Capítulo 1

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Es como una carta, una carta con dos caras completamente opuestas entre sí. Una de ellas nos muestra su lado dulce, alegre, cariñoso..., mientras que en la otra solo encontramos penurias, odio, dolor... Dos lados opuestos, pero con un fino hilo que marca su unión.

Se dice que esa carta un día perteneció a un alma que con el tiempo murió. Cuando esta se libera del cuerpo sin vida, se divide en dos, en cada una de las caras de la carta. A cada mitad del alma le toca vivir o bien rodeada de amor, o bien de amargura.

Encerrados en lo más profundo de la soledad, si así es, esto fue lo que me tocó a mí.

Pensar que puedo tener mi otra mitad más cerca de lo que me esperaba. Asomada otra vez a la triste ventana, me preguntaba si podría verla alguna vez. Se dice que las dos mitades no deberían encontrarse, ambas desaparecerían como si nunca hubiesen existido. No tengo blando el corazón, pequeñas preguntas se las hace cualquiera, ¿no? No todo tiene que girar en torno al odio y al dolor, también hay otras cosas que, difícilmente pero no del todo imposible, podemos sentir los demonios, o eso pienso yo.

Vestida de negro bajo la brillante luz de la luna, la que se reflejaba brillante en las botas de cuero que calzaba. Mangas caídas a la altura de la rodilla procedentes del corto pero elegante vestido negro que poseía. No podía parar de pensar en si yo, Azura, un demonio, casi como otro cualquiera, podría tener el valor de cruzar las puertas hacia el mundo humano.

- Si pudiera... - dije pensando en voz alta.

- No, es peligroso - dijo Zaturnina con voz dominante a pocos metros detrás de mí.

Bien sabe que no nos gusta estar encerrados.

¿A qué demonio no le gusta matar humanos? Cada uno es diferente, pero todos compartimos esa cualidad. Algunos tenemos lo que llamamos el don de matar. Con un solo roce, el contacto de nuestra piel con la de otro ser vivo, se les puede causar graves enfermedades, llegando hasta la muerte. Se nos llama la Peste. Somos pocos así, por este motivo me siento algo importante sobre los demás, sin embargo este desaparece cuando pienso que todavía no tengo poder decisivo alguno.

Zaturnina me tiene envidia. Ella no puede ir al mundo humano, ni siquiera salir de este. Algunos demonios tienen prohibido salir de su tierra. Antes de llegar aquí, fueron castigados, por lo que llamamos el saber de la vida. Al igual que no es bueno que se encuentren las dos mitades porque desaparecen, tampoco es bueno que estos salgan del lugar que les corresponden los que sufren este castigo. No se sabe lo que pasa, porque de los únicos que conocen algo de este tema, tienen prohibido decirlo por orden de Hataraku, al que llaman el sabio, ya que es el más viejo demonio existente.

- Sabes que quiero ir - resalté seriamente.

- Pero no debes. ¿Y si te ven los ángeles? Ya sabes cómo son - me dijo acentuando con voz potente cada una de la palabras.

Estuvimos unos instantes paradas, ambas pensando y con un par de miradas de reojo esperando a que la otra rompiese aquel incómodo silencio. Quería ir y ella lo sabía, no obstante le di la razón para salir del tema. Rápidamente se dispuso a salir de la tenebrosa habitación en la que nos encontrábamos, y poco a poco se podía escuchar como el sonido de su tacón se iba alejando. Otra vez me venían esas preguntas, dudas, miedos, ¿qué puede ser lo peor que puede pasar? Preferí no responder, dejando por unos instantes mi mente en blanco, y mirando el reflejo de la luna llena en el sucio cristal de la ventana. Fui cerrando los ojos lentamente hasta quedar dormida.


Almas GemelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora