Segunda fase

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La oscuridad era sólo interrumpida por la luz de la luna. La noche era tan cerrada que hasta los animales más valientes la temían.
Los chicos se encontraban en el garaje de una casa, probablemente la de James, la más grande de todas. Sentados, formaban un círculo imperfecto, la geometría no era lo suyo. El tic tac del reloj sonaba con intensidad, como si se pasara el día en silencio, sin sonar, aguardando a que cayera la noche, su momento preferido, en el que se lo oiría más que nunca. El pez payaso que uno de los niños allí sentados tenía como mascota parecía más inquieto que nunca. Aleteaba y se pegaba al cristal de la pecera, como si pensara que así podría romperla. Miraba hacia los niños, que no tendrían más de once años, y parecía presagiar lo que ocurriría a continuación. Quizá por eso intentara escabullirse de la pecera.
—Te toca a ti, Chuck— dijo uno de los niños, rubio y enclenque.
Chuck carraspeó. Miró a todos sus amigos, dedicándole unos segundos a cada uno. Siguió contemplándolos hasta que encontró algo más interesante a través de la ventana y se concentró en ese punto.
—Cuenta la leyenda... Las personas que oigan esta historia morirán. Quizá sea mañana, puede que sea dentro de un mes... Pero tarde o temprano ocurrirá... Y es que nadie debe saber su secreto...
—¿Q-qué secreto?—la pregunta la había hecho un niño bajito y regordete que no había hablado hasta ahora. Parecía bastante asustado, porque, claro está, sus deseos no eran los de morir.
—Eso nadie lo sabe... Él nunca ha dejado que nadie viva para contarlo...
—¿Él? ¿Quién es Él?—de nuevo el niño regordete.
—Ralph, cállate, ¿quieres?—le dijo James, que estaba disfrutando de lo lindo, al contrario que Ralph. Obviamente, no se tomaba la historia en serio.
—Te advierto, James, que a Él no le gusta que se burlen. Contra aquellos que no lo toman en serio es contra los que antes arremete—de nuevo Chuck.
—Quien sea ese misterioso "Él", no me hará nada, porque yo lo reventaré antes, ¿a que sí, tíos?— James mostró su lado más pre-adolescente con aquel comentario, al que los demás tenían que responder con una risa y un <<claro que sí>>.
—Él... Él es... Un híbrido entre dragón y águila...
—Y supongo que en vez de echar fuego por la nariz, expulsará gelatina, ¿no?—a James aquello cada vez le hacía más gracia.
Pero Chuck tenía razón, a Él no le gustaban las burlas...
Diecisiete días después...
James se levantó y miró el despertador. Todavía quedaban cuatro horas para que sonase. Pero no podía dormir. Un sueño lo inquietaba...
Se levantó de la cama, bajó las escaleras y entró en la cocina. Se preparó un vaso de leche caliente para que lo ayudara a dormir, y se sentó en el sofá del salón, observando a su querido pez payaso. Por las noches los subía a casa, porque le daba miedo dejarlo solo en el garaje. El animal estaba más quieto de lo normal. Se acercó a ver qué le pasaba. A lo mejor se le había olvidado darle de comer y no tenía suficiente energía para nadar. Pero ese no era el problema.
El pez estaba muerto.
Al día siguiente...
James no había parado de llorar desde el día anterior, cuando había encontrado muerto a su pez al bajar de su habitación en plena noche.
Sólo se había levantado cuando su madre lo había obligado a ducharse. Cuando se disponía a salir de la bañera después de un largo baño, había resbalado y caído sobre la superficie de la bañera más parecida a gelatina que a suelo.
Aquellas dos coincidencias que le habían sucedido en tan sólo dos días no las relacionó hasta que lo vio. Hasta que vio a Él. No lo hubiera descrito exactamente como un dragón, sino como una especie de araña con piel escamosa y garras de águila...
Y entonces se asustó de verdad. Los ojos de la bestia lo miraban fijamente, esperando un mínimo movimiento para atacar...
James supo que iba a morir. Lo supo en cuanto la bestia dio un paso hacia él... Pero aunque lo sabía, intentó encontrar alguna salida... Miró desesperado hacia ambos lados, gritó, le pegó un puñetazo al ser que tenía justo delante... Pero nada sirvió. En sus últimos segundos de vida, James pensó en Chuck, y en toda la razón que tenía.
Eso él no lo vio, pero la bestia se convirtió en un niño bajito y regordete que bien podría haber sido Ralph...
La venganza es el poder más fuerte de todos, ya que es alimentado por el rencor...

                         

Concurso Kontes Enero 2017.[Relatos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora