La vida es como un respiro...

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Respiro profundamente, siento ese aroma tan hermoso de los árboles. Siento mucha paz y armonía, por ese motivo me encanta pasear por el parque. Volteo a ver los hermosos ojos avellana de Peter, me mira y sonríe al instante.

—¿Estás bien? —me pregunta en tono de burla.

Asiento dando una risita nerviosa, a veces me distraigo un poco entre todo el ambiente que observo.

—Por qué no debería estar bien —suelto dándole un leve golpe en el brazo.

Se encoge hombros y sigue caminando.

—No lo sé. Siempre que venimos quedas como hipnotizada.

—Disfruto —corrijo en seguida—. ¿Acaso no te gusta?

—No —menea la cabeza deteniéndose frente a mí— es decir, me gusta pero... no es necesario comportase así. Como loca.

Me encojo de hombros sin decir nada, sigo caminando hacia una venta de dulces. Pedimos unos caramelos de maíz y unos dulces de azúcar de vainilla. Mientras nos dan nuestro pedido me quedo perdida viendo a cada una de las personas que entran y salen del lugar, y como los niños ríen por cada cosa que hacen. Nos entregan lo que pedimos y vuelvo a fijar mi vista en todos esos niños que juegan y ríen sin parar, verlos me hace preguntar cuanto puede durar nuestra felicidad. Quiero preguntarle eso a Peter, así que volteo y veo que tiene la cabeza gacha como si estuviese arrepentido. Sonrió para mis adentros.

—¿Estás bien? —bromeo esta vez.

—Claro —dice poniendo su vista en mí, arqueando la ceja—. Estoy disfrutando de los dulces.

Comienzo a reír por lo que dice y le doy nuevamente un leve golpe. Pero me ve sorprendido y a la vez confundido.

—¿Qué? —pregunta dándome una bella sonrisa—. Tú puedes disfrutar de la buena vista del paisaje, pero no puedo disfrutar de mi comida.

—No —Niego con la cabeza y me encojo de hombros—. No estoy diciendo eso, solo quería saber qué estabas pensando.

—Ya —dice serio viendo todo a su alrededor pero, luego fija sus ojos en mí y sonríe—. Qué bueno que no eres telepática.

Meneo la cabeza y comienzo a negar riéndome de lo que ha dicho. Al salir del lugar nos quedamos contemplando lo bello que se ve el atardecer de un día de abril.

***

Me tumbo en la cama de Peter y veo como empaca doble mudada de ropa. Será una fiesta despedida y a la vez su última fiesta antes de salir de la universidad.

—Te llamaré cuando lleguemos —dice dándome un beso en la frente.

—Si no hay problema —digo poniéndome de pie rápidamente—. Debes disfrutar con tus amigos. Yo estaré aquí cuando regreses.

Una primavera grisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora