Destrucción en todo sentido

52 5 1
                                    

Aunque nos habían advertido innumerables veces, seguimos con nuestro lujoso y cómodo estilo de vida que no hizo más que llevarnos a la destrucción. Durante siglos se había hablado de la decadencia inminente que nuestro planeta tendría, lamentablemente gracias a nuestro deseo de avanzar y crear lo mejor, aceleramos el proceso y vimos el fin antes de lo esperado.


Debimos notar las primeras señales; el aire estaba más denso, numerosos desastres ocurrían, e incluso enfermedades nuevas surgían, reduciéndonos poco a poco...

Quizá nuestro estilo de vida nos cegó de la realidad; vivíamos en cúpulas que rodeaban las ciudades, sólo sabíamos que el aire de afuera estaba demasiado contaminado... pero cuando se filtraron las primeras fugas en la cúpula y enfermedades respiratorias que no se habían tratado y se daban por muertas volvieron a hacer su aparición, fue cuando la preocupación y el uso de razón iniciaron. Los desastres junto con el incremento de la mortalidad, ignorados también, tenían su razón de ser; nuestro mundo había logrado lo que la humanidad siempre soñó: comodidad sin ninguna clase de preocupación. Solo importabas tú, sabias perfectamente que los otros estaban bien y no te importaba comprobarlo y perderte de los lujos que podrías aprovechar en ese tiempo. En un mundo donde tienes todo al alcance de tu mano, es imposible pensar en alguien más.

Esa ilusión de felicidad llevaba poco, algunos diez o veinte años antes de mi nacimiento, por esa época fue cuando se le dio el toque final a la tecnología para lograr nuestra más anhelada meta; dependencia completa hacia esta, ya no solo teníamos los aparatos requeridos para completar un trabajo, ahora finalmente éramos libres y solo hacíamos pequeñas acciones en nuestro día a día. O claro, esa fue la ilusión que nuestros líderes nos presentaron: una vida cómoda sustentada por toda clase de recursos tecnológicos que pudiéramos imaginar con un mínimo de trabajo. Fue por eso que cuando la ensoñación en la que vivíamos finalmente se rompió junto con la cúpula, volvimos a la realidad y el terror fue mayor.

La evacuación inició sin previo aviso, nunca se nos alertó de nada hasta hoy. Simplemente se escuchó en todas las habitaciones la voz monótona de una maquina pidiéndonos calma y explicándonos la situación como si no fuera el fin del mundo. Obviamente nadie guardó la calma, todo el mundo salió y se apresuró a correr.

Justamente han pasado algunos minutos desde que el avisó resonó por todas las ciudades, sin embargo, el alboroto y pánico son tal en las calles que es imposible abrirse paso. Nadie sabe hacia donde correr; supuestamente en algunos minutos más se nos darían instrucciones, pero nadie piensa esperar. Lo único que sabemos es que dejaríamos el planeta para siempre, momento que todos esperaban con ansias.

Me encontraba corriendo al igual que todos, recuerdo que hace no más de tres minutos me encontraba dando un paseo,  paseo que no me imaginaba que se transformaría en uno para presenciar el final del mundo y el pánico general en primera fila.

Trato de ver hacia donde correr, quiero llegar como todos al lado de mis seres queridos y prepararnos para partir, pero ahora la calle se encuentra totalmente abarrotada y el asunto se pone peor. La desesperación es una emoción palpable en este momento, a tal grado que ya empiezan a caer los muertos. Yo misma me hallaba contemplando la caída de un hombre de mediana edad, su máscara de oxígeno rodó y corrió la misma suerte que su cuerpo; fueron aplastados por una multitud en pánico.

Las personas iban tomando las máscaras de oxígeno dispersadas a lo largo de la ciudad, el aire era altamente peligroso ahora, por ello, en la necesidad de sobrevivir cuando se dio este pequeño aviso de seguridad, la situación volvió a empeorar y los actos de buena fe eran algo imposible de considerar.

Decidí no seguir mirando, con esa muerte que había presenciado me era suficiente. Con lágrimas en los ojos intente desplazarme entre la multitud; solo me limitaba a correr y a esquivar, temerosa de caer. Finalmente pude ver mi casa, solíamos vivir en un gran apartamento, pero hace una semana sin aviso nos encontrábamos viviendo en una pequeña casa de un piso a causa de los recientes temblores que habían azotado el lugar. 

Al ver cada vez más cerca mi hogar, empecé a correr más, abriéndome paso con empujones y gritos. Faltaba tan poco...

Mi madre y mi padre voltearon hacia donde estaba, ambos me dieron una sonrisa triste, gesto que traté de devolverles, para después correr hacia mi con el fin de encontrarnos más rápido. Cinco metros era la distancia que nos separaba de esa anhelada reunión.

De repente, sin previo aviso, todo se vino abajo cuando un nuevo temblor hizo sacudir el suelo. Durante esa semana habíamos presenciado algunos de magnitud mínima, pero nada comparado con el destrozo que este estaba causando; la tierra se rompía causando que enormes grietas se formaran y se asomaran por la misma. Giré la cabeza solo algunos segundos solo para darme cuenta de como estas se habían extendido por gran parte de la ciudad, muchas eran tan grandes que la mayoría de las personas se veían atrapadas en lo profundo de ellas.
Todo pasó tan rápido, los treinta segundos más largos de toda mi vida. Los gritos de dolor y terror era lo único que se podía escuchar. Le prestaba tanta atención a mi alrededor, producto del miedo que me invadía que, cuando volví a ver hacía al frente, vi como mi familia se detenía y me gritaba.

Me advirtieron que me moviera porque se estaba empezaba a abrir una grieta en el lugar donde estaba parada. Inmediatamente me moví, di un salto sin pararme a pensar. No obstante, la grieta era más grande de lo que esperaba por lo que no caí bien. Ya no quedaba nadie a nuestro alrededor, o se habían ido o habían sido engullidos. Solo mi familia corría hacía mí, no me podía mover, además también empezaba a tener problemas para respirar.

—¡La mascarilla, John! ¡Tiene una grieta, debemos apurarnos! —Escuché gritar a mi madre.

Escapando de la AniquilaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora