E.S.I.E.

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«Sólo era un sueño. Si alguien sentía amor y compasión por él, era sólo en sus sueños
Acaricio las palabras grabadas en la pared de piedra mientras pienso en su significado. Llevo más de media hora intentando resolverlo. Parece una frase sacada de un cuento infantil, o de una leyenda urbana. No entiendo cómo esto puede estar relacionado con el resto de pruebas, que hasta ahora había superado sin ningún tipo de problemas.
Recuerdo cuando me llegó la carta. Aquella carta que cambiaría mi vida para siempre:
Señorita Griffin:
Le comunicamos que ha sido seleccionada como una de las aspirantes a ocupar un puesto en el Ejército Secreto de Inteligencia del Estado (E.S.I.E.). Esta información es confidencial. En caso de que se lo comunique a alguien, será inmediatamente expulsada de la misión, y tanto usted como las personas a las que les haya confiado el secreto serán destinadas a vivir de por vida en la periferia, sin gente con la que se puedan comunicar.
Dicho esto, le informamos del proceso que deberá seguir. El día tres de octubre a las once de la noche, pasará un coche a recogerla. Sea puntual, y que nadie se entere de a dónde va o de lo que está a punto de hacer. El conductor le pedirá que se identifique, y usted le mostrará el brazalete inteligente que se ha adjuntado a este documento. Deberá llevarlo puesto. Si otra persona intenta hacer uso de este artilugio colocándolo en su brazo, el brazalete lo rechazará. Sólo usted podrá hacer uso del mismo.
El coche la llevará al campamento base donde conocerá a los demás seleccionados. Tendrán una semana para adaptarse y a continuación serán sometidos a pruebas individuales. Dichas pruebas exprimirán sus puntos fuertes y pondrán a prueba sus puntos débiles. De los noventa seleccionados, sólo treinta formarán parte del E.S.I.E. Los sesenta restantes serán sacrificados. No podemos permitirnos ser descubiertos.
Suerte.
En ningún momento me planteé confiar el secreto, de esa manera no perjudicaría a nadie. Pero sí he de reconocer que estaba aterrada. Nunca había oído hablar del E.S.I.E. , y el mero hecho de que ejecutaran a cualquiera que no superase las pruebas me ponía los pelos de punta. La noche en la que el automóvil me recogió me daba miedo que algún vecino  me viera y me preguntara a dónde iba, o que mi hermano se levantara para ir al baño y me descubriera escapando. Pero nada de eso ocurrió. Le enseñé el brazalete inteligente al conductor y entré en el coche. El viaje se me hizo interminable, no se cuánto tiempo estuve en el vehículo, pero parecía que habían pasado días cuando al fin llegamos. El campamento base estaba a unos cuatrocientos metros de donde el coche paró, en medio de un frondoso bosque que nunca había visto.
Caminé en la dirección que me había indicado el conductor. Cuando llegué, le enseñé a un soldado mi brazalete y respiré hondo antes de entrar por donde me indicaba.

Concurso Kontes Enero 2017.[Relatos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora