Capítulo 6

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Vivimos aproximadamente lo mismo que los humanos, aunque algunos demonios llegan a vivir hasta unos ciento cincuenta o doscientos años, aunque no se sabe a qué se debe. Cuando morimos, como ya sabéis, el alma se divide en dos, pues con los años que se muere son con los que continúas en donde te haya tocado vivir. Ambas mitades mueren a la vez y se dice que vuelven a nacer unidas en otro cuerpo.

No recuerdo desde cuando llevo aquí, de hecho ni Zaturnina, que es la que me cuida lo sabe. Sin embargo ambas tenemos la misma edad, aunque seamos completamente distintas. Tenemos treinta años, y sí, ninguna se dedica a nada. Al parecer llegamos hace pocos años a este mundo, con lo cual llevamos menos tiempo estudiando, sobre todo yo que falto la mayor parte del tiempo. Creo que es mejor hacer otras cosas y no perder el tiempo con eso. ¿Para qué sirve? Desde que estoy aquí me he bastado del alimento de otros a base de robárselos y nunca he pasado hambre. Puedo pagarme esta habitación con el dinero que gano vendiéndole a la gente cosas robadas. Y me va genial, de hecho lo hago con tal cautela que sólo Jam, mi mejor amiga, conoce de esto. Este mundo es un asco, y creo que por eso me entra la curiosidad de ir al mundo humano.

Y que más decir, otra mañana acompañada por el aburrimiento en mi habitación. En el instante que recordé lo que sucedió ayer, sólo me vino a la mente aquella carta rosa con letras de colores y alguna que otra pegatina que sobresaltaba.

- ¡Drac! - grité. Con los pocos días que llevaba aquí ya sabía juntar más de dos letras.

- ¡Qué! - respondió con un grito de vuelta.

- Tenemos que volver para que leas una cosa que encontré - le dije.

- Ya volvimos una vez, e ir otra vez sin que nadie nos cubra las espaldas es muy peligroso - respondió. A ti ya te han pillado una vez, y eso significa que a la siguiente vez te encerrarán bajo tierra por unos días, y a saber lo que te encuentra allí abajo, y lo peor, si sobrevives comiendo y bebiendo agua una vez al día.

- Lo sé, pero merece la pena arriesgarse - dije mientras miraba hacia el suelo fijamente.

- No, no lo merece para mí - tengo once años, he muerto muy temprano a causa de a saber qué, además quiero dedicarme a cuidar y escribir los pergaminos antiguos. Con una sola falta, puedo perder mi puesto.

- Déjalo, iré yo sola - dije girándome mientras salía por la ventana.

Repito, ¿qué podría pasar? Nada, era la respuesta. Lo más grave era que los ángeles me pillasen, eso sí que sería un problema. Pero ya había ido más veces, un más no me matará.

Así que con ese pensamiento sin casi razonar salí, llegue de nuevo a la ciudad, de nuevo a aquel lujoso barrio, de nuevo a aquella casa. Entré, no podía leer la nota por el simple hecho de que no sé leer. No obstante quise terminar lo que empecé.

Se encontraba otra vez dormido. La habitación seguía intacta, la carta, esta vez se encontraba abierta al completo. No entiendo nada de esta lengua, pero eso no me impidió saber que la letra pertenecía a un humano pequeño, por el hecho de que había algunas letras más grandes que otras y entre sí no eran perfectas.

No sabía leer, así que ni lo intenté. Aún no había terminado de explorar toda la casa. No sé si decirte, si en aquellos momentos era la curiosidad lo que llevaba, o era el ser valiente y luchar contra el miedo que me depararía el futuro. Enfrente de la habitación, se encontraba una puerta, no muy llamativa por fuera, ya que lo único en que la diferenciaba de las demás era que tenía unas letras de madera en la parte superior de la puerta. No dudé ni un instante en si la cruzaba o no. No entiendo nada, de hecho a día de hoy hay algunas dudas que no he terminado por resolver, y al parecer moriré con ellas.

Era una pequeña habitación, con un color bastante destacado como era el rosa. Se encontraba en las paredes, en algunos muebles como la cama y algunas estanterías entre otros. Estaba ordenada, aunque no tanto como otras habitaciones. Se presentaba impecable, eso sí. Dejaba entrar la brillante luz de la luna a través de una gran ventana que nos dejaba unas pequeñas vistas a lo que viene a ser parte de las casas de las afueras de la ciudad.

Todo en aquella habitación me hizo ver otro recuerdo. Ese sí que no se me podía olvidar. Éramos yo y mi otra mitad unidas en un mismo cuerpo. Sabía que era yo. Lo veía a cámara lenta, desde los mismos ojos del cuerpo que compartíamos mi mitad y yo. Era increíble. Estaba jugando con muchos muñecos, había también una pequeña casa donde acobijar a los muñecos. Todo era rosa.

Los demonios también podemos tener algún que otro sueño según me ha explicado Drac, de hecho muy pocos consiguen tenerlo, al igual que lo del poder de matar a los humanos con un roce. Me sentía especial por ello, pero otra vez venían dudas a mi cabeza, ¿Por qué hay una habitación como esta en esta casa? Es decir, ¿viviría con alguien más? ¿Se estaría alojando por un tiempo y esta no era su casa?... No sé, y posiblemente muchas de esas preguntas nunca llegaré a responderlas. Todo sucede por algo. Eso era lo que una y otra vez me repetía en la cabeza. A lo mejor no es una persona lo que busco, es decir, ¿y si es esta casa?... Mira, no sé, pero tampoco quería quedarme a averiguarlo en ese momento. Sí, estoy cansada de ir de un mundo a otro, y sobre todo teniendo que atravesar las murallas de mi mundo, están llenas de guardias.

Al llegar me encontré a Drac asomado a la ventana, igual que hago yo a veces cuando pienso. Al final va a ser que nos parecemos en demasiadas cosas.

- ¿En qué piensas? - le pregunte con voz suave.

- Nada - me respondió seguidamente.

Ambos estuvimos unos instantes en silencio, esperando a que el otro dijese algo. Se notaba que algo pasaba, pues su rostro mostraba cierta preocupación. No quise decir nada y esperar a que él tuviese el coraje de tomar la iniciativa, si de tan grave problema se trataba.

- Lo van a cerrar - dijo mientras miraba sus pies descalzos.

- ¿Qué van a cerrar? - pregunté extrañada. No pensé que fuese nada grave, pues este exagera muchas cosas.

- El muro - respondió.

- ¿¡Qué!? - dije extrañada.

Esa era la única forma en que los demonios podían conectar con el mundo humano, era la única forma de salir de aquí.

- ¡No me lo puedo creer! - grité. ¿Por qué? ¿Qué ha pasado para que lo cierren?...

- Al parecer han pillado a varios demonios entrando y saliendo varias veces - dijo informándome con voz temblorosa.

- ¿Les van a llevar a...? - pregunte sin ganas de saber la respuesta.

- Si - dijo a secas.

No me lo podía creer, nunca pensé que llegase a pasar esto durante mi existencia en este mundo. Lo del muro, es un gran golpe, pero esto lo supera. Seguramente irían allí para matar humanos, aunque nunca haya coincidido con ellos, se puede decir que me he librado de lo peor que puede sufrir un demonio.

Almas GemelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora