Querida, Sofía
Los días siguen su curso, ninguno se detiene, el sol avanza a cada minuto que pasa, y todos los minutos que han pasado no me sirven de mucho, más bien no me sirven de nada, cada día termina en ocaso y la noche empieza a cubrir todo con su manto oscuro, otros días terminaron en lluvia el sol no se asomo y la noche también vino, ella nunca falta a su cita de todas las tardes, viene y se queda hasta que la mañana la despoja de su lugar.
Hay días en los que te extraño, y sé bien que te extraño más que otros días, lo sé por la manera en que miro al horizonte (cabe decir que puedo ver al horizonte en cualquier dirección), y me quedo esperanzado con que en algún momento en un golpe de suerte pueda ver un destello de tierra, que sería mi luz en esta densa oscuridad que me cubre de lejanía, añoro todo, pero solo es en esos días en que te extraño tanto, porque me he acostumbrado tanto al mar, a la brisa salada que me despierta por las mañanas, al viento endiablado que por las noches azota mi navío, el único problema con este paraíso es que no puedo verte por ningún lugar, mas que cuando cierro los ojos, o en esas noches en las que la luna resplandece como ninguna estrella puede hacerlo, es cuando puedo verte.
El invierno que terminó fue muy duro para mi y para mi tripulación, muchos marineros aseguraban que cada día era el último que pasaban sobre cubierta, y por las noches bebían tanto de felicidad porque los vientos huracanados y la lluvia no hundía el barco, he de confesarte solo a ti; que también, al igual que mis marinos; tuve miedo, ese horrible sentimiento invadió mi cuerpo, se apoderó de mi y hasta mis entrañas los sentía, era un temor al perecer y no volver a verte, y no poder sentir el roce de tus manos, era tanto mi pavor que huía de la vista de todos a mi camarote, para que nadie notara mi miedo, para que nadie viera al respetable capitán temer, nadie sabe de mi miedo a perecer sin disfrutar de tu compañía nuevamente.
Sigo mi curso, quizá haga ver que voy sin prisa y no siendo así, te aseguro que suelto las amarras cada que los vientos vienen fuerte, y mi sonrisa se dibuja, dejo que el viento me guíe y me lleve a ti, el único lugar que yo pretendería en tierra, sería el que está a tu lado.
De tú Capitán.
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Carta A Mi Amada
RomanceEscrita Por Un alma en pena, llena de recuerdos y esperanza de un regreso; un regreso a los brazos de un amor.