SEXTA PARTE

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En estas, aparecía la misma mujer del cuadro, estaba tirada en el suelo sangrando y chillando desconsoladamente.
La mujer sostenía el gran colgante de esmeralda contra su pecho con un brazo. Un brazo era lo único que la chica podía usar, porque el otro lo tenía cercenado a la altura del codo. La sangre le corría por el rostro. Una porción de cuero cabelludo le colgaba junto al hombro. El ojo derecho le caía sobre la mejilla. Toda su belleza le había sido arrebatada en un instante. Es algo muy frágil, la belleza.
Pude oír sus gemidos sin fuerza suplicando mi ayuda, pero había algo más, una sombra negra con forma desproporcionada que no alcanzaba a ver del todo.
Noté un ligero frío en la nuca como si alguien me soplara, en ese mismo momento parpadee y salí corriendo lo más rápido que pude dirección a mi casa.

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