Capítulo 16

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Capítulo 16

—Me has disgustado enormemente, Bellatrix— dijo Voldemort mientras caminaba lentamente por la habitación, moviendo su varita entre los dedos. Estaba consciente de la manera en que los ojos hambrientos de la mujer seguían cada uno de sus movimientos. Alguna vez disfrutó de ese tipo de atención de su parte, porque sólo era hacia él que ella se comportaba así.

Apenas podía contener la rabia que sentía desde que Narcissa le había informado sobre lo que su hermana había hecho.

—Viniste a mi casa sin ser invitada y atacaste a mis huéspedes.

—Pero mi Lord, vi a Potter en su cocina, haciendo galletas con…

—¡Silencio!— acalló Voldemort levantando la voz pero sin gritar.

El silencio en la sala de reuniones era abrumador. Sus seguidores estaban reunidos, habiendo sido llamado a ese encuentro. Voldemort quería que vieran el castigo para Bellatrix. El mago oscuro pasó a lado de la bruja, hasta que estuvo tras ella. Observó cómo la mujer se estremecía, preguntándose si era por miedo o algo más.

—Uno de los que atacaste era Draco Malfoy, heredero de Lucius y Narcissa Malfoy; tu sobrino y un sangrepura.

Los susurros irrumpieron entre la multitud vestida de negro, Voldemort lo permitió. Esa era su intención, su mejor don: manipular a la multitud hasta que hicieran lo que él quería.

Continuó su camino rodeando a Bellatrix; el único sonido que podía escucharse en el gran salón era el de sus zapatos contra el suelo.

—El otro al que atacaste, al que te atreviste a llamar "Potter", es un querido amigo y un poderoso aliado. Originalmente habría dejado que él se encargara de tu castigo, pero tengo la sensación que sería muy blando contigo.

El Señor Oscuro había estado pensando en un castigo adecuado desde que Narcissa había entrado a su oficina a contarle lo sucedido. Suponía que debió saber que algo sucedería. Después de todo, Evan tenía la peor de las suertes. Si podía meterse en problemas, siempre terminaría en medio de ellos, sin importar lo imposible que pareciera. Al mismo tiempo era la misma suerte que sacaba a su amante de todo tipo de situaciones, así que suponía que era la forma del Destino de compensar las cosas un poco.

Evan había logrado que accediera a dejarlo salir de la habitación por el día. Le había dicho que se estaba volviendo loco de mirar las mismas cuatro paredes todos los días. Voldemort había accedido, conocía a Evan y comprendía que su amante necesitaba salir y moverse. Algunas personas no estaban hechas para estar quietas. La única demanda que pidió fue que llevara a un guardia con él. El guardia lo guiaría, asegurándose de que nada le sucediera y de que Evan no encontrara una forma de escapar.

Ya que todos habían estado ocupados en ese momento la elección había caído sobre Draco Malfoy.

Ahora que lo pensaba, pudo ver los fallos en su plan. Después de todo Draco era un menor y pese a su entrenamiento como sangrepura y futuro lord, no estaba capacitado para enfrentarse a una bruja completamente entrenada.

—Aunque claro, tú lo insultaste y trataste de usar la maldición asesina en él, así que quizás él estaría más que feliz de encargarse de tu castigo—. Voldemort mantuvo su voz baja y suave, sin dejar ver lo enojado que estaba. El pensar en perder a Evan era suficiente para que le hirviera la sangre—. Eres una vergüenza para todos los sangrepura.

Alejo su mirada de la asquerosa figura de Bellatrix. El pelo negro estaba enmarañado, lleno de sudor y suciedad. Su rostro estaba pálido y estaba casi seguro de que sus manos temblaban, pero no estaba tan cerca de ella para estar completamente seguro.

Decido mi propio destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora