Parte 1

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Mi nombre es Skyler Reynolds.

No es el nombre con el cual nací, aquel está oculto bajo la espesa neblina de los recuerdos de mi niñez que prefiero no traer a mi memoria. Sin embargo es el nombre que yo decidí darme a mí misma y eso es mucho más importante que como mis padres querían llamarme.

Skyler fue el nombre que adopté cuando me metí de lleno al modelaje y decidí que eso era lo que quería hacer el resto de mi vida. Aquello ocurrió cuando tenía doce años de edad. La mayoría de las niñas con las que convivía en la escuela se encontraban obsesionadas con alguna banda de chicos o con un programa de televisión pero mi obsesión siempre había sido la ropa, los bolsos, los zapatos y cómo todos estos lucirían en mí desfilando por una pasarela o alfombra roja. Mientras mis compañeras se mortificaban teniendo su primer beso o un reprobado yo me encontraba haciendo trámites para cambiarme el nombre y castings de modelaje día y noche.

Siempre había deseado aprovechar la bendición más grande que me había sido dada por la vida: mi belleza.

No quiero ser malinterpretada, la vida también me dio grandes cosas como una inteligencia promedio, un buen sentido del humor y en especial una gran ambición por ser la mejor, pero sin duda todo eso quedaba en segundo plano pues lo que realmente me hacía valerme por mí misma, lo que me daba la confianza para avanzar y lo que me pagaba incluso para comer era mi buena apariencia.

Medía un metro setenta, como la mayoría de las chicas que ven la industria como lo que realmente es me mantenía en un peso bajo, pudiendo ver el filo de mis huesos en algunas partes de mi cuerpo. Tengo el cabello rubio platinado hasta los hombros y mis ojos son verdes y felinos. Uno de mis mejores atributos a mi parecer es mi mirada la cual puede darle a cualquier fotografía un tono peligroso que no se logra fácilmente.

Sé que en general suena como si fuera la típica chica promedio de América y la verdad es que lo soy. No hay nada físicamente que me destaque del resto de jovencitas blancas que habitan este país y es por eso que lo que me resalta lo tuve que crear yo misma. Aprendí a entenderme con la cámara, a darle exactamente lo que quería, a volver mis ojos en un arma mortal, a darle vida a la ropa en una caminata de treinta segundos.

Aprendí lo que todas las modelos tardar en aprender toda su vida. Aprendí a ser la mejor.

Ahora tenía un buen departamento en Los Ángeles, estaba lejos de todas las expectativas que cumplir y de toda la gente que creía saber que era lo mejor para mí. Ahora el mundo sabe quién soy y yo sé lo que es el mundo y nunca estuvimos más en sintonía antes.

Pero cuando las cosas mejor se alinean es cuando el destino decide sorprenderte con algo que definitivamente no estabas esperando. En mi caso se trató de una joven pueblerina que había llegado a California con muchos sueños y las ganas de triunfar, nada fuera de lo común cuando vives en un lugar como LA, sin embargo Anabelle fue diferente al resto. Anabelle tenía algo que nadie más tenía. Ella era como una obra de arte hecha a mano, te atraía como la gravedad atrae a los cuerpos terrestres, te envolvía sin siquiera proponérselo, te hipnotizaba y no había manera de escapar a su hechizo.

El día que la conocí había pasado dos horas en el gimnasio con Samuel. Sam es mi mejor amigo quien casualmente también vive conmigo. En general se encarga de cuidar de mí cuando estoy demasiado ocupada para hacerlo yo misma y de disipar rumores de posibles relaciones. Cuando quiero que me dejen en paz recurro a él inmediatamente.

—Vamos Sky, si quieres que continúe cubriéndote vas a tener que ser más cuidadosa —Se quejó Sam, una de sus principales fallas era que se preocupaba demasiado por todo. —No quiero quedar como un estúpido, menos cuando todo va en ascenso.

Between heaven and hell [*Lésbico*]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora