Tom

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Muchos eran los artistas a los que Paula había atendido durante su estancia en ese trabajo como Bar Tender. Su madre había insistido en que ese no era un trabajo apropiado para una señorita refinada como ella.

Pero lo que su madre no sabía era que ella no era ni "señorita" ni "refinada", así que aquél era su trabajo perfecto. Cada día, durante doce horas como máximo, estaba tras la barra de ese lugar sirviendo bebidas a todo aquél que podía pagar por ellas.

Su salario parecía injusto para lo que representaba en realidad el trabajo, pero las propinas eran lo que la mantenían unida a ese lugar, y a su madre con los reclamos al mínimo. El bar no era cualquier local en un barrio de mala muerte, sino que era hasta cierto punto respetado, y acudían a él celebridades como gente con suficientes recursos como para pagar hasta el aire del prójimo.

Había pasado de todo: vergüenzas, corajes, y momentos divertidos. Se había hecho de amigos, enemigas y amantes... El ambiente no se llegaba a salir de control del todo pues había gran seguridad en el lugar como para permitirlo.

Esa noche estaba cansada. Pocas veces le pasaba eso, pero estaba distraída.

─Disculpa, pero te he pedido un whisky.

─ ¿Qué?─ Paula corrió hasta la voz masculina.

─Que te he pedido un whisky... Y me has dado un Martini.─ su rostro le parecía conocido, pero en verdad casi todos los rostros que veía le parecían conocidos. ─Y ni siquiera le has puesto una aceituna...

─ ¡Demonios! Lo siento, en un momento lo arreglo.─ Paula le quitó la copa de enfrente y ni siquiera respondió a la sonrisa que el hombre le dio. "Al menos es amable", pensó Paula mientras servían hielos y whisky en un vaso de vidrio. Tenía experiencia con los famosos que se sentían divas y que por menos de ese error ya le hubieran cantado la despedida. ─Aquí tienes...

─Gracias.─ Paula siguió con el ajetreado trabajo, iba y venía, de un lado al otro de su pequeño dominio. Y ese hombre seguía ahí. Una hora después el jaleo fue bajando, hasta que la chica tuvo tiempo para dar un respiro. Él seguía en su taburete, no parecía querer irse.

─ ¿Otro trago?─ preguntó la chica cuando vio que el quinto whisky del hombre rubio había desaparecido. Él asintió sonriente.

─Por favor.─ Paula llenó de nuevo el vaso. ─ ¿Desde cuándo trabajas aquí?─ Paula se volvió mientras limpiaba la madera con un trapo húmedo. Muchas veces platicaban con ella, pero era sólo cuando ya estaban muy borrachos o muy dolidos por el amor. Éste hombre no parecía ni uno ni otro.

─Hace dos años.

─Fiu...─ comentó él dando un trago. ─ ¿Estudias?

─No.─ Paula se encogió de hombros. ¿Cómo iba a estudiar? Salía de trabajar a las tres de la mañana, la mayoría del día se la pasaba dormida. Sintió algo de vergüenza al respecto y desvió la mirada.

─ ¿No te gustaría estudiar en lugar de estar aquí?

─Tengo que trabajar.

─Hay muchos otros lugares en donde podrías trabajar y estudiar al mismo tiempo.

─No lo creo. ¿No serás de los que creen que este no es trabajo para una mujer?

─Para nada. Al contrario.─ el hombre rubio sacó su celular y se perdió contestando mensajes. Paula siguió con su trabajo pensando que aquella charla había terminado. ─ ¿Y cuántos años tienes?─ preguntó él mientras ella preparaba un Martini para otro cliente.

Tom Hiddleston-One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora