Tazas con chocolate, cereza y miel.

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Era un baile digamos que… peculiar.
Nosotros pensábamos que para ser un evento organizado por la escuela, las cosas no habían salido del todo correctas

Empezando por el ambiente que era tristemente aburrido, la música lentamente arrulladora y la gente cada vez más y más desesperada por haber desperdiciado esos $100 que se cobró por la entrada, aunque esos 2 puntos extras puede que hayan valido la pena. Y ni hablar del deplorable lugar en el que nos encontrábamos.

En definitiva era un lugar para hacer una fiesta, era espacioso y al parecer fue muy bonito tiempo atrás… mucho, mucho tiempo atrás.

Era como un castillo, por fuera y por dentro. Tenía un gran salón con juegos de salas para hablar cómodamente, un espacio enorme con mesas para aproximadamente 10 personas cada una, la envidiable pista de baile en la cual fácil cabían todos los invitados sin amontonarse y, como no, una impresionante escalera que curveaba por una de las paredes del edificio.

Hermoso ¿no? Ahora agreguemos paredes con pintura descarapelada, techos con cielo falso cayéndose a pedazos, moho en todas las esquinas, sillas y mesas desequilibradas, sillones con asientos hundidos y humedad en el aire.

Nosotros nos encontrábamos en las escaleras, parados justo en la mitad, asomándonos al primer piso desde el barandal, vestidos con nuestros mejores trapos y deseando que todo fuera una broma y empezara la buena música.

—Ya empezó a gotear el techo del segundo piso, hora de irnos –dijo el único chico del grupo mientras se quitaba el ridículo reloj de plástico de color primario transparente que nos habían dado como pase de entrada.- Niño, ten.

El chico le puso el reloj al pequeño hijo de alguien que subía las escaleras, se puso chicloso en cuanto tocó su muñeca. El niño solo le dedicó una mirada de completo desagrado mientras seguía con su recorrido.

—Lamentable, deprimente, asqueroso, y para hacerlo aún peor, quiero ir al baño.

—No Cyra, no vamos a ir al baño. Estoy segura que esas puertas de ahí son los baños y gotean en la sala, –le dije mientras apuntaba a unas puertas al final de la escalera y después al primer piso en la misma dirección- se te va a pegar la sífilis o algo.

Mi amiga abrió la boca para reclamar pero fue interrumpida. —Cy, si vas a mear nos vamos de aquí… NO, –fue interrumpida de nuevo- a nadie le importa lo mucho que pagaste por morirte en moho en este lugar, nos iremos.

—Ilda ¿me acompañas?

—No qué asco –se excusó rápidamente- Dile a Dollan.

—Dollan…

Me retorcí un poco parada en mi escalón, no podía decirle que no a Cy. —Iremos, te esperaré afuera porque TÚ vas a contraer las ETS sola y luego nos iremos corriendo elegantemente de aquí como dijo Joan ¿entendido? 

Cyra me tomó del brazo y jaló mi cuerpo que se negaba a subir a ese lugar.

En cuanto estuvimos frente a la gran puerta que eran los inodoros, caras de tremendo asco aparecieron en nuestros rostros.

Los baños eran una combinación entre drenaje desbordado, infecciones, y dos o tres personas que no tuvieron más opción que satisfacer sus necesidades en lo que podríamos llamar ‘‘tazas con chocolate, cereza y miel’’.

—Vámonos de aquí –dijo Cy rápidamente sin dejar de ver.

—Eso quería escuchar –respondí a su ritmo

—Le pediré a Joan tips para orinar en un árbol y no morir en el intento.

—Eso no lo quería escuchar –me lamenté mientras dábamos media vuelta y veíamos con asco a otra pobre criatura con un reloj chicloso comiéndose su pequeña muñeca.

Esa extraña nocheWhere stories live. Discover now