Pasaron dos días y los dos fueron iguales, pero no me aburrí. Mañana y tarde a la playa.
Ya empezaba a ponerme un poco morena. Al final del verano siempre acabo "negra".
Los días empezaban a pasar sin darme cuenta. Estaba inmersa en mis pensamientos cuando me percaté de una cosa.
Oh dios, ¡MAÑANA ES EL CUMPLEAÑOS DE LEYRE Y NO LE HE COMPRADO NADA! Mierda, mierda, mierda.
Únicamente me quedaba esta tarde para comprarle su regalo. Empecé a pensar, pero no se me ocurría nada decente.
¿Qué le gustaría? ¿Qué podría usar mucho? ¿Qué le regalarían los demas?
No se me ocurría nada de nada. Pero para estos casos estaba mi madre. Unas cuantas ideas ya me podría dar, osea que fui a preguntarle.
- Mamá. Tengo un problema. Mañana es el cumple de Leyre y aún no le he comprado nada. ¿Qué le puedo regalar?
- Ay hija, siempre a última hora... ¿Y cuándo piensas comprarlo?
- Pues esta tarde en Irún, pero no sé el que...
- Bueno, pues... por ejemplo ropa, o unos pendientes, o algún perfume...
Entonces es cuando se me ocurrió la idea perfecta para ella. Algo parecido a una cesta con gel, champú, jabón, crema, etc...
Tuve que ponerle mil excusas a Leyre para no quedar. Es obvio que no tiene sentido que ella esté conmigo cuando estoy comprando su regalo.
Me inventé todo tipo de cosas:
Esta tarde me vuelvo a quedar en Hendaya.
A mi padre no le apetece mover el coche y llevarme a Irún.
Quiero disfrutar de la playa y el buen tiempo. Sí, aún más.
A decir verdad, eran unas excusas bastante malas, pero a la vez creíbles viniendo de mí.
Era una obsesionada por la playa, osea que no había nada raro en mis mentiras.
Así, conseguí comprarle el regalo tras recorrerme todo Irún.
Ya estaba hecho, no tenía más preocupaciones. Solo esperaba que llegase mañana para comprobar si le gustaría o no.
Quedamos a las 6 de la tarde en casa de la cumpleañera. Nos juntamos unas cuantas amigas. Leyre y su madre nos prepararon una buena merienda; sandwiches de nocilla, patatas de todo tipo, bebidas, tarta... Uuuuuuh, comí como un glotona y no fuí la única.
Toda aquella comida entraba tan bien a esas horas... Y los 14 no se cumplían todos los días, osea que había que celebrarlo a lo grande. Parecía una aprovechada comiéndomelo todo, pero bueno, qué se le va a hacer, soy así, y mientras nadie dijese nada...
Cuando llegó la tarta la boca se me hacía agua.
HMMMMMMM, CHOCOLATE Y GALLETA, DIOOOS MIO. AY AYYY.
Todas empezamos a cantarle en euskera el "cumpleaños feliz":
- ZORIOOOOOONAAAK ZURIIIII, ZORIONAAAK ZURIIII, ZORIOOOONAAAK LEYRE, ZORIOOOONAK BETIIIII. - desafinamos como para romper jarrones, pero bah, qué más daba...
Leyre pidió su deseo y sopló las velas.
En momentos como este siempre me he preguntado que deseos pedirá la gente, pero la verdad es que eso no me incumbe.
Los deseos son deseos, si los supiesen todo el mundo, ya no lo serían.
Antes de empezar con la tarta, todas sacamos los regalos de las bolsas y se los entregamos. Al haberlo comprado con tan poco tiempo, no estaba segura de si le gustaría o no. Y para el colmo, tuvo que abrirlo el último...
Ayyyy madre, por favor, que le guste... Solo pido eso... PORFAAAAA.
Al descubrir lo que había debajo del papel de regalo, me miro y dijo:
- ¡Qué guaaaaaaay! ¡Muchaaas graciaaaas!
- ¿Te gusta? - pregunté insegura.
- SIIIIIIIIIIIIIII, me encanta.
UFFFFFFFFFFF, menos mal... Ya está, ya puedo estar tranquila...
Cuando terminamos de comer fuimos al cuarto de Leyre y empezamos a jugar a 'Verdad o Atrevimiento'.
Estaba siendo divertido hasta que tuve que imitar a un mono. Sí, muy triste...
La verdad es que yo era de las que prefería verdad antes que atrevimiento. No me gusta ponerme en ridículo, bueno, ¿y a quién sí? Ser tímida era algo con lo que tendría que cargar a lo largo de toda mi vida... Ojalá pudiese cambiar, pero muchas veces intento ser más abierta y no puedo. Por mucho que lo intente, no me sale. Eso es lo que más odio de mí.
Ya había pasado una hora y empezamos a cansarnos del juego, así que lo dejamos y estuvimos un rato charlando sobre qué planes teníamos para el verano. En ese momento me di cuenta de que realmente no tenía ningún plan, simplemente estar en Hendaya, en la playa y eso era todo, pero más que suficiente para mí.
Leyre tampoco tenía muchos planes, así que, le intentaría convencer para que viniese a la playa algunos días.
Las demás contaban que se irían con sus familias a Roma, París, etc... Pero la verdad es que no me daban envidia, para entonces yo ya había estado dos veces en París, y en cuanto a Roma...no es que me llamase la atención.
Nos fuimos cada una a su casa después de este completo día.
En mi caso, cuando llegué a Hendaya, fuí directamente al "Chez José" a encargar una pizza para cenar.
Solo de pensarlo se me hacía la boca agua. Hmmmmm, las preparaban tan ricas...
Había sido un día de excesos, tantas patatas, tarta y ahora pizza... Me había pasado un poco.
Bah, una vez al año no mata. Puedo darme ese capricho.
Era sábado, pleno Julio, no es necesario decir que hice a la mañana ya que todo el verano me lo paso así, entre sol, arena y agua.
Qué afortunada soy.
Pero esta vez quise hacer algo diferente a la tarde, por cambiar. Le propuse a Leyre ir a San Sebastián a dar una vuelta. Me costó convencerla al principio, ya que si queríamos ir tendríamos que ir pronto para aprovechar el billete del tren, y claro, Leyre era muy casera y vaga, pero lo conseguí. Me siento orgullosa.
San Sebastian me tiene enamorada. No existe ciudad más bonita. Lo tiene todo: tiendas, playas (encima tres), jardines, museos, buen ambiente, etc. Es precioso.
Es más, mi lugar favorito es la Zurriola, una de las tres playas que es famosa por el surf (y los surfistas EJEEEEEEM), donde pasamos casi toda la tarde. Dimos una vuelta por el paseo mientras veíamos pasar a los surfistas con las tablas de Pukas bajo el brazo.
Ayyyyyy, ojalá una tabla como esas.
Moría de envidia en esos momentos, pero admito que también se me caía la baba. Tras terminar con nuestro paseo nos sentamos en el muro del final de la playa hasta ver la puesta de sol. Qué paz, qué tranquilidad, qué paraíso, qué perfección, QUÉ TODO. Me quedaría allí para toda la vida.
Desgraciadamente, llegó la hora de volver a casa. Odiaba irme de allí, me llenaba de melancolía. En realidad tenía casi todo el verano para volver, osea que no sé de qué me preocupaba. Un verano largo, que para cuando me diera cuenta se estaría acabando, pero con miles de cosas que contar y recordar.
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La vida por delante
Teen FictionUn mismo lugar, un primer amor y un verano inolvidable.