Capítulo 2 ~ La cena ~

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Rudy

Faltaban todavía dos horas para ir a casa de Beverly.

La verdad, estaba muy nervioso. Des del día en que la conocí, a los catorce años, estaba enamorado de ella.

Hace dos años escribí una carta explicándole todos mis sentimientos. Me pasé todo el verano esperando a que llegara el primer día de instituto para ver a mi gruñona, pero al llegar, Marsha me contó que ella ya tenía novio.

Eso me dolió, tanto que tomé la estúpida decisión de poner celosa a Beverly. Marsha no era una mala chica, pero tenía que aprender a respetarse más a sí misma ante los hombres. Ya se me había insinuado algunas veces el curso pasado, así que en cuanto terminó la frase la besé. Fue el beso más sucio que pudiera existier. Toqué todo su cuerpo y lo estrujé como si fuera una esponja, por no hablar de que mi lengua casi llegó a su estómago.
Por lo visto a ella le encantó, ya que intentó que la cosa fuera a más. La paré. Una cosa era usarla para poner celosa a Beverly, y la otra era tratarla como una puta.

Pensé que todo había quedado en un beso, pero cuando me encontraba delante de mi taquilla esperando a que Beverly llegara, Marsha vino y me besó como si no hubiera mañana.

De repente se oyó un estruendo. Era ella, mi gruñona, se había caído al suelo. Estaba preciosa. Durante el verano le había crecido mucho el pelo y ahora tenía unos rasgos faciales mucho más femeninos. Tenía los ojos llorosos, y me miraba confusa. De repente vi como Marsha le sonreía. No podía ser. ¿Cómo había podido ser tan estúpido? Sentí la necesidad de correr hacia ella. No podía verla así. Tenía que abrazarla y contárselo todo. Decirle que todo iba salir bien. Que sólo la amaba a ella. Pero en cuanto me acerqué huyó. Corrió con todas sus fuerzas y terminó por darme bandazo.

Traté de hablar con ella repetidas veces, pero cada vez que me percibía en el mismo espacio se marchaba. También la llamé por teléfono a todas horas durante casi dos meses. No cogió ninguna llamada. Ya casi sin esperanza de obtener respuesta, estuve enviándole un SMS cada viernes por la noche durante semanas. Y nada.

Al final me resigné y asumí que la había perdido. Decidí poner todo cuanto estuviera en mis manos para recuperarla, pero de momento no había conseguido nada. Siempre era simpático con ella y le dedicaba una sonrisa, pero ella hacía como si fuéramos unos completos desconocidos.

Mi amor hacia ella no había cambiado. Durante estos dos años había salido con alguna chica, pero ninguna era como ella y siempre terminaba dejándolas. Ella era única e inigualable. Estaba condenado a amarla sin ser correspondido.

Faltaba media hora para la cena. Me moría de ganas por verla.

Me dí una ducha y me vestí. Decidí salirme de mis costumbres, y en lugar de una camiseta me puse una camisa blanca ajustada, con una pajarita negra y unos vaqueros oscuros. Como no, encima me puse la cazadora de cuero negro. ¡Eso era sagrado! Y en los pies unas zapatillas blancas.
Me eché un poco de colonia y desodorante. No quería que nadie se demayara si levantaba los brazos. Siempre llevaba el pelo alborotado, así que sólo me lo sequé con la toalla y me lo desenredé con las manos.

Decidí tener un detalle con ella, así que compré un ramo de seis rosas rojas, sus favoritas, para regalárselas.

Al volver de la floristería, mis padres y yo nos montamos en el coche y nos dirigimos hacia su casa.

Beverly

- Cariño, despierta, los Scott ya están aquí -dijo mi madre en un susurro.

- Vale, ahora voy - dije con mi frecuente voz de orco de recién levantada.

Un "Te Odio" es mi "Te Quiero".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora