Valkyon se encontraba buscando con impaciencia a su nueva recluta, Mirai. Según las órdenes de Miiko, debía encontrarla para entrenar con ella de nuevo y no dejar que su talento se oxidara. Me explicaré mejor.
Hacía ya un par de meses que la muchacha de pelo azabache había llegado a ese mundo, confusa, sola y sin entender que sucedía a su alrededor. Su "bienvenida" tampoco es que hubiera sido muy agradable, ya que desde el primer instante que la vieron la llevaron frente a Miiko forzadamente, sin tener un mínimo de cuidado con ella. Al parecer, en ese mundo no tenían ni un poco de respeto, eso fue lo que pensó.
Miiko tampoco se mostró muy amable con la chica, acusandola de cosas sin sentido sin escuchar ni una de sus palabras, callándola. También hay que decir que ella se encontraba tan sumamente débil y era tan sumisa que no se atrevía a hablarle más alto de lo que maullaría un cachorrillo de gato.
A punto estuvo de llorar de los nervios cuando apareció su salvador, Keroshane. Esa especie de humano unicornio bondadoso le pidió a Miiko dejar que se explicara ya que, como bien el decía, ella no tenía ni idea de que estaba ocurriendo. Viniendo del mundo humano, con solo historias que la gran mayoría a duras penas eran creíbles, poco entendería la manera de hacer de aquellos seres que, para bien o para mal, solo trataban de defender su mundo.
Les explicó todo lo que sabía, el cómo había llegado a ese mundo, lo que estaba haciendo antes de llegar a el. Les explicó todo lo que recordaba con pelos y señales, aunque temerosa por sus reacciones, ya que al parecer si cometía cualquier fallo en la explicación, podrían tomarselo a mal.
Tras todo eso, y con la ayuda de Keroshane y Leiftan, quien había venido hacía unos minutos, Miiko decidió que la mejor forma de que ella se adaptase al mundo de eldarya, sería que se uniera a una de las guardias y tuviera su propio familiar para que aprendiera a tener responsabilidades.
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Valkyon por fin la encontró, justamente en la sala del cristal donde Shadow, su pequeño Ciralak, se encontraba.
Se quedó mirándola durante unos instantes, inspeccionandola.
Mirai era una chica pequeña y delgada, que no mediría mas de 1,60. Sus ojos eran bastante grandes, de color rojo -al parecer.-, muy expresivos, con una cara redondeada pero fina, muy adorable, como la de una niña en su pubertad. De labios finos y nariz más bien normalita, ni muy chata ni respingona. Además de su precioso pelo, largo hasta casi llegar a la cintura, negro como el carbón. Era como una muñeca de porcelana.
Sin duda, era preciosa, pero demasiado pequeña y frágil para poder llegar a soportar los trabajos de obsidiana. Eso era lo que pensaba, hasta que la vio practicando por primera vez. Le sorprendió lo bien que se desenvolvía con la espada y la facilidad con la que aprendía. Sin embargo, notó su torpeza y timidez cuando esta le pidió disculpas por un leve fallo sin importancia. ¿Acaso todos los ángeles eran de esa forma?
Quizá su forma de ser y su alto nivel de aprendizaje no debería sorprenderle, pues según había oído, los ángeles podían llegar a ser tan poderosos como 30 vampiros juntos, tal vez mas, y pocas razas había que se pudieran comparar a ellos. Pero aun así, su pequeña figura, no ayudaba a pensar en eso.
Se acercó a ella serio, a punto de pedirle explicaciones cuando de pronto, vio que ella se giró abrazando a su Ciralak, llorando.
-¿Quien soy? ¿Porque estoy aquí?
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Not only the stars shine brightly
FanfictionMirai, una chica normal y corriente de la tierra, había llegado a un mundo totalmente desconocido para ella. Magia, fantasía... todo eso que solo se encontraba en los cuentos de hadas. Y en ese mundo, descubrió que tal vez, ella también pertenecía a...