Just a kid from Brooklyn

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Pocas personas me han conocido a lo largo de mi vida y al decir "mi vida" me refiero a mí sin el suero, sin el uniforme. Siendo únicamente Steve Rogers.

Durante el cambio proveniente del proyecto Rebirth al que accedí a ser parte, estuvieron presentes muchas personas, entre ellas Howard y Peggy. Pero incluso ellos no me conocían del todo. Demoré en darme cuenta de ello y fue muy lógico cuando lo analicé luego de tantos años.

Mi infancia fue bastante usual para la época, pero toda una rareza para la actualidad. Mis padres murieron, ofreciendo su vida en la guerra, ofreciéndola por un bien más grande para mi comprensión. Lo hicieron para que yo estuviese en un mundo mejor, más tolerante y con mejores ideales. Ahora yo lucho por una misma meta, pero en ese entonces no lo sabía. Mi empeño al entrar al ejército fue simplemente eso, una terquedad. Deseaba con todo mi ser en transformarme a mí mismo en algo diferente a lo que ya era. Estaba harto de que pasasen sobre mí, de ser un enclenque que nadie tiene la molestia de siquiera mirar o de hacerlo, dirigirme su lástima.

Amé a Peggy como se ama a un primer amor. Uno que jamás dura y jamás se hará realidad. El más inocente y puro amor, uno de los más estúpidos. Pero no, no me arrepiento de haberlo hecho. Gracias a ella conocí un nuevo lado de mí, el que entrega sin esperar nada a cambio. Ese nuevo lado que debía abrazar y reconocer como un nuevo yo, el que siempre quise ser.

Pero se sintió... diferente...

Extrañaba al pequeño y débil Yo. A pesar del odio que alguna vez me tuve, odié más que ahora fuese aceptado por algo que no era.

Luché por nivelar estas nuevas sensaciones, de aceptarme y de lograr que a mi alrededor no me mirasen sólo como el Capitán América. Un símbolo.

Sólo hubo una persona que estuvo ahí y también sufrió algo similar a mí. Alguien que también se escondía, que llegó a odiar el ser como era, pero que me demostró que todo era posible y no es vergonzoso ser quien eres.

Esa persona estuvo conmigo en las buenas y malas. Parecía que lo tuviese todo. Me apoyó y acogió en su casa cuando mi familia había muerto. Jugábamos hasta el atardecer y me defendía de quienes quisiesen golpearme. La escuela era toda una aventura a su lado. Largas pláticas se llevaban a cabo al anochecer, a veces desde lo más trivial como el extraño escaseo de chocolate hasta la misma guerra. Anhelábamos ayudar a otros, que no sufrieran al igual que nosotros.

Nos habíamos prometido entrar un día al ejército.

No voy a negarlo, mi amigo era alguien apuesto. Por ello mismo no entendía la razón por la cual no conseguía ninguna cita. Es decir, conmigo era bastante obvio. Aunque su familia se diera la tarea de cumplir con mis necesidades básicas, seguía siendo un esqueleto andante con demasiadas enfermedades para un niño.

Por un tiempo creí que era mi culpa, que yo alejaba a sus citas. Con la cálida sonrisa de siempre me reconfortó. Dijo que no era yo quien estaba "mal", sino él. No lo entendí en ese momento y es que siempre me trató como alguien pequeño a pesar de tener la misma edad. No lo comprendí ni aunque le escuché confesar su secreto a Bucky.

— No tiene nada de malo, pero si quieres evitarte problemas no deberías mencionarlo. Sal con una niña de vez en cuando. Yo puedo conseguirte alguna. Si alguien pregunta, sólo di que no era la indicada.

— Pero eso sería mentir, Buck.

— Intento cuidarlos a ambos, Arnie. Steve es el blanco principal de los abusivos de la escuela. No puedo estar todo el tiempo con él.

— De acuerdo... Hagámoslo por él.

— Cuando logremos ir a la guerra debemos asegurarnos de que nadie lo moleste aquí.

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