Y recordaba el primer momento en que lo amé...

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Diez años atrás, 22 de mayo de 2006

Apretaba mis manos cada segundo, realmente estaban muy sudorosas, esa reacción de mi cuerpo me anunciaba únicamente los nervios que me estaban consumiendo por dentro y se impulsaban hacia afuera como una bomba, si, estaba que explotaba como dinamita.

-Vamos, puedes hacer esto Reina, no es como si fueras a conocer una cuna de víboras ¿o sí? - mire mi rostro reflejado en el ahumado vidrio del hermoso auto que estaba estacionado a las afueras de una estructura bien construida, ordenada y preciosa, claro, no podía pedir menos de una familia adinerada, realmente era una gran casa, que no compaginaba para nada con esa pequeña adolescente de quince años que me preocupaba con su rostro carente de color a través del auto, si seguía así, probablemente moriría.

- ¿Reina?

Una voz me arranco de mis pensamientos de manera casi instantánea, era ella.

-¡Mama! – Volteé guiada por plena emoción y mis pies se apresuraron a ir en su encuentro, la rodeé con mis brazos sujetándola con fuerza.

-Mi Reina ¡Cuánto has crecido! ¿Qué es eso que te hiciste en el cabello? – preguntó esbozando una abierta sonrisa mientras tomaba uno de los mechones que resaltaba de mi cabello por ser de color rosado.

- ¿No te gusta?

-Espero no te hayan expulsado del colegio- alertó sin dejar de verme con ternura.

-No mami, se quita, me lo puedo colocar cuando quiera ¿No te parece genial? Esta casa sí que es grande ¿exactamente dónde es que me voy a quedar? Ellos no son como los de la televisión ¿Verdad? Al menos tienen una hija o un hijo ¿No me voy aburrir? – Me deshice de su abrazo y caminé observando la fachada aun asombrada por la belleza, pero sin dejar de interrogar, era algo importante para mi tomar nota.

-Una cosa a la vez Reina por favor, trata de no hablar tan sonoramente, no les agrada mucho que levanten la voz.

-Aburridos- bufé

-Tampoco le gustan las niñas irrespetuosas. - Sacudió mi cabello relajada.

-Aburridos por partida doble.

- ¿Qué voy hacer contigo? -soltó un suspiro prolongado.

-Cuidarme, quererme y comprarme chocolates, algo tan sencillo como eso ¿Dónde está la piscina? -Caminé un poco más lejos para echar un vistazo a donde mis ojos no podían llegar, pero mi madre me atajo de inmediato antes de que pudiera hacer cualquier cosa.

-Reina, estas personas, debes tratar de ser más...

- ¿Mas?

-Menos impulsiva- pidió, a juzgar por la preocupación en sus ojos podía casi afirmar que sí, eran unas víboras.

-Está bien mamá, voy a tratar, pero ¿Te tratan bien estas personas? – pregunté acercándome a ella.

-Claro que sí. -Rió levemente, no era una risa falsa al menos-. Son buenas personas, no son ogros, solo siguen regularmente las reglas de aquí ¿si me entiendes?

Mi madre no me consideraba ignorante, solo trataba de hacerme despertar de mis asombros y mis vinculaciones ficticias para que pudiera pisar tierra. Entendía a la perfección, no había que utilizar una herramienta para descifrarlo, más aún cuando tenía tres años viviendo en Corea del Sur, ese tiempo me bastaba para adquirir experiencia en cuanto a su cultura y que por mucho que yo lo intentara, ellos serían el otro extremo del mundo. No solamente era una diferencia física, dentro de sí ocupaban lugar distintas cosas; el carácter de la comunidad latinoamericana y sus movimientos era menos rígido, se apreciaba cierta soltura, los coreanos eran más lineales, pero tenían su encanto, de todas maneras, había algo que no era tan diferente, éramos seres humanos todos, así que, realmente no importaba.

Nuestro complicado secreto de amor (Suho, Exo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora