#2 Conociendo nuevas caras

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Resulta ser que si tengo una compañera de habitación. No entiendo por qué, el internado se ve lo suficientemente enorme como contener habitaciones individuales. Más que molesta por no haberlo sabido, me siento nerviosa por saberlo ahora. ¿Por qué diablos todo esto me está resultando tan difícil? Solo llevo dos horas aquí, fuera de mi realidad, fuera de Georgia, fuera de las bromas de Dave o de las estupideces de Derek. Como desearía que estuvieran aquí, pero debo hacerme la idea desde ya que estoy totalmente sola.

— Por supuesto. ¿Aún no lees el reglamento? —Pregunta la Señorita Murray.

Ella, al igual que la secretaria, es rubia, de pelo largo y sedoso, lo trae suelto. Sus ojos son tan azules como los míos, sus labios rosados siempre están sonriendo. Viste un vestido negro y tacos del mismo color, su esbelta figura hace envidiar a cualquiera. La Señorita Murray es la consejera estudiantil, y fue la primera que vi cuando salí de la habitación.

— No he tenido tiempo. —Confieso nerviosa.

— ¿Qué has estado haciendo, Alex? —Pregunta ella mientras observa con autoridad el campus. Nos encontramos por los mismos lados donde caminé con el chico de rizos hace un par de horas: en mitad del campus, que ahora luce totalmente vacío.

— Nada. —Digo intentando sonar casual, preguntándome si ella sabe cada una de las vidas de los estudiantes de esta escuela, digo, internado.

— No eres una buena mentirosa. ¿Has conocido a Sophie? —La Señorita Murray cuestiona volviendo sus intensos ojos hacía mí.

— ¿Sophie? —Murmuro—. ¿Es la chica de cabello rojo?

— Exacto. Es tu compañera de habitación. Ella puede resultar intimidante, loca, arrebatada o incluso irritante, pero es una buena chica. —Dice mientras su mirada se dirige a algo o alguien detrás de mí.

Doy la vuelta y veo a Roland pasar a unos metros de nosotras. ¿Qué éste chico no está en clases? Roland camina hacia un pasillo que no conozco. Lleva una carpeta en la mano y su mirada está en el suelo. En su cabeza lleva unos audífonos negros, pero no se logran disimular. ¿Eso es lo que mira la Señorita Murray?

— ¡Señor Sparks! –Su tono de voz se altera, pero no lo suficiente. Roland se detiene buscando a la dueña de la voz. Cuando conectan la mirada, él se quita los audífonos inmediatamente. Pretende irse pero la Señorita Murray le hace un gesto con el dedo pidiéndole que si dirija hacia nosotras—. ¿Qué la hace creer que puede portar audífonos, Señor Sparks? ­—Ella se ve tranquila y serena, pero de algún modo u otro le está regañando.

— Lo siento, Señorita Murray. —Roland se disculpa bajando sus rizos oscuros.

— Es la segunda vez. Ocurre una tercera y lo reporto con el Director. —Su tono de voz es tan suave que hace creer que no podría dañar a ninguna mosca.

— No volverá a pasar. ­

Él me mira, mira a la Señorita Murray, y se va.

— Alexa. Te recomiendo leer el reglamento en cuanto antes. Brighton se caracteriza por su excelencia académica y por su compromiso con los estudiantes. No son mucho los casos de adolescentes rebeldes aquí. Uno que otro, claro. Son excepciones. Pero después de todo, estamos conformes con el alumnado a cargo. Espero que puedas adecuarte pronto, cualquier inconveniente y puedes recurrir a mí. Pero no te preocupes, pues nos estaremos viendo seguido en las clases. —Ella dice mientras comienza a encaminar sus largas piernas a otra dirección. Asiento y vuelvo a mi habitación.

Sophie, como dijo que se llamaba la Señorita Murray, está en la cama en la que minutos antes aterricé. Cuando cierro la puerta ella levanta la vista, y luego la vuelve a bajar a su libro.

Through the darkWhere stories live. Discover now