Moena se levantó de su cama a las nueve de la mañana, con la fe puesta en la frase «Quien madruga, Dios le ayuda».
Una vez hizo su rutina diaria matutina, salió a la calle. Sabía que ya era hora de buscar un trabajo, y no le importaba lo humillante, dificultoso, o mal pagado que fuera; debía conseguir dinero, y pronto. Había estado una semana completa buscando trabajo. Además, sabía que no podía aspirar a demasiado debido a que no consiguió obtener el título de secundaria que tan imprescindible parecía ser en la actualidad para cualquier oficio.
Uno de los contratiempos que ella tenía era que, debido a sus antecedente penales, la gente que se actualizaba a las noticias sabían que el nombre de Moena había estado en varios titulares tres años atrás. Cuando la chica decía su nombre para dar sus datos, la gente empezaba a relacionarla con ella, y peor era cuando estaba frente a la persona que tenía que contratarla ya que el cabello pelirrojo la delataba aún más.
Cansada de buscar y buscar, encontró un papel el cual decía: «Necesito una persona que sepa sobre labores de la casa (asistenta de limpieza). El precio del cobro puede ser negociable. Si está interesado/a, llame al siguiente número:». Moena se lo pensó unos segundos hasta que finalmente arrancó una de las tiras de papel la cual tenía escrito el número de contacto de la persona.
Sería su último intento del día. Eran las doce de la mañana y empezaba a sentirse hambrienta.
Una vez llegó a casa, agarró su teléfono móvil y tecleó el número de la tira.
Después de unos segundos, la otra persona descolgó.—Hola, buenas tardes —habló la persona que estaba tras la otra línea.
—¿Qué hay? Llamaba por el anuncio de «chacha» de la limpieza —explicó vulgarmente.
—Uhm... sí...; está bien, ¿está interesada?
—No, te llamaba porque me encanta perder el tiempo llamando a personas que me importan una mierda. ¿Qué crees entonces?
Moena no soportaba la idiotez humana de ciertas persona, y solía comportarse de esa forma cuando una oportunidad como esa se le presentaba, independientemente de si estaba con sus amigos un sábado por la noche, como si estaba hablando con el mismísimo presidente de la Casa Blanca. Simplemente, salía aquél lado rudo de ella.
El chico de la otra línea carraspeó con la garganta y continuó con la conversación como si no hubiese escuchado aquello.
—Preferiría que la entrevista fuese en mi casa. Voy a darle mi dirección y me gustaría que se pasase por allí cuando le venga bien.
—A cualquier hora me viene bien —respondió la chica.
—Entonces... ¿a las cinco?
—Allí estaré —asintió.
—Apunta mi dirección.
×These market×
Kilian se encontraba nervioso. Iba a encontrarse con la primera persona que entrevistaría y no había parecido demasiado amable desde la línea telefónica. Aunque era extraño que fuese él quien estaba nervioso, así era.
Miró su reloj de pulsera, éste marcaba las cinco y seis minutos de la tarde. Entonces, la puerta sonó.
El chico fue a abrirla, pero se encontró con su vecina Rosaline, de sesenta y nueve años.—Oh, es usted, Rosaline —comentó Kilian, dejando escapar el aliento que había retenido inconscientemente.
—Sí, cielo. Es que quería que me abrieses este bote de mayonesa. ¡Los hacen tan duros! —pidió la mujer mayor.
Kilian tomó el bote, le dio unos toques en el culo del frasco y giró la tapa con gran facilidad.
—Aquí tiene —dijo, entregándole el bote a la señora.
—¡Gracias, cielo! Pienso poner una demanda a los fabricantes de estas cosas... las mujeres como yo ya no tenemos la misma fuerza que... oye, ¿de qué estábamos hablando? ¡ah sí! ¿podrías abrirme este bote?
El chico suspiró. Estaba bastante preocupado por la señora debido a que su cabeza se le iba por momentos y nunca había visto a ningún familiar visitarla o ayudarla.
—Acabo de abrirselo, señora Rosaline.
—¿Qué? —lo destapó— ¡oh, sí! Eres tan fuerte... bueno, voy a dejar de robarte tiempo, cielo. Que tenga un buen día.
Una vez la mujer se hubo encerrado en su casa, otra apareció ante él. Al mirarla, se impresionó demasiado. Aquella chaqueta color negro, los pantalones vaqueros y su cabello pelirrojo desvelaban su identidad, sobretodo el cabello pelirrojo.
Quería preguntarle qué hacía ella allí, pero como en un principio, la chica de adelantó a hablar.—Vengo por la entrevista de trabajo. Me sorprende que seas tú quien vaya a entrevistarme. Por lo visto este mundo es un pañuelo —comentó ella, totalmente tranquila.
—¿Eras tú? —preguntó Kilian, aún sin salir de su sorpresa.
Ella se encogió de hombros, haciéndolo obvio.
—Creo que acabo de decírtelo —respondió ella.
—Cierto, lo siento. Pasa.
Moena penetró la estancia del chico y le indicó que se sentara en una de las sillas frente a él. Una mesa pequeña les separaba.
—Debes darme tus datos —anunció.
—Finalmente sabrás mi nombre —rió.
—Empezaremos por ahí. Nombre y apellidos —pidió él.
—Antes prométeme algo —se adelantó ella.
El chico arrugó su entrecejo pues no tenía ni idea de lo que podía ser.
—¿Qué cosa? —preguntó confuso.
—Que no me rechazarás sólo por saber mi nombre.
—Eso sería injusto. No voy a hacer eso. Vamos, dime tu nombre.
—Mi nombre es Moena.
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The Dark Side [×] Brand Red [ON HOLD]
FanficKilian Moon, un chico con una vida tranquila, siente curiosidad por una chica de cabello pelirrojo la cual encuentra sentada en el mismo banco de un callejón a la misma hora cada día. Su vida comienza a cambiar desde que se ve atraído por la curiosi...