Capítulo uno:

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Louise.

—Lou.

Escuché que alguien decía mi nombre muy cerca de mi oído.

—Lou, despierta.

La misma voz volvió a hablarme. Intenté abrir los ojos pero no me sentía en condiciones de hacerlo. Mi cabeza se sentía pesada y mi boca tenía un sabor amargo. Llevé mis manos hasta mi cabeza y presioné mi sienes con los dedos, masajeando suavemente.

—Me siento como la mierda—dije con la voz un poco más aguda de lo normal.

—Bueno, debe ser la resaca.

—Dios mío, ¿bebí mucho ayer?

—Al parecer sí, llegaste al rededor de las tres de la mañana con una botella de ron vacía y lloraste hasta quedarte dormida.

—¿Llegué a las tres de la mañana?

—Así es.

—¿Qué hora es?

—Son las doce del mediodía.

—Maldita sea—me levanté de golpe para sentarme en la cama.

Abrí los ojos al fin, encontrándome a una Lena sonriente, y me acomode mejor en la cama.

—Ayer no me contaste nada, no decías cosas coherentes y preferí esperar hasta hoy para preguntarte.

—Lo siento, mi plan era venir a casa y comer helado de chocolate hasta morir, pero un bar se cruzó en mi camino y ya sabes lo que sucedió después—me aventé de espaldas en la cama.

—Sí, recuerdo que te ví salir un poco enojada, pero no dijiste nada.

—Las cosas sucedieron demasiado rápido, prometo contarte todo cuando me recupere de esta maldita resaca.

—¿Vas a dormir más?

—Se comprehensiva y sal del maldito cuarto de una vez.

—Está bien, está bien. Pero quiero los detalles cuando regreses de tu hibernación.

Caminó hasta la puerta y hundí mi cara en una almohada cuando oí que la cerró por completo. Unas horas más tarde fuí a la cocina para buscar algo de comer con un paso lento para no llamar la atención, pero Lena me observaba atentamente desde el sofá de la sala de estar, con su pijama rosado puesto.

—Estoy lista para escuchar lo que me tengas que decir.

—Por el amor de Dios, Lena, ¿no puedes esperar por lo menos a que coma algo?

—Creo que te falto dormir un poco, estas algo gruñona, ¿eh?

—Si, claro, ahora dime qué hay de comer.

—Quedó un poco de spaghetti, si quieres.

Fuí hasta el primer sartén que miré y lo destapé, mi estómago gruñó desesperado por probar un poco de comida, así que serví algo en un plato y tomé un tenedor en mi mano para comenzar a devorarlo. 

—Ahora quiero saber porque llorabas anoche, Lou, te veías muy dolida.

—Yo...—metí fideos a mi boca, intentando evitar hablar, no quería recordar lo que había pasado ayer—. Pues anoche...—metí más comida y mastiqué por un buen rato— anoche...— metí más y el grito de Lena me hizo dar un pequeño brinco.

—¡Basta!—quitó el tenedor que sostenía de mi mano y me apuntó con él—¿qué fue lo que pasó ayer? Tengo todo el maldito derecho de saberlo, lo sé todo sobre tí. Dímelo.

—Terminé con Noah—tomé otro tenedor de un cajón y al verla noté la sorpresa en su rostro.

—¿Que tú hiciste qué?—volvió a quitar el tenedor de mi mano, así que abrí el cajón y saqué otro—Pero, pero ¿por qué?

—Ayer recibí un mensaje cuando llegué del trabajo... Alto ¿dónde está mi celular?


Take my hand.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora