Capítulo 3.

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30 de Junio de 2009.

Había llegado el día, el esperado día de San Marcial.

Me dio rabia no poder ir a la playa esa mañana aunque sea un rato. Pero bueno, no estaba en condiciones para quejarme, tenía todo un verano y una vida por delante para ir a la playa. 

La playa no se va a mover de ahí. Traaaaaaaaanquilidad. Bueno, a no ser que haya un tsunami y nos quedemos sin arena. No no no no, toca madera, toca madera.

Mi padre se marchó a Irún a la mañana temprano, ya que tenía que desfilar con la banda. Pero mi madre y yo ibamos más tarde ya que siempre solo vemos el desfile de la tarde. 

Empecé a prepararme, me puse unos shorts blancos, una camiseta roja abierta por la espalda y las alpargatas. Era tradición llevarlas e ir de blanco, rojo y negro. Encima había que ponerse guapa para la ocasión. Me maquillé con tan solo raya de ojos negra y rímmel, la verdad es que me maquillo muy pocas veces, solo cuando salgo de fiesta o es un día importante, y cuando lo hago no me gusta pasarme. Raya, rímel, cacao y ¡listo!

Ya casi lista, me puse el pañuelo rojo y la faja (parecido a los San Fermines, para que os hagáis una idea).

Mi madre y yo nos montamos en el autobus de Hendaya y fuimos a Irún. Menos mal que a mi madre no se le ocurrió ir andando porque yo tenía que ir cargadísima con una bolsa en la que llevaba todo lo necesario para quedarme a dormir esa noche en casa de Leyre.

Nos bajamos delante de su casa para ir a dejar la bolsa. No iba a llevarla cargando todo el día...

Mi madre esperó en el portal y yo subí a casa de mi amiga.

- ¡Hola! - saludé entusiasmada.

- Uy, hola, qué sorpresa, no esperaba tu visita -dijo su madre.

- Bueno, solo venía a dejar lo de dormir... 

- Pasa pasa. Leyre está en su cuarto. 

Recorrí todo el pasillo y llegué hasta su cuarto.

- ¡Holaaaaaa! - me dijo.

- Holaaaa, ¿preparada para esta noche? 

La verdad es que no sé ni para qué pregunté, porque sabía perfectamente lo que iba a responder. Si es que la conozco como si la hubiera parido.

- Ayyyy, no sé, no me apetece mucho... - dijo sin ganas.

- Qué raro, ¿no? Nunca te apetece salir, no lo entiendo, ¿por qué? 

- Ya... Es que no me gusta tanto como a ti, no le veo la gracia. Ya sabes que me agobio con tanta gente. 

- Lo sé, pero Leyre, ¡es San Marcial! Te lo vas a pasar bien sí o sí, ya verás. 

- Bueno, ya veremos, porque no estoy muy motivada... 

Por mucho que me lo explique, nunca entenderé a Leyre. Que a una adolescente de casi 14 años no le guste la fiesta o que no tenga un mínimo de curiosidad, es raro, bastante raro.

- ¿Y hasta qué hora han dicho tus padres? - pregunté con miedo.

- Hasta las 1:30am como muy tarde. 

- ¿QUÉ? ¿EN SERIO? PERO SI ASÍ NO NOS DA TIEMPO A ESTAR NI TRES HORAS EN LA DISCOFESTA. - me estaba dando un ataque.

- ¿Y? Con eso ya vale. 

AGGGGGHHH. Tenía ganas de pegar puñetazos, joder. Mis padres me hubieran dejado más tiempo, pero claro, como dormía en casa de Leyre, no me quedaba otro remedio que callar y acatar lo que dijesen.

La vida por delanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora