Capítulo 7

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Lo dicho, no hay cosa peor. Cuando es el tiempo de morir de las almas, mueren a la vez, pero tienen que ser ambas por la misma razón, la vejez. Los ángeles sólo mueren con los años, no hay ningún ser que pueda ser capaz de matar a un ángel. Este tiene un periodo de vida, cuando se acaba, tanto él, como su alma, vuelven a generarse otra vez en otro cuerpo, sin recordar nada de lo pasado, es decir, como si nunca hubiesen vivido nada. Y así sucesivamente. Sin embargo los demonios podemos morir de cualquier forma. Debemos permanecer vivos hasta que nuestra otra mitad muera, de lo contrario, el ángel se volverá inmortal, y el demonio desaparecerá. Es decir, que no debemos morir hasta que nuestra otra mitad muere.

Era una mañana nublosa, diría que como otra cualquiera, pero al saber lo que iba a suceder todo parecía más oscuro. Nunca lo había visto, aunque muchos esperaban con entusiasmo y nervios el acto. No es por volverme sensible, pero me duele que vaya a pasar esto.

Como ya sabéis, si se incumple una norma, hay que pagarlo, y me alegro de no ser yo la que paga con este castigo. Su pena es de muerte.

- ¡Mira! Ya se acercan - dijo Drac al mismo tiempo que otros cuantos.

Miré, miré aunque no quería hacerlo, ya que me sentía culpable. Había cometido los mismos delitos que ellos tres, yo también tendría que ser castigada, aunque a gran diferencia que ellos, no me habían descubierto, o eso pensaba. Miré sus caras, no lucían desagrado alguno, de hecho parecía que nada de eso les importaba, eso me desorientó. Iban a desaparecer, dejarían de existir, por el simple hecho de querer matar a otros humanos, no tiene el más mínimo sentido. Había múltiples formas de quitarles la vida, ya dependía de como de grande era el mal que habían cometido.

- ¡Azura! - dijo Jam mientras corría sin aliento hacia donde ambos nos situábamos.

- Hola - dije con una media sonrisa falsa.

- Parece que te has enterado, pensé que no vendrías... - mencionó con cada palabra que decía en un tono más bajo que la anterior.

-Pues sí, aquí estoy - añadí con cara larga. No me parece justo lo que están haciendo. Los ángeles no deberían poner nuestras reglas, las tendríamos que elegir nosotros. Tenemos tanto derecho como ellos a ir al mundo humano y hacer lo que queramos.

-Si bueno, pero esto es lo que nos ha tocado y, hay que aguantarse- respondió.

Dejando la conversación a un lado, giré la cabeza de vuelta al espectáculo. Si, había tres demonios, dos hombres y una mujer, o eso diría yo, aunque ambos presentaban edades similares, no se acercaban a la mía, de hecho parecían más jóvenes. Tenían las alas cortadas y ensangrentadas, para que no pudiesen volar.Ella lucía un corto vestido negro rasgado por la parte inferior. Su pelo era blanco como el mío. Poseía unas mechas rojas en parte de este. Sus ojos, si, un color azul intenso en el que podías ver cada una de las almas de las personas a las que había matado. Clavó su mirada en la mía, de tal forma, que incluso me intimidó. Instantáneamente sacó una leve sonrisa acompañada de una pequeña carcajada dirigida a mí a toda costa.

-¿Lo has visto?- le pregunté a Jam.

-¿Ver el qué?- me respondió formulando otra pregunta.

-Déjalo- le respondí.

Miento si digo que en aquel momento no me sentía aterrorizada. No la conocía mucho, pero ella es uno de los peores demonios de todos los que han existido, y, que de pronto de deje pillar tan fácilmente, no me cuadra.

Todos los presentes pudimos ver como los colgaban. No dejaba de mirarme.

Mientras la subían con la cuerda no se movía, de hecho ni intentaba luchar por su vida, solo me mira, como si salvarse dependiera de ello.

Todo terminó, y yo con el pensamiento de culpa y angustia que no cesaba en mi cabeza.

Volví a casa junto con Drac, tras despedirme de Jam.

-¿Y qué vas a hacer ahora que han cerrado el muro?- me preguntó Drac sin mirarme de reojo siquiera.

-No quiero volver- le respondí. No es por el sentimiento de culpa y egoísmo, sino porque desde que la curiosidad me entró por ir por primera vez allí, solo me han pasado cosas que aún no logro entender.

Puede que él no me entienda aún, y lo veo normal, nos llevamos demasiados años de diferencia. Cuando me siento en la ventana a reflexionar sobre todo lo que me ha pasado, noto como intenta introducirse en mis pensamientos, sin lograr nada. Soy difícil de entender.

No quería agobiarme, por ahora lo dejaría, si, lo dejaría por un tiempo. Además, estoy como en el principio, sin saber nada, ni de lo que busco, ni de lo que hago aquí, ni de lo que haré. Por mucho que intente encontrar la repuesta en mi cabeza, jamás aparecerá, porque por el momento no la hay.

Almas GemelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora