los ojos grandes y claros y los labios algo carnosos que había visto ayer se conjuntaban en total armonía junto con los pequeños detalles de su cara.

Doy pequeños sorbos al café mientras no le quito el ojo de encima, sintiendo aún las ganas de acercarme a él, aunque sólo fuese para saber cómo es su voz. Puede que fuese grave, o incluso muy aguda... Bueno no, mejor no. No me lo imaginaría con la voz aguda. Sería cruel e injusto que alguien como él no tuviese una voz bonita.

¿Y su nombre? ¿Cómo podría llamarse? Por su cara podría decir que... Chris. Sí, Chris pegaba con él, aunque no del todo en realidad.

"¿Quién eres?"- Pregunto en un susurro tras beber de la taza.

Entonces levanta la mirada hacia mi ventana, como si supiera que le estaba observando y me quedo inmóvil. No muestra nada, ninguna expresión o emoción, tan sólo mira hacia delante durante los que parecen los segundos más largos de mi vida, pensando que de alguna forma sabía que me encantaba observarle desde que le vi el primer día.

Aparta la mirada casi un minuto después y la posa sobre otro lugar cualquiera de esta plaza.

Aunque yo no podía apartarla de él.

(...)

"Hola Giss"- Levanto la mirada del periódico y veo a Corey acercándose.

"Hola, ¿qué haces por aquí?"- Alza el puño e imito el gesto para juntar ambos.

"Mañana es el cumpleaños de mi hermana y mis padres no es que estén demasiado atentos a ella y dudo que incluso se acuerden, así que quería buscarle algo que le pueda hacer ilusión y he recordado que trabajabas aquí y bueno... ¿Tienes algún libro para una niña que va a cumplir seis años?"

"Depende, ¿le gusta pintar?"- Pregunto y asiente.-"Entonces los que quieras."- Salgo del mostrador y le ofrezco que me siga hacia el pasillo de Edades de 3-8.-"Mira, tienes muchos cuentos de animales y princesas que puedes leerle y todos los dibujos vienen en blanco para que ella pueda colorearlos. Además, estos de aquí vienen con un pequeño peluche de uno de los personajes de cada historia."

Ojea algunos y alcanza un par, observándolos por fuera y por dentro. Sonríe cuando mira uno dedicado a la historia de unos pequeños osos, tocando el pequeño muñeco de color beige y queda un poco serio dejando el otro.

"No tengo muchos ahorros así que me llevo sólo este."

"Coge el otro también."- Sonrío.

"Pero sólo llevo para uno."

"Está bien, yo te lo regalo."- Cojo el que había dejado sobre la estantería y envuelvo ambos cuando volvemos al mostrador.

"Gracias."- Dice agarrando la bolsa.-"Le van a encantar."

"Eso espero."- Le devuelvo la sonrisa y nos despedimos chocando el puño de nuevo.

"¿Irás luego a la charla?"

"No he faltado ni un día."

"Guay."- Se dirige hacia la puerta.-"Hasta luego."

Le veo marcharse y no puedo evitar sentirme mal por él. Sentía lastima cada vez que escuchaba lo mal que lo pasaba en su casa y a pesar de que siempre parecía feliz, su familia estaba totalmente desestructurada. Aunque sin duda era algo que todos los que nos reuníamos en la charla teníamos en común.

Cierro pronto y dedico casi una hora para ordenar todo, entreteniéndome con algo de música de fondo y bailando, débilmente y de forma patética, entre las estanterías mientras me aseguro de que todo queda en su sitio.

Todo limpio, ningún libro por el suelo o las mesitas, basura vacía... Todo listo.

Agarro mi cámara y aprovecho que aún queda un rato hasta la reunión para meterme en el pequeño bosque a unos minutos de aquí, siendo ese lugar otro de mis puntos estratégicos para sacar fotografías. Y es que de camino hacia él, había un camino algo corto de árboles donde a esta hora de la tarde ya solían aparecer algunos búhos. Y como no, hoy no tenían excusa para no estar alli.

Fotografío a los que más quietos se mantienen, y a pesar de que algunos fijan sus grandes ojos en mí y me siguen tan sólo girando la cabeza, cosa que por cierto da bastante grima, no dejo de captarlos uno a uno. Su plumaje era de los más bonitos que había visto de entre todas las aves que venían por estos lugares.

A medida que me acerco al lago, más verde se hace todo e intento buscar, normalmente en balde, nuevos ángulos, nuevas perspectivas de los árboles, plantas y flores que ya tenía mucho más que vistas después de tantos años. Pero en la zona más florida, donde más motas coloreadas se juntan casi en la orilla del lago, está él.

Parece hablar por teléfono y no expresa nada con el rostro. Una seriedad abismal lo cubre por completo, pero hay algo en eso que me pide que de nuevo le inmortalice también a él.

Consigo tomar algunas imágenes, y me pregunto si de verdad seguía sin verme tras poder comprobar lo bien que salía en todas ellas. Como si posara, no podría poner pegas de ningún tipo porque salía tan bien y natural que no parecía haber sido sacada sin que lo supiera. 

Puede que esto fuese demasiado raro, pero no es que yo le acosara, es que él invadía mis lugares, mis pequeños lugares donde podía distraerme durante un rato y encontrar ese momento en el que poder dejar de pensar. Y desde luego, con su presencia por aquí, eso iba resultar algo difícil.

Pero parece ocurrir algo cuando cuelga y guarda el pequeño aparato en la chaqueta. Durante unos momentos parece frustrado y no deja de poner sus manos sobre la cara y negar con la cabeza, poniéndose en pie y desapareciendo de allí.

***

Entre el pasado y el presente, tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora