Corrimos unas tres cuadras antes de parar a tomar aliento. Desde niño me veía enfrascado en sus constantes travesuras y esta no era una excepción. — Creo que no nos vieron—Dijo Nadia sin voltear a verme. —No, no nos vieron, ¿pero me podrías explicar que es todo esto?. Nos habíamos metido detrás de los arbustos de un local en la calle perpendicular a la suya. — Tu sabes que no iban a permitir que saliera a esta hora y tenia ganas de verte— En eso tenía razón, sus padres nunca le hubieran permitido salir después de las nueve. — Además, no tengo sueño y la noche se me iba a hacer eterna si me quedaba en mi recámara viendo al techo— Dijo queriendo justificar la huida que habíamos hecho. — Yo tampoco estoy cansado, he dormido toda la tarde y hoy fue el último día de clases así que no tengo pendientes. Salimos de nuestro escondite y empezamos a caminar sin dirección alguna. La actividad había cesado en los alrededores y las calles se encontraban solitarias. Teníamos toda la noche por delante y un sin fin de historias por contar. Ahora que tenia la oportunidad de verla nuevamente, ya no me sentía tan solitario. Aunque en el fondo sabia, como todos los años, que el tiempo junto a ella nunca iba a ser suficiente. Era mi única amiga y solo yo era consciente de la inmensa falta que me hacía. — Es bueno verte de nuevo. Dije con calma una vez que llevábamos un par de minutos andando. — Es bueno estar de vuelta, uno necesita despejarse de las prisas de vez en cuando. Se limitó a tomarme de la mano nuevamente y acercarse un poco más. — Que tal haz estado? tienes nuevas canciones para mi? —Continuó con un aire despreocupado. Dejé salir un suspiro y una pequeña mueca semejante a una sonrisa se asomó por la hendidura de mis labios. La verdad es que desde el momento en que regresaron aquellos pensamientos intrusivos, la inspiración se me había cortado en seco. Llevaba un par de meses sin conseguir pensar aunque sea en una melodía que mereciese la pena. — La verdad es que no... pero no importa, cuéntame, ¿Que tal el internado?. Dije tratando de evadir el tema; Pero ella no lo permitió. — ¿Ni una sola canción?... ¿Haz estado bien últimamente verdad?. Era increíble la manera en que podía leer mis expresiones corporales. Ni mi madre durante la infancia podía deducir lo que atormentaba mi interior de la forma en que Nadia solía hacerlo. Pasamos cerca de un farol y tuve la oportunidad de observarla mejor. Estaba tan radiante como siempre. Sus ojos miel emanaban una dulzura e inocencia poco frecuentes. Es como si pudiera ver la vida que deseaba en un brillo fugaz cada vez que la miraba. Y sin embargo lo que sentía por ella era un amor más fraternal que romántico. Al verme luchando por encontrar las palabras para responder a su pregunta decidió intervenir. — ¡Norman!, no viajé miles de kilómetros para enterarme de que haz dejado de lado la música, ¡vamos a arreglarlo ahora mismo!. Una vez más salió corriendo conmigo siguiendole el paso. Sabia perfectamente a donde nos dirigíamos y estaba un poco nervioso. Después de unos largos minutos llegamos a la tienda de música y me detuve a tomar aliento. No era un chico que hiciera ejercicio y mi resistencia física no era muy admirable así que agradecía enormemente la pequeñez del pueblo. Por otro lado me llamó la atención darme cuenta de que Nadia estaba, si se podía, todavía mas agotada que yo. A diferencia de mi, ella siempre había sido buena en los deportes y si mal no recuerdo, solía dar largas caminatas por los alrededores del pueblo durante las mañanas. Me supuse que el colegio la había dejado sin tiempo y tuvo que dejar el deporte en un segundo plano. Puse a un lado mis pensamientos. No quería opacar lo que en algún momento iban a ser los recuerdos que me mantuvieran cuerdo hasta el próximo año. Nadia empezó a a asomarse por la ventana con mucho sigilo. — Mejor vámonos, no hay nadie y no me quiero meter en problemas con el David— Dije haciendo referencia al dueño de la tienda. Sé que en realidad no le hubiera importado en lo absoluto nuestra intrusión. Era un viejo amigo de mi padre y en alguna ocasión me dijo que no dudara en ir cuando quisiera. — Vamos, que no va a pasar nada — añadió Nadia un momento después burlándose en cierta forma de mi infundada preocupación. Al fin decidió ir a checar la parte de atrás y me pidió que la esperara ahí, prometiendo que no tardaría mucho. Me senté en la banqueta frente a la puerta y di un vistazo a mi reloj. La noche había caído pesada y el ambiente se sentía liberado de ruido y movimiento. Empecé a buscar excusas para darle cuando se diera cuenta de que efectivamente mi condición de supuesto "prodigio musical" se había desvanecido. Dadas las circunstancias, sabia que iba a ser un intento en vano tratar de tocarle alguna nueva melodía. Por otro lado sabia que la mejor excusa era simplemente decir la verdad, estaba seguro de que ella realmente lo comprendería. Las personas suelen darte palabras de ánimo y suelen querer hacerte ver que tu vida podría estar mucho peor. En el fondo no tienen una remota idea de como ayudar y deciden que empezar con su palabrería es la mejor opción. Nadia no era así, ella escuchaba atenta y siempre daba una opinión acertada, porque no te decía lo que ella haría, si no lo que alguien como tú debía hacer. Se adentraba entre tus pensamientos, miedos y experiencias, y en base a eso, sacaba una formula que fuera en armonía con todo aquello. Una fórmula hecha personalmente para ti. Escuché un cerrojo abrirse y me paré rápidamente. De alguna manera había logrado meterse a la tienda y estaba abriendo la puerta desde dentro. Esa chica era demasiado ingeniosa. — Vienes?. Preguntó en tono de burla. Me reí para mis adentros y me dispuse a entrar. Estaba muy nervioso pero sabia que tarde o temprano iba a tener que confesarle todo lo que había estado aconteciendo en mi vida. No es que me preocupara que no lo entendiera ni mucho menos, era algo totalmente diferente. Ella era una persona que encontraba la alegría en cualquier ocasión, y personas así son muy difíciles de encontrar. Tenia la sensación de que al contarle acerca de mis inseguridades iba a estar afectando esa parte tan pura de ella.
Llegamos a una sala que debía ser un salón de baile, ya que el piso era de madera y había espejos cubriendo las paredes. Decidimos no prender la luz para evitar ser vistos por los vecinos. De todas maneras la luz de la luna se colaba por las ventanas, y hoy estaba irreconociblemente mas brillante que de costumbre. En una esquina de la habitación había un gran piano de cola. Era negro y tenia un aire de ser relativamente nuevo. — Adelante, por lo menos por esta noche es todo tuyo. Dijo ella mientras se sentaba en una silla desplegable que había traído del otro extremo de la habitación. Yo por mi parte me senté frente al piano y comencé a tocar un par de notas para comprobar la afinación... o más bien ganar tiempo. Deje de tocar y me quede viendo al piano con una mirada perdida. Era a esta hora cuando mis tristezas iban acumulándose sigilosamente en mi mente. Los minutos pasaron y el silencio se hizo cada vez mas largo. Fue en ese momento creo, que empezaron a brotar las lagrimas de mis ojos, traté de no hacer ruido pero sabia perfectamente que Nadia había descubierto todo lo que necesitaba saber. — Vamos a salir de esta y de otras mucho peores. Dijo con una voz calmada y clara. Al parecer no necesité palabras para ponerla al tanto de todo lo que venia sucediendo dentro de mi. Ella me conocía y yo la conocía a ella, no hay nada que pudiéramos ocultarnos por mucho tiempo aun cuando pasáramos un año sin saber del otro. Se levanto y se sentó junto a mi frente al piano. Recargue la cabeza en su hombro mientras ella acariciaba mi cabello despeinado. Empecé a sentirme mejor y mi mente iba despejándose poco a poco. — No es justo para ti aguantar...tener que aguantar mis problemas — Añadí al momento que me paraba para asomarme por la ventana. De verdad me sentía culpable por arruinar la noche. — ¿estas diciendo que después de todos estos años de conocernos, no puedo ayudarte a alejar a tus demonios?...¿Acaso no es mas fácil llevar una carga cuando se reparte entre dos?— Preguntó con un tono algo molesto. — No es eso a lo que me refiero— añadí. — Simplemente me parece que tal vez, ayudar a un ser hecho de inseguridades y tristezas no es lo que quieres hacer realmente en la vida —. Para este entonces me las había ingeniado para hacerla enojar de verdad. — Así que después de haber sufrido casi 6 años por el hecho de que los demás siempre quieran decidir acerca de " lo que realmente quieres en la vida", ¿te atreves a venir a juzgar lo que yo quiero hacer con la mía?, no todos venimos a darte ordenes ¿sabes?, ¡y no tienes ningún derecho a evitar mi ayuda! — gritó no muy alto. — ¿Porque te cuesta tanto entender que hay gente, o por lo menos yo, que de verdad quiere ayudarte? —. Añadió triste.
Ya no tuve qué contestarle. Nadia se quedo esperando mi respuesta en vano. Ya no parecía estar enojada ni triste. Lo único que podía notar en su rostro era decepción. — Llámame luego ¿si?. Dijo y salió de la habitación para irse de vuelta a su casa.
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Dos horas y diecinueve minutos
Historia Corta"Si naces para destacar, lo haces, sin más. Por otra parte, si solo naces para llenar espacio en este planeta, debes limitarte a hacerlo y no causar demasiado revuelo." Norman se había dado por vencido y repetía aquellas palabras como un mantra en...