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Días de verano previos a la llegada del otoño, típicamente dubitativos entre altas y bajas temperaturas. Era cuestión de tener suerte—o de simplemente buscar el pronóstico del día— el vestirse de acuerdo a la temperatura presente a lo largo de la jornada. No era extraño salir por la mañana envuelto en abrigo de pies a la cabeza, para luego quitarse el 50% de las ropas en orden de no cocinarse a fuego lento bajo los rayos del sol durante la tarde.

Tampoco era extraño ver a un grupo de estudiantes de cuerpos bien trabajados trotando con un ritmo estable, mientras la gente observaba con curiosidad, y otros, con preocupación o vergüenza ajena, al pobre joven desfalleciente y bañado en sudor que intentaba seguirles el ritmo a una distancia de seis metros, aproximadamente.

Shigeo Kageyama, o como la mayoría de los que conocía le llamaban, Mob, era un joven de 14 años no muy sobresaliente en la vida en general. No era excepcional en Matemáticas, en Lengua o en Artes Plásticas—y mejor ni hablemos de Educación Física—, era un estudiante como cualquier otro. Como todo adolescente en cierta etapa de la vida, tenía el deseo de volverse popular para enamorar a la jovencita que le gustaba, y con ese, entre otros objetivos en mente, ingresó al club de físico culturismo de su escuela.

Si de progreso se habla, a sus 14 años de edad ya era una buena persona, pero si nos referimos a su meta... Bueno, todavía poseía la voluntad de salir a trotar con los miembros del club en la sesión diaria de calentamiento.


—¡Shigeo!
—¡Kageyama-kun! ¡Kageyama Shigeo-kun!

El confuso sonido de voces conocidas llamando hicieron eco en sus oídos, logrando pasar la difusa barrera de su subconsciente.

—¿E-estará bien?
—No se preocupen, siempre pasa. Dentro de poco despertará.

'¿Ritsu...? ¿"No se preocupen"....? ¿Eh...?'

—¡¿Cómo que siempre pasa?
¿Aquel era...?
—¿Ha-Hanazawa-kun...?

Abriendo sus ojos lentamente y parpadeando un par de veces, Mob recuperó finalmente la conciencia. Fue recibido por un abrazo de su hermano quien le reprochaba su conducta al exigirse tanto, y una leve y un tanto incómoda palmada en su cabeza por parte del jefe del club, mediante la cual se despidió y se fue enseguida, acompañado por el dueño de la casa.

Ese detalle hizo que Mob se diera cuenta de algo importante. Mirando a su alrededor, notó que no conocía el entorno que lo rodeaba. Aquellos muebles tan modernos, los libros en aquellos estantes, el cómodo sofá en el que se encontraba recostado....Esta no era su casa.

—Ritsu, ¿dónde estamos?

—En la casa de... El chico de la Secundaria Vinagre Negro.

Como respondiendo a un llamado, dicha persona apareció por el pasillo que daba a la puerta principal. Caminaba tranquilamente, con una leve sonrisa en sus labios y un bol con agua y un trapo en su interior. En sus ojos celestes se leía el alivio. Se acercó al sofá, dejó el bol sobre una mesa, y se reclinó ligeramente sobre el apoya brazos.

—¡Qué bueno que ya hayas despertado! Tus compañeros insistían en que no me preocupara, ¡menos mal que vivo cerca del parque en que estaban trotando!

—Es verdad, es una suerte... Muchas gracias, Hanazawa-kun—contestó Mob aún algo aturdido.

Se daba una idea de lo que había sucedido, pero no terminaba de entender por qué su hermano estaba allí, ni por qué de repente parecía desprender un aura de enojo tremendamente densa. Tampoco comprendía muy bien por qué su amigo se había puesto ligeramente tenso. Desde su posición, recostado en el sillón con la cabeza apoyada sobre un almohadón, que a su vez estaba apoyado contra el apoya brazos, intentaba comprender en su totalidad lo que sucedía, hasta que el ambiente pareció empeorar.

Confusión InnecesariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora