Veintinueve de Agosto de 1958.
Es viernes. Son las 7:33 de la mañana y Kattie está preparada para dar a luz en un pequeño hospital de Gary, Indiana, situado en los Estados Unidos.
La espera y el sufrimiento valieron la pena para dar fruto a un precioso niño afroamericano.La primera vez que lo vio sintió ser la mujer más feliz del mundo. Aquellas manitas que le agarraron su mano aún temblorosa, esos ojos marrones que rozaban la negra oscuridad y el echo de que todo saliese como ella esperaba, hizo que comenzase a llorar, a llorar lágrimas de felicidad.Distintos nombres se le aparecían por la mente pero ninguno era lo suficientemente perfecto para ella. Tuvieron que pasar cinco minutos más para encontrar el indicado.
-Michael...-dice en un murmullo apenas audible.-
No es que faltaran niños en casa, sabiendo que Michael era el séptimo de nueve criaturas, pero Kattie y su marido Joseph estaban realmente enamorados. Cuando Michael acababa de cumplir seis años habían pasado demasiadas cosas desde su nacimiento.La casa era demasiado pequeña para estar todos juntos, sólo tenían un baño y había tres habitaciones, en una dormían los seis chicos, en otra las tres niñas y en la última Joseph y Kattie.Joseph había perdido el único empleo para el cual llevaba trabajando diez años sin faltar ni un solo día y apenas podía traer algo de comer a su familia.Kattie estaba demasiado atareada ocupándose de los niños como para trabajar, así que no había ningún tipo de suministro económico en la Familia Scruse.Las disputas por los numerosos problemas sobre el dinero no tardaron en llegar. Cada noche Kattie y Joseph tenían una acalorada discusión, evaporando por completo cualquier indicio de amor entre ellos. Un día a Joseph se le ocurrió una idea, formar un grupo de música con sus hijos. Al principio a Kattie no le pareció la mejor opción, ya que en lo que se tenían que centrar era en los estudios y dejar la música a los adultos, pero después de pensárselo mejor, cedió. El grupo estaba compuesto por cuatro de los niños: TJ, Manem, Theo y John. Arrimaban las mesas y todo objeto que hubiese a su alrededor y se ponían a bailar y a tocar el único instrumento que poseían, la guitarra eléctrica, la cuál era como un tesoro para Joseph ya que se la había regalado su padre antes de morir, por eso no dejaba que absolutamente nadie la tocara.Al empezar Joseph se sorprendió bastante al darse cuenta del talento que poseían juntos y cada noche se ponían a ensayar una canción y hasta que no estuviese perfecta para él no descansaban. Michael, que estaba tan entusiasmado como Joseph le pidió a este que lo dejase entrar en el grupo.
-Papá-dijo Michael acercándose a su padre mientras este tocaba la guitarra y sus hermanos bailaban-
-¿Qué quieres Michael? –preguntó aún concentrado en el ensayo-
-Quiero entrar en el grupo. –le dijo sonriendo-
-Hijo...eres demasiado pequeño para bailar, cuando tengas unos cuantos años más y si entonces tienes talento, te dejo integrarte.-Michael cabizbajo y triste se marcha a su habitación a llorar mientras que los demás siguen bailando y cantando.Una de aquellas ya diarias noches, para demostrar que realmente sí que poseía un talento en su interior que comenzaba a brotar en su interior comenzó a bailar y a cantar al mismo tiempo, dejando anonadados a sus padres y hermanos. Fue ahí cuando Joseph decidió integrarlo al grupo y ponerlo como cantante principal, dejando de secundario a Jonh, que empezó a sentir celos de Michael cuando todos le aplaudían.Pasaban los años y el grupo que tenía ya como nombre: The Scruse's no dejaba de presentarse a concursos y lugares para actuar, los niños nada más volver del colegio se ponían a ensayar y hasta que a Joseph no le gustase no paraban. El dinero comenzaba a subir, pero eso no quería decir que los ensayos y actuaciones tuviesen que parar. Kattie comenzaba a preocuparse por sus hijos, ya que estos estaban realmente agotados. Pero fue Joseph quién les dio otra sorpresa tras aparecer en una furgoneta con innumerables instrumentos musicales los cuales estaban etiquetados para cada uno de los niños. Estos contentos y felices, aguantaron el cansancio para seguir adelante. Lo que nadie sabía excepto aquella familia, era que si alguno de los niños, fuera el que fuese, se comportaba mal, era castigado duramente por Joseph, cogía cualquier cosa que tuviese cerca, véase un cinturón, un zapato o incluso obligaba a sus hijos a salir al jardín y coger una rama de cualquier árbol para luego azotarlos.